Celos en el trabajo

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Llegamos juntos y subimos en el ascensor frente a todo el mundo pero en el fondo, ni Ezio da información alguna de donde venimos como había dicho, ni yo puedo evitar la punzada de nerviosismo que me recorre cada vez que algunos ojos nos miran con reproche y sospecha en la mirada.

Que por otra parte no tienen por qué. Yo soy su asistente y supuestamente él está prometido y va a casarse. Es fe locos. Quizás sea parte de una histeria de mi cabeza.

—Deja de fruncir el ceño —su aliento me roza la oreja.

Sonrío y me giro hacia mi izquierda esperando encontrarme con el señor griego y resulta que no. Que quien me ha hecho tan cercano gesto es un informático del holding al que hace días atrás le pedí que me revisara el ordenador del jefe.
Ni siquiera recuerdo su nombre.

—Hola...

—Te ves adorable de todos modos pero esa sonrisa no se compara —me coquetea el rubio.

Me pongo nerviosa cuando una mano de mi jefe me aprieta por la cadera en la zona contraria de donde se encuentra el muchacho que finalmente recuerdo que se llamaba Arthur.

—¿Qué tal todo, Arthur?  —me muestro educada y Ezio me pellizca.

El chico se me acerca con la intención de saludarme con dos besos y vergonzosamente el hombre que me controla a mi lado me tira hacia atrás y queda como si hubiese rehuido a Arthur. ¡Qué vergüenza!

—Bien, Mell. Me alegra verte. ¿Almorzamos juntos?

Pero, ¿qué le ha dado a él hoy?
Mi jefe carraspea y yo solo quiero que lleguemos a nuestro destino. El viaje se me hace eterno.

—Ehh, sí, claro. Jerry y yo siempre bajamos sobre las doce y diez —intento salirme del compromiso.

—Ya lo he visto.

Sonrío sin saber muy bien como comportarme. No esperaba algo así de su parte y desde luego mucho menos en un elevador repleto de gente.

Finalmente llegamos a nuestro piso y cuando me voy a despedir del chico, el demente de Ezio hace lo impensable.
Se inclina hasta Arthur y susurra para que solo nosotros podamos oírle:

—Siento decirte que Mell está conmigo desde antes de venir aquí —abro la boca asombrada y Arthur no da crédito —. No ganas mucho almorzando con mi chica y que no te engañen los rumores de compromiso porque mi único lazo sentimental es con esta mujer que se ve que te gusta pero que a mi me vuelve loco. Vamos, nena.

Estoy tan consternada que tiene incluso que empujarme un poco para que baje del ascensor porque no consigo moverme. No esperaba esto de su parte y mucho menos que se mostrara tan soberbio y abierto con personas que no conocemos. Bien pueden ser enviados de Capolli o de la prensa. Hay tantas opciones que alucino entre todas.

—¿Cómo has podido hacer eso, Ezio?

Suelto mi bolso con rabia sobre una silla de su escritorio. Intento cerrar los ojos un minuto y serenarme pero no lo logro. No es fácil y me enervo. Todo lo contrario a lo que pretendía.

—Creo que estoy enamorado de tí, Mell.

Su confesión me deja helada. Es muy pronto, muy increíble y muy inconveniente.
No me atrevo a darme la vuelta. No me atrevo a abrir mi corazón y no tengo idea de como lidiar con el suyo.

—Ezio...

—No estoy esperando que me digas que tu también me amas, sé perfectamente todo lo que sucede pero no pienso esconder lo que siento yo.

—Conoces mi historia, Ezio —me doy la vuelta y se me acerca —. Sabes que me persigue un tipo peligroso. Sabes que no soy libre para vivir por ahí. Que mataron a mi padre, que una mafia me persigue. Puedo arruinar tu vida y tú —ya está sobre mi, y mis ojos le piden que me entienda —, tú sabes que tu familia tiene otros planes para tí.

—No me asusta lo que dices y no voy a irme por mucho que repitas eso una y otra vez. He venido para entender qué es lo que me haces sentir y no me iré sin espolear todo el dolor de ti.

—Además de romántico te pones celoso en el trabajo. Eso que hiciste fue una locura.

Lleva mis brazos a su cuello. Hace que me acerque más tomándome de la cintura y produce que sienta que nada importa, que la vida es menos complicada de lo que parece.

—No quiero que sientan que eres libre porque no lo eres.

—Admiro tu inocencia —le beso suavemente —;pero recuerda que me persiguen. Cualquiera puede estar al acecho.

—Estás paranoica. Ya cancelé el negocio con ese tipo, no tiene por qué saber de tí.

—Si me relacionan contigo si, Ezio —me desespero pero no me deja separarme de su agarre —. Si alguien dice que mientes acerca de tu prometida y que soy una especie de amante tuya me descubrirán.

—Voy a decirle a mi familia que lo hemos dejado.

Me atraganto y él sonríe. Me supera la forma tan relajada que tiene de enfrentar algo tan serio. Es casi insultante.

—Por favor, Ezio...dejemos las cosas como están. Dame un poco de tiempo.

—El tiempo no hará que las cosas cambien. Enfrenta la vida, maldita sea.

Se aleja y pasamos de los arrumacos al enfado. Él no entiende mi postura y yo no comparto la suya.
Algo no va bien y todo ha empezado con su ataque de celos. Cosas malas podrían pasar si uno de los dos no es inteligente y creo que me tocará a mi.
No tengo tiempo que perder y debería estar alejándome de su vida pero creo que aunque no me atrevo a decirlo en voz alta, yo también me he enamorado y no me quiero sentir sola otra vez.
Le quiero y quiero estar con él.

Señor Griego Where stories live. Discover now