Ardiendo

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—Quiero que mires todo lo que voy a hacer contigo —cambia la voz y me siento jadear.

Me rueda por la cama dejando que mis piernas abiertas se vean reflejadas en mis ojos a través del reflejo en un espejo al final de su camarote.

¡Dios! Me veo grotesca en esa posición pero mi rostro luce entregado, ardiente y ruborizado.

—Maldita sea, como me gustas Mell —me recorre los pechos con un dedo.

Amo como menciona mi nombre en su lengua y me fascina la manera en que me mira apretar los labios en mis dientes.

—Me muero por entrar en tí —reconoce y me roza las piernas con sus manos —. Dime que confías en mí.

Y ahí tengo la nueva orden.
Asiento y su sonrisa vuelve a ser diabólica. Endemoniadamente perfecta. Quiere jugar y yo quiero que me haga vibrar. No puedo más y he decidido dejarme ir del todo.

Camina desnudo por la habitación y veo como los músculos perfectos de sus piernas se activan todos y le hacen ver como un Dios del fitness. Tiene un culo perfecto y todo fibra allá donde miro.
Saca dos corbatas de un cajón y se gira hasta mí, sonriendo otra vez.

—Me estás haciendo enfriar —le pico y se pone serio.

Salta sobre la cama y toma mis muñecas entre sus manos, las lleva a mis tobillos y me hace fuerza para que no me pueda mover mientras mete la lengua en mi sexo y lanzo un alarido placentero y sorpresivo.

—¡Ahh, Ezio!

Oír su nombre en mis gritos le enloquece y me devora. Lame, chupa, muerde y mete su lengua en mi hasta volver a empezar mientras luchamos para que yo me suelte y él me retenga.

Me tiene sometida, mis piernas le aprietan las mejillas y me miro en el espejo mientras me vuelve loca la lengua de este hombre gigante entre mis pliegues.

—Yo te encuentro muy caliente —dice y acto seguido pasa su lengua de lado a lado de mi vagina con una fuerza que me hace gemir y encorvarme hasta ofrecerme más —. Ardiendo. Estás chorreando y muy caliente y así voy a follarte.

Me amarra las muñecas a los tobillos y no me puedo mover. Se lanza a por mis pechos y toma los pezones en su boca, los estira entre sus dientes apretando mis costillas entre sus fuertes dedos y cuando suelta siento que me corro. Es demasiado intenso todo con él. Me magulla la piel y grito por más, intento moverme y no puedo...soy totalmente suya. Me tiene entregada y gritando su maldito nombre todo el rato.

—No te he dado permiso para cerrar los ojos —me da un fuerte cachete en el culo y le miro —. Dame tu lengua y no te atrevas a dejar de mirarme.

Chupa mi boca todo lo que quiere y me hace suya en cada beso. Toma mi lengua con la suya y me enloquece no poder dejar de mirar como me come por todos lados.

Le veo ponerse un preservativo mientras mete y saca un dedo de mi interior. Sigo lubricando para él. Me pone demasiado y quiero sentirle dentro.

Sus pulgares abren los labios de mi sexo mientras la cabeza de su poderoso y duro miembro se pone en la punta luego de mojarse con mi propio deseo. Ha llegado el momento que tanto necesito.

—Ahora aguanta y grita si no puedes más —ordena metiendo la cabeza en mi entrada y me retuerzo —, te permito que grites mi nombre hasta que te arda la garganta y el placer te haga llorar.

El resto de sus palmas se acomodan sobre las cachas de mis nalgas y viniendo sin piedad contra mi, se hunde de una sola estocada y grito como posesa mientra me encorvo para sentirle más hondo aún.  El placer más lascivo que jamas en mi vida he podido paladear es este. Este hombre promete noches únicas de sexo y tengo que cuidarme de no enamorarme de eso porque las quiero todas, ser suya es exquisito y jamas me había sentido de esta forma con nadie...justamente eso es lo que  tanto sé que me va a enloquecer.

—Dime cuánto te gusta —ordena moviéndose contra mi, entrando y saliendo en demenciales círculos —. Vamos preciosa, ábrete más. Aún tengo más para tí.

¿Más...?

No me puedo y de repente sale de mi, me suelta las muñecas y me sienta sobre sus piernas pero con mi espalda pegada a su pecho, sus manos viajan a los míos y me folla nuevamente como nadie jamas lo ha hecho.

—Así —gime y muerde mi lóbulo —,sube las manos y sostente de mi cuello —lo hago y nos pone frente al espejo —. Mira que hinchada estás, nena. Te gusta sentirme dentro.

Asiento y baja una mano hasta mi clítoris para hacer presión y mis ojos no pueden dejar de ver lo que hacemos. Es increíblemente erótico y no puedo dejar de pedir que siga.

—Me estás volviendo loca —se me escapan esas palabras en un bramido. Tiro de su pelo y baja su boca a morderme el cuello —. Ay, es que me gusta mucho. Por favor, no pares. Aunque no pueda más no pares.

Me corro y él sigue entrando y saliendo de mi, buscando una liberación que no quiero que encuentre porque necesito más. Quiero que me siga haciendo suya. Aunque me duela todo.

Me pone a cuatro patas y con unas pocas embestidas más, se corre... brutal y fuerte. Es como una descarga en mi interior
Coletazos de su polla que me ponen deseosa de más.

—Ha sido increíble.

—No he terminado contigo, Mell —asegura y sale de mí —. Ven conmigo.

Me toma de la mano y como puedo camino detrás de él hasta su baño. Se quita el preservativo y nos mete en la bañera llena de espuma frente al mar.

La vista es impresionante. Estamos bajo el agua. Un cristal enorme nos hace de escotilla mientras nos metemos en la bañera y me pone a horcajadas sobre él luego de cambiarse el condón antes de meterse dentro de mí otra vez.

—Me encantas —susurra contra mi boca y nos besamos al tiempo que empiezo a montarlo —. Quiero esto solo para mí. Desde que te vi lo supe. Serás mi perdición, mujer...pero me aseguraré de ser también la tuya.

—No sabes lo que dices —me echo hacia atrás y vuelvo a metermelo bien adentro —.; pero definitivamente quiero que ames mi cuerpo todo lo que quieras. Nunca en mi vida me he sentido así. Y no me importa decírtelo.

Se echa encima mio y caemos hacia atrás entre la espuma y risas, me muerde los labios y apostilla sobre ellos:

—Voy a tenerte, me cuestes lo que me cuestes...

El sexo es lo que tiene, que se dicen cosas sin sentido a veces y en ese momento ninguno de los dos sabía lo que confesaba ni a lo que se enfrentaba. Solo éramos dos ardientes amantes ávidos del otro. Llenos de ganas de sentir cosas que nunca antes habíamos sentido porque hay sentimientos y sensaciones que solo se pueden compartir con una persona en toda tu vida, esa persona que es tu otra mitad. La parte que te falta durante toda tu vida hasta que la encuentras y ya no puedes volver a ser la misma persona porque con ella es con quien verdaderamente brillas y vibras.

Ezio y yo nos enamoramos tan fugazmente como ninguno pudo ver y allí, ese día en que decidimos dejarnos llevar se vinieron encima nuestro un montón de problemas que quizás habriamos podido evitar si no nos hubiésemos dejado llevar pero...

¿Cómo se evita una pasión tan arrolladora?

—No podrás escapar de mí ni yo de tí —juró ese día en mis labios —, jamás. Nunca más podré renunciar a sentirme así y te llevaré conmigo donde quiera que vaya.

Yo le dije que sí, nunca negué nada porque ese era mi deseo pero muchas cosas pasaron después...

Ya les iré contando.























Señor Griego Where stories live. Discover now