Prólogo.

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Se veían luces salir del bosque, para suerte para el cuerpo de seguridad interior, veían desde las profundidades del lugar, permitiéndoles que no llamara la atención y en el caso de que el conflicto escalase, pudieran poner un manto de ilusión para que los ciudadanos no lo notasen.

Los animales corrían tratando de escapar de la escena, mientras el cuerpo de seguridad corría dentro tratando de alcanzar a los últimos fugitivos que quedaban de la emboscada que habían realizado. Eran rápidos y hábiles, pero no pensaron que más adelante ya le esperaba la comandanta junto a su equipo de confianza, apenas vieron a un hombre correr lanzó un hechizo para paralizarle, mientras sus compañeros hacían lo mismo con la mujer que dejó caer a la niña que llevaba en sus brazos. Bajaron de los árboles en donde se habían escondido y cuando uno de los jóvenes parte del cuerpo de seguridad se quiso acercar a la niña esta retrocedió lentamente.

―No pienses en escapar o terminarás como tus padres, niña. ―La joven miró a la pareja que le miraban directamente y al ver como su padre le guiñó un ojo supo que debía acabar con los malos que le hacían daño.

―Lo siento. ―La niña se puso a llorar antes de levantar su mano, el joven quedó algo confundido, pero pronto lo entendería cuando de pronto sintió el gran impacto de un hechizo haciendo caer inconsciente por el golpe tan fuerte que le dio. Todos se miraron alrededor, era una niña, no debería ser capaz de tomar una varita aún.

―¡Atrápenla también! ―La comandanta miró rápidamente como ante el grito de uno de sus soldados todos fueron contra la niña que parecía entrar en una crisis al ver como un montón de personas se quisieron abalanzar contra ella.

Ella quiso detenerlos para que no dañaran a la niña, pero nunca pensó que aquella niña asustada terminaría proyectando una fuerte onda para quitarse a los hombres, ese era un hechizo de nivel avanzado. La niña corrió en dirección a sus padres, pero la comandanta se interpuso y cuando la niña apuntó su varita hacia ella con sus manos temblorosas pudo apreciar que la varita estaba partiéndose a la mitad, así como también el material que lo había visto tan solo un par de veces en las antiguas generaciones de magos. Esa no podía ser suya.

Sabía que acercarse era un peligro, aún podía al menos usar un hechizo más y debía tener cuidado, no sabía hasta donde llegaban los hechizos de aquella niña, se atrevió a mirar a su espalda notando que la mirada de la pareja seguía sobre la niña, pero no había ni un rastro de preocupación, más bien era una mirada dura. Como si le esperara un castigo si no les liberara pronto.

―Soy Camille, ¿Cuál es tu nombre? ―La niña le miró confundida. ―¿Puedes entenderme? ―Ella asintió.

―Eris.

―Bien, ¿Eris podrías bajar tu varita? ―Ella volvió a mirar a sus padres. ―Ellos están bien, solo debemos hacerles algunas preguntas y si no han hecho nada malo podrán volver contigo.

―Papá, mamá. ―Ella murmuró.

―Mira, solo están quietos. ―Camille se giró para enseñarle que todo estaba bien. ―No tienes de qué preocuparte.

―Pero... debo ayudarlos.

―No te preocupes por eso, eres muy pequeña para esto. ―La comandanta se atrevió a avanzar poco a poco hasta llegar frente a la niña que terminó bajando su varita mirando con algo de terror a sus padres. ―Eris, no tengas miedo. ―Miró a la mujer frente a ella que le mostraba una sonrisa, no entendía por qué aquella extraña sonreía, ¿Estaba haciendo algo bueno? ―Mientras yo te cuide nada malo te va a pasar. ―De pronto la mujer la atrapó entre sus brazos y cerró sus ojos esperando de que algo malo pasara, pero solo se quedaron así y seguía sin entender a Camille. ―Ten, te ayudará a relajarte. ―La mujer le dio un dulce que la niña miró con curiosidad.

―¿Es una gema? ―Aquello alarmó a la mayor.

―Es un dulce, son para comer. Así. ―Camille sacó otro dulce de su bolsillo para enseñarle a la niña quien le imitó y quedó fascinada por el sabor de aquello, nunca había probado algo así. ―Vamos, te llevaré a un lugar más cómodo mientras les hacen las preguntas a tus padres. ―La niña asintió y Camille tomó la mano de la niña notando una áspera textura en ellas, cicatrices. Pudo ver como unas gotas de sangre caían en la mano que aun sostenía la varita.

El equipo del cuerpo de seguridad interior rápidamente se llevó a la pareja que aún permanecía inmóvil, pero que claramente estaban maldiciendo dentro de ellos a causa de que la niña no les liberó a tiempo para escapar, su plan debería ser modificado y de alguna forma debería hacérselo saber a su líder.

Eris veía la sala blanca que tenía tan solo unas decoraciones de arcoíris a su alrededor, era mucho mejor que la habitación en donde dormía cuando le dejaban. Miró el cristal llenó de los dulces que Camille le había dado y se acercó a observarlos, ella sabía que no podía sacar comida sin antes preguntar a su madre o le podrían castigar.

No pasó mucho tiempo observando los dulces notando que habían de muchos colores antes de volver a ver a Camilla junto a otra mujer, ella rápidamente volvió a su lugar mirando curiosamente a la otra mujer pues llevaba un delantal que le parecía gracioso.

―Ella es Norah, es enfermera. ―Eris se tensó rápidamente. ―Ella viene a curar tu herida. ―La niña negó rápidamente. ―Debes cuidar tus manos, Eris. ―Camille se sentó a su lado y con cuidado tomó su mano que tenía manchada de sangre.

―Eris, no tienes de que preocuparte, apenas lo sentirás y luego podrás comer los dulces que quieras. ―La ofrenda de la enfermera fue suficiente para que la niña le extendiese su mano cerrando sus ojos. Camille asintió para que Norah pudiera limpiar su mano.

Ciertamente a Eris no le gustaban ni las enfermeras, menos los doctores, ellos siempre le lastimaban, pero a diferencia de otras veces, apenas sintió un ardor. Cuando abrió sus ojos vio como la enfermera con cuidado vendaba su mano.

―Listo, puedes tomar el dulce que quieras. ―La niña saltó para ir por los dulces, quería probar cada color. Camille le hizo una señal a la enfermera para que le acompañase afuera.

―¿Qué pudiste ver?

―Sus manos están muy lastimadas.

―Más allá de lo obvio, Norah. ―Aquella mujer no solo era mujer, sino también mentalista.

―No pude entrar a su cabeza, lo cual es preocupante, es solo una niña. No debería tener ese control a tan corta edad.

―Es lo que me temía. ―Camille soltó un largo suspiro. ―El concejo querrá encerrarla.

―No si tu intervienes. Esa niña ha sufrido demasiado.

―Dijiste que no viste nada.

―Lo sé, pero eso no quita que puedas notar el mal estado de la niña. Esa niña merece una segunda oportunidad. ―Aquello retumbó en la cabeza de Camille.

La comandanta decidió acompañar hasta el último minuto a la niña que tardó demasiado dormirse en la cama que le habían conseguido, el día de mañana el concejo se reuniría para decir qué hacer con ella.

Al llegar a su casa era tarde, pero no dudo en ir a la habitación de su hija quien se encontraba dormida, se acercó con cuidado para acariciar su pelo agradeciendo que se encontrase bien. Había sido un día difícil y solía ir al cuarto de su hija para encontrar un poco de paz antes de dormir, pero el día de hoy no tenía comparación, no solían haber misiones con niñas y niños involucrados, al menos no en el mundo mágico.

―¿Un día difícil? ―Su esposo preguntó cuando se acostó a su lado y ella asintió.

―Renunciaré.

―¿Qué? ―Él quedó sorprendido, ni cuando su hija había nacido paró de trabajar. ―¿Qué ha pasado hoy?

―Debo dejar de ser comandanta para poder cumplir una nueva misión.

―¿En qué te has metido?

―En nada, aún. ―Ella soltó un suspiro y se acercó a su esposo para mirarlo frente a frente. ―Confía en mí, ¿Si? ―Pudo ver la duda en su mirada, pero terminó aceptando. ―Tengo una misión más importante ahora.

La Guerra de ErisWhere stories live. Discover now