Demasiado cerca

64 8 2
                                    



¡Está prometido!
Maldito mentiroso miserable.
¿Cómo pudo mentirme tanto?

—¿Qué tal todo? Cuéntame, nena —Jerry me intercepta y tira de mi.

Nos vamos a la sala de los cafés y de forma autónoma le voy montando los cartuchos a la máquina para obligar a mi cerebro a reiniciarse.

Entonces recuerdo algo...

—¡Tú lo sabías! —señalo a mi amigo y se encoge de hombros —.¿ Sabías que tenía novia y que iban a casarse? Intentaste decirme.

—Lo sabía claro —reconoce y me recuesto en la mesa —. Todos en la empresa saben que ellos tienen una relación compleja y van y vienen a cada rato pero no sabía que era tu griego hasta que estuvo aquí. Nunca hablamos de nombres.

—Es que no usaba su apellido la verdad y no sé... —me lamento mordiéndome una uña —..., ay Dios, ¿qué voy a hacer ahora? Y encima le he hecho creer que tú y yo somos pareja.

—Maldición, Mell —se tapa los ojos con sus manos haciendo aspavientos —. A ver si me empieza a perseguir ahora si se pone celoso. Pero tranquila que yo te ayudo. Total, será un mes. Nunca se queda más tiempo por acá y con Mayka menos, le encanta la mansión que tienen en la zona turística, no demorara en llevarse a su futuro marido.

Me duelen sus palabras pero reconzoco que tiene razón. Es mejor hablar abiertamente del tema que darle vueltas innecesarias al tema.

La mañana pasa sin más. Ellos no salen de la oficina en todo el día y piden comida que le traen directamente y no me involucra a mi.

Todo el trabajo me lo hace llegar por correo electrónico y cuando se van, un adiós hasta mañana es todo lo que me dan.
Vuelvo a respirar entonces sintiendo la paz entrar a mi sistema otra vez, al menos hasta mañana. No sé que pasará el resto del tiempo pero está claro que no pinto nada en su vida ya y es lo mejor para los dos.

Saco el teléfono de mi bolso y llamo a Cindy, necesito alguna especie de apoyo emocional.

—Lo has visto —su respuesta a ninguna pregunta me dice que efectivamente sabe todo lo que la he llamado par contarle.

—¡Lo sabías...! —afirmo con tristeza.

—No quería hacerte daño. Tullio me ha contado que tiene una vida complicada y ha vuelto con su ex, que te echaba muchísimo de menos pero no pueden estar juntos y...en fin.

—Es el dueño de la empresa en la que trabajo, Cindy. Ha estado aquí con ella hoy, del otro lado de la puerta donde paso el día entero sentada.

—Joder, joder. No sabía eso.

Le cuento todo lo acontecido. Incluso como le permití la confusión con Jerry, no desmentir nada me hace una mentirosa pero es mejor que todo quede así. Confieso como me he sentido al verlo de nuevo y el día que he pasado, hasta que ella propone...

—Vámonos de marcha esta noche.

—Me apunto —grita Jerry que no pierde detalle inclinándose sobre el auricular y mi amiga le lanza un beso desde el otro lado.

—Oye no. Prefiero pizza y vino en mi casa —hago una contra oferta.

La verdad me da una pereza tremenda tener que salir. Vestirme y ser toqueteada por desconocidos en una pista de baile cuando ni siquiera me apetece bailar.

—Eso es una mierda de plan —protesta mi amiga y resoplo —. Te vas a poner los taconazos, una minifalda sexy y un buen escote que nos vamos de marcha. Te recojo a las diez y Jerry va en su cochazo el solito.

Jerry pertenece a una familia adinerada que es muy rica pero como ellos son inmensamente antiguos, su orientación sexual les supone un problema y por eso él vive apartado de la hostilidad aunque le envían dinero con regularidad y la verdad trabaja por trabajar. Le gusta lo que hace pero su patrimonio es grande.

—No lo sé, Jerry —me quejo con él cuando cuelgo —. Estoy tan desanimada.

—Por eso mismo tonta. Nos vamos de juerga y ya verás como lo superas. Mañana es sábado, puedes dormir hasta tarde querida y recuperarte de tu resaca.

Finalmente y poco convencida llega la hora de salir. Ceno sola en casa un poco de algo rápido y me pongo un vestido rojo corto, sin mangas y muy sexy. Chupa y tacones negros que me hacen ver matadora. Me atuso el pelo cuando siento el claxon de Cindy y tiro la puerta para ir hasta ella rozando las diez de la noche.

El local es tranquilo a pesar de la música estridente. Ha un ambiente que parece selecto y nadie se propasa o es el típico sitio del que te tienes que sacar la gente de encima.
Tenemos una pequeña mesa en una esquina y el sofá en semicírculo es ideal para los tres.

Sobre las doce estoy entonada. Llevo tres gin tonics y est lo y empezando el cuarto. Miro hacia la pista y no puedo creer lo que veo del otro lado del club: Ezio Georgiou.

—Me trajiste porque sabías que iba a estar aquí, ¿verdad?

Cindy se lleva una mano al pecho y lo niega categóricamente. Tanto que le creo cuando empieza a buscar con más mirada al griego y encuentra a su amante con otra chica, haciendo ojitos.

—No lo sabía y jamás te haría algo así.

—Venga. A bailar, tú conmigo que somos novios.

Me dejo animar y sonrío como poseída. Cindy se va al baño según ella a retocarse para si la ven que luzca regia y yo me dejo guiar por mi amigo.

—Que sepas que nos acaba de ver tu amorcito —Jerry me pega a él tomándome de la cintura.

—No es nada mío y no le mires, haz como si no le conocieras.

No sé cuantos minutos pasan pero le he dejado de pensar con mucha alegría en mi interior. Por fin puedo relajarme teniendo a ese hombre cerca y pensando que si no me busca es que ya no queda nada y probablemente su novia esté aquí con él.

Jerry va a la barra a por chupitos y alguien me tira una copa encima. Siento el liquido frío bajando entre mis pechos y llegando a mi tanga inclusive y me paralizo.

—Oh, perdóname —se disculpan —. Lo siento mucho. De verás.

Ver a la chica tan acongojada me hace serenarme y le hago un ademán restando importancia al asunto para ir al baño a secarme al menos. Me ha puesto dulce, pegajosa y húmeda.

Me excuso con Jerry y salgo en busca de mi objetivo. Visualizo la puerta del baño de las chicas y a punto estoy de llegar cuando me levantan en vilo tapándome la boca y aunque pataleo reconozco los brazos de quien me lleva.

Es él...es mi griego que se siente demasiado cerca y aunque hubiesen pasado mil años, le reconocería.

—Por fin te tengo otra vez en mis brazos...

Sus palabras se acompañan de un empotramiento contra la pared y rápidamente su boca está sobre la mía como si tuviera todo el derecho y fuera el dueño absoluto de mi voluntad.



Señor Griego Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang