Arriesgados

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Me pongo a trabajar dejando que él se calme, que el día avance y que mi mente se aclare.

Le quiero, me gusta, me encanta y me fascina pasar tiempo juntos pero no puedo arriesgarlo todo de forma poco inteligente.

En toda la mañana no sale de su despacho y nadie entra. Se entiende encerrado ahí dentro y lidio como puedo con las miraditas divertidas de Jerry que pasa por mi mesa cada dos por tres a mofarse.

—¡Que te den!

En algún momento le lanzo un insulto y luego vuelve a lo mismo...yo sigo enviando correos a mi jefe que sigue enfadado conmigo. Y a ratos repaso mi griego. Estoy haciendo un curso en línea para perfeccionarlo.

Suena mi teléfono móvil y me salgo de mi burbuja, contesto ye lanzan directamente una orden:

—¡Baja inmediatamente! —Cindy siendo Cindy.

—¿Para...? —sonrío recogiendo mis cosas fingiendo que no estoy yendo.

—Comer conmigo. Baja...

Cuelgo y me río. Preparo todo y le dejo una nota a Ezio. Si sale de su despacho sabrá que es mi hora de comer y sino pues volveré y todo está igual de insoportable.

Al doblar hay un pequeño restaurante imitando una taberna, muy informal y confortable a su vez. La comida está exquisita y un montón de gente que se ve que trabaja por los alrededores viene a consumir.

—No entiendo por qué no te dejas llevar, Mell —inquiere mi amiga mientras bebe su coca cola.

—Por que sabe que si ese hombre la controla del todo perderá hasta su identidad —añade Jerry con parte de razón —. No hay más que verlos juntos y ver como él la posee incluso cuando la toma de la mano. Es tan sexy y salvaje a la vez... Mira...

No entiendo a qué se refiere pero entonces sin que llegue a responder, siento una vibración en todo mi cuerpo
Los vellos se me alzan y mi boca como por orden propia muerde mis labios. Las manos de repente me sudan y los ojos se me cierra.

—Ni siquiera la ha mirado y mira como está —mi amiga oye y obedece al mirarme a mi otro amigo y sé que ninguno de los dos da crédito a mi reacción
Yo tampoco, la verdad.

—Hola, Mell —unos labios ardientes se pegan en mi cuello, sus manos en mis hombros y cuando abro los ojos están Ezio y Tullio sentados con nosotros.

—¿Qué haces aquí?  —mascullo entre dientes cuando él me toma el muslo y aprieta sentado a mi lado.

—Vigilarte y comer contigo para hacer las pases luego.

Pasa el almuerzo de una forma increíblemente cómoda. Mis amigos se mimetizan entre ellos y hacen que salvo la sensación caliente que tengo por dentro, la comida sea un instante refrescante y divertido para todos

Jerry se siente encantado y los demás simplemente reímos, comemos y contamos anécdotas de los otros para amenizar la tarde. Al finalizar mi amigo ya se había ido, Cindy se despide junto con Tullio y solo quedamos nosotros solos en el restaurante.

—Ya le he comunicado a ella que voy a presentarte a la familia, que tiene que acabar esta farsa del matrimonio y está todo solucionado.

Me giro sobre mi propia silla y le miro soltando un manotazo en la mesa con mi servilleta...

—Pero, ¿tú quien te has creído que eres para decidir sobre mi vida? Estábamos enfadados, Ezio...no puedes hacer lo que te de la gana.

—No voy a disculparme por decidir que quiero estar contigo, que seas mía delante de todos y no hay más que hablar.

—¡Dios...! Eres insufrible.

Me toma de la mano, lanza unos billetes en la mesa y tira de mi hasta caminar a lo largo de un pasillo y meternos en un baño. Revisa que no haya nadie en los dos cubículos y pasa el seguro antes de abalanzarse sobre mi.

Le respondo el beso. Joder si lo hago...
Me vuelvo loca cuando saca mis pechos, los lame y muerde. Estira y chupa volviéndome loca mientras me golpeo la cabeza contra la puerta del baño.

—Eres para mi, Mell —me saca la ropa como puedo y corre mi ropa interior a un costado —. Mira que mojada te me pones...me deseas mujer, me ansías como yo a ti. No puedo dejar que te vayas de mi lado —se hunde en mi y me siento volar contra la puerta del baño de un restaurante cualquiera.

—Dime que puedes vivir sin esto —se mueve dentro de mi y cierro los ojos absorbiendo todo el placer —. Dime, si puedes...¿Cómo lo haces? Yo te necesito.

Entra y sale. Entra y sale y mis gritos son saciados en su hambrienta boca hasta que me corro y le espero para volver a sentir la furia de un orgasmo entre los dos.

—Te quiero, Ezio...

No sé cuando se me salen las palabras pero lo hacen. Decido luego de eso que tenemos que encontrar una salida sin que nadie salga herido.

—¿Entonces dejarás de resistirte y enfrentar esto de una vez?

—Creo que si. Que estamos arriesgados los dos en este asunto.

—Y enamorados, Mell —nos vuelve a vestir y me besa suavemente —. Seamos maduros y enfrentemos todo y luego que sea lo que tenga que ser.

Salimos de ese restaurante con las cosas muy claras. O eso creía...
Nos tomamos de la mano, algún que otro compañero de trabajo me ve de dedos entrelazados con el jefe y asumo que todo está apenas empezando pero no daré marcha atrás. He tenido la mañana silente para darme cuenta de que le extraño, me gusta y quiero seguir adelante y arriesgarme en esto si él está decidido.

Sin embargo las cosas no son tan sencillas en la vida real.
Entramos al elevador comiéndonos a besos y cuando llegamos a su piso que nos bajamos, ambos nos quedamos quietos en el sitio al ver a Mauro Capolli frente a los dos, y la mano en el gatillo de su arma.

Supongo que no todo es tan fácil como lo pintan.

Señor Griego Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt