Capítulo 28

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Eris.

Caminaba entre los pasillos de la biblioteca, quería ver si podía encontrar algo de la historia del Edevenatown, si gran parte de nuestros estudiantes pasaron años ahí de seguro debía existir al menos un documento. Aunque pareciera que no hablaban mucho del pueblo pasado, supongo que el mundo humano no era de su interés, sino hubieran decidido quedarse ahí y no venir a un lugar como La Academia, o cualquier institución de educación mágica.

Me preguntaba qué hubiera decidido si me lo hubieran permitido. Seguir con los magos o los humanos. Me parecían opciones bastantes similares, así como el dinero no podía hacer todo en el mundo de los humanos, pero podía moverlo, la magia podría mover nuestro mundo, pero jamás te permitiría tener todo lo que quieres. Para mí, nacer con magia parecía una condena.

—Maestra Koch, ¿necesita ayuda? —Me giré a ver a la rubia que me sonreía, no pude evitar curvar hacia arriba mis labios. Ella me miró de arriba abajo y noté como se detuvo cerca de mi cuello. —¿Busca algún libro en específico?

—Sólo hurgando un poco para ver si encuentro algo de la historia humana. —Ella miró a su alrededor, a unos metros había algunos estudiantes. —No pensé encontrarla por aquí, usualmente las y los estudiantes de Alpha estudian en sus propios recintos, es parte de sus privilegios.

—Decidí estar un poco alejada de Alpha luego de que Bianca supiera que estuve en una cena con Nathalie. —Ella pasó a mi lado, me giré a mirarla rápidamente, mis ojos no podían despegarse de ella cuando estaba cerca de mí. —No quiero otro brazo roto.

—Creo que ahora si lograrías patearle el trasero.

—Probablemente, sino siempre puede volver a convertirse en un cerdito. —Charlotte se aguantó su risa antes de tomar un libro. —Creo que este libro le puede interesar, maestra. —Mi piel se erizó por el tono que usó al decir maestra. Dios mío. —Es casi uno de los únicos libros que habla de Edevenatown, está casi en el olvido.

—¿Ya lo has leído?

—Lo encontré un día tirado, está en el mismo lugar en donde lo dejé. Supongo que nadie más se ha preocupado por un libro de humanos. —Ella se apoyó en uno de los libreros. —¿Lleva una corbata?

—Tengo una importante reunión de trabajo más tarde.

—Esta algo chueca, le ayudo. —Antes de que pudiera decir algo, ella había tirado de mi corbata atrayendo mi cuerpo al suyo. Tragué con fuerza cuando sus ojos me miraron directamente, miré a nuestro alrededor notando que habíamos quedado solas en el pasillo.

—Char, aquí no.

—Sólo quiero ayudarla con su corbata, maestra. —Murmuró tirando un poco más de la corbata. —Te ves bien así, deberías usarlas más seguido. —Di un paso atrás justo a tiempo cuando estudiantes pasaron, la rubia arregló el nudo en mi corbata.

—Lo pensaré. Pero no pienses nada sexual con eso. —Le dije en voz baja cuando los estudiantes estaban lejos. —No hay forma en que acepte usar algo así en mí, tengo traumas que no lo permiten.

—No te pediría algo así. Además, si no es en ti, siempre puede ser en mí. —Mis mejillas ardieron, sentí hasta mis orejas calientes. Bueno, no era lo único. —Volveré a estudiar, nos vemos más tarde, maestra Koch. —Ella se atrevió a besar rápidamente mi mejilla antes de marcharse.

Miré el libro que me entregó, parecía algo viejo. Cuando lo abrí noté algo raro, no tenía el registro ni el timbre de la biblioteca escolar, sólo había una marca escrita con un bolígrafo: "Doukas". Ese era el apellido de Apolo, quizás era parte de una de las donaciones que había hecho, pero era extraño que no estuviera registrado, a esa vieja bibliotecaria no se le pasaba nada.

La Guerra de ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora