Viaje concluido

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—!Mell...!

Me encanta como suena mi nombre en sus labios. Como se sienten sus labios sobre los míos y como sus brazos me hacen sentir a salvo.

—Abrázame. No me digas nada, Ezio —susurro en su cuello —. Solo quiero que me abraces. No sabes como me hacen sentir tus brazos.

—Ven más cerca.

Me levanta y me sienta a horcajadas sobre él. El agua de la bañera se desborda y mi mejilla se acomoda en su hombro mientras sus manos suben y bajan por mi espalda. No hay nada sexual en esto. Solo dos personas que se compenetran abrazadas porque una de ellas ha resultado herida.

—Siempre me he preguntado por qué los hombres tratan de violar mi cuerpo cuando me ven sola —dejo que las lágrimas salgan —. No me lo merezco. No creo que nadie merezca algo así. Es doloroso y te hace sentir como la mierda. Me ha llamado zorra, solo porque me ha visto bailar y ahora pretende entender lo que tengo contigo solo porque cree que soy una puta y tengo un precio pero no lo tengo, maldita sea...

—Ya lo sé, linda —me besa donde puede con delicadeza —. No hagas caso a nada de lo que dijo. Es un enfermo asqueroso y ha sido expulsado del barco.

—Pero, ¿cómo, si estamos en medio del mar?

Me siento frente a él y sonríe al ver que miro a los ojos. Supongo que esperaba que no lo.huciera nunca más.

—Cuando los clientes suben al crucero, Mell firman una serie de convenios entre los que se encuentra no importunar a nadie y menos exigir cualquier  tipo de sexo si la otra parte no lo desea —afirmo estando de acuerdo —. Al ser un lugar para fines sexuales se puede prestar a la mala interpretación de la situación y así protegemos a nuestros clientes. Entonces si algo ocurre, se van a casa en helicóptero. Los dejamos en tierra y se buscan la vida.

Puede que no sea lo ideal pero me vale. Por lo menos lo que me queda aquí no lo tendré que volver a ver y ninguna otra mujer pasará por lo que he pasado hoy.

—¿Cómo me encontraste?

Mi cámara de seguridad registró un altercado y cuando los guardias me mostraron y vi que eras tú —resopla y tira la cabeza hacia atrás mirando el techo —...me volví loco. Tomé la pistola del guardia y salí corriendo. Por suerte ellos llegaron antes y me quitaron el arma y al tipo de encima tuyo porque lo habría matado. Luego te desmayaste en mis brazos y te puse a salvo. Ahora estás aquí conmigo.

—¡Gracias!

—De nada. Ojalá no tenga que volver a hacerlo pero conmigo siempre estarás a salvo, Mell. No dudes nunca en pedirme ayuda.

...

Esa misma noche me prometí dejar de analizar tanto las cosas. Dejarme llevar por las normas del destino y seguir sus rumbos. Si Ezio había llegado a mi vida por algo seria y era hora de disfrutar de todo sin tanto dolor del pasado.

—Es la mejor langosta que he probado en mi vida —gimo y me chupo un dedo bajo su mirada atenta —. Si me sigues mirando y no comes cuando termine te quito la tuya.

—Tómala, por favor —mueve su plato hasta mi —. No sabes como estoy disfrutando verte comer y sonríe a la vez. Gemir y cerrar los ojos plena de satisfacción. Es increíble y me encanta verte así.

—Joder, que de cosas estoy haciendo —bromeo y se ríe también.

Es tan fácil estar juntos cuando nos relajamos los dos. Él es increíble y hace que todo se sienta igual de fantástico.

—Me gustas mucho, Mell.

—No me hables así, por favor —nos ponemos serios.

Si no lo dice no es cierto. Justo hoy he decidido apartar todo y disfrutar...no puedo empezar a enumerar probabilidades que no sucederán....la verdad no puedo hacerlo y no lo haré. Él y yo somos esto aquí, ya después cada loco con su tema y a pasar por el incomodo momento de obligarte a olvidar.

—No puedo dejar de pensar en que quiero volver a verte cuando bajemos de aquí. ¿Sabes qué...? —sigo comiendo y subo una pierna a mi silla mirando sus bellos ojos —. Vine a aquí para alejarme de mi vida unos días. Relajarme con mis amigos. Alejarme del trabajo y recargar pilas pero ni he estado con mis amigos, ni me he sentido relajado. Es tan intenso todo que siento que llevo una vida nueva a tu lado y no sé como romper con ella. Quiero más, Mell.

—Ezio, ya lo hablamos...vivamos el presente y dejemos que el futuro nos encuentre. Nada más.

—De acuerdo. Pero voy a encontrarte...tenlo por seguro.

Desde esa noche no nos volvimos a separar en todo el viaje. No importaba quien nos mirara, ni cómo se tomaban sus amigos que ya no sé vieran casi. No nos paramos a pensar en los días que vendrían luego ni en que haríamos para despedirnos.

Reimos, paseamos de la mano por cubierta. Nos bañamos por horas en piscinas frente al mar, viendo la fauna marina desarrollarse. En el último destino en tierra ni siquiera bajamos del crucero, dejamos que todos  salieran y solo nos quedamos en el camarote disfrutando de estar juntos, solos y enamorados.

Los dos lo supimos un día en que despertamos y nos acomodamos de lado en la cama, nariz con nariz y boca con boca y ninguno de los dos dijo nada. Solo nos quedamos ahí, demostrándonos que estábamos enamorados y no podíamos confirmarle a nuestros corazones que éramos dos amantes que tendrían que separase incluso si se amaban.

Las noches eran para bailar. Movernos juntos por la pista y pasar desapercibidos para disfrutar de algún mojito y más bailes. Besarnos por todas las esquinas del barco y nadar juntos en las mañanas. Nos acostumbramos tanto al otro, que la noche antes de atracar en Grecia, Ezio me pidió que me casara con él y a la mañana siguiente yo ya había desaparecido de su vida antes de que todo tomara un rumbo oscuro y peligroso para él.

El viaje ha concluido y con él, nuestro amor.


Señor Griego Where stories live. Discover now