Capítulo 41

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—¡Venga, éste es el último, chicas, lo prometo! —gritó Ami mientras su sujetador salía volando por encima de la puerta del probador.
Contrariadas, Serena y Molly volvieron a desplomarse en sus sillas.
—Hace una hora dijiste lo mismo —se lamentó Molly, quitándose los zapatos y dándose un masaje en los tobillos hinchados.
—Ya, pero esta vez lo digo en serio. Tengo un buen presentimiento con este vestido —dijo Ami, llena de entusiasmo.
—También dijiste eso hace una hora —le recordó Serena apoyando la cabeza en el respaldo y cerrando los ojos.
—Ahora no vayas a quedarte dormida —advirtió Molly, y Serena abrió de inmediato los ojos.
Ami las había arrastrado a todas las tiendas de vestidos de novia del centro y Molly y Serena estaban agotadas, irritadas y hartas.
Ya no les quedaba nada del entusiasmo que habían sentido por Ami y su boda después de que ésta se probara un vestido tras otro a lo largo de toda la mañana. Y si Serena volvía a oír los irritantes chillidos de Ami una vez más...
—¡Uuy, me encanta! —gritó Ami.
—Tengo un plan —susurró Molly a Serena—. Si cuando salga de ahí dentro parece un merengue sentado en una mancha de bicicleta, le diremos que está preciosa.
Serena sofocó la risa.
—¡Venga, Molly, no podemos hacer eso!
—¡Ahora veréis! —vociferó Ami otra vez.
—Aunque pensándolo bien... —Serena  miró a Molly con abatimiento.
—Vale. ¿Estáis listas?
—Sí —contestó Molly sin entusiasmo.
—¡Sorpresa! —Ami salió del probador y Serena abrió los ojos desorbitadamente.
—¡Oh, le queda de maravilla! —exclamó la dependienta, deshaciéndose en elogios.
—¡Oh, vamos! —protestó Ami—. ¡No me está ayudando nada! Le han gustado todos lo que me he puesto.
Serena miró a Molly con aire vacilante y procuró no reír al ver su expresión; parecía que estuviera oliendo un tufillo.
Molly puso los ojos en blanco y susurró:
—¿Acaso Ami nunca ha oído hablar de eso que llaman
comisión?
—¿Qué andáis cuchicheando vosotras dos? —preguntó Ami.
—Sólo comentaba lo guapa que estás.
Serena frunció el entrecejo.
—Ah, ¿te gusta? —gritó Ami, y Serena hizo una mueca.
—Sí —dijo Molly con poco entusiasmo.
—¿Estás segura?
—Sí.
—¿Crees que Taiki se pondrá contento cuando mire hacia el pasillo y me vea caminando hacia él? —Ami incluso dio unos pasos para que las chicas pudieran imaginarlo.
—Sí —repitió Molly.
—Pero ¿estás segura?
—Sí.
—¿Crees que vale lo que cuesta?
—Sí.
—¿En serio?
—Sí.
—Quedará mejor si me bronceo un poco, ¿verdad?
—Sí.
—Oh, ¿no se me ve un cul0 enorme?
—Sí.
Serena miró a Molly sobresaltada y comprendió que ni siquiera estaba escuchando las preguntas.
—Vaya, ¿estás segura? —continuó Ami, que obviamente tampoco escuchaba las respuestas.
—Sí.
—Así pues, ¿me lo quedo?
Serena pensó que la dependienta se pondría a saltar de alegría gritando «¡Sí!», pero en cambio logró contenerse.
—¡No! —interrumpió Serena antes de que Molly volviera a decir que sí.
—¿No? —preguntó Ami.
—No —corroboró Serena.
—¿No te gusta?
—No.
—¿Es porque me hace gorda?
—No.
—¿Crees que a Taiki le gustará?
—No.
—Pero ¿crees que vale lo que piden por él?
—No.
—Oh. —Se volvió hacia Molly—. ¿Estás de acuerdo con Serena?
—Sí.
La dependienta puso los ojos en blanco y fue a atender a otra clienta, confiando tener más suerte con ella.
—Muy bien, me fío de vosotras —dijo Ami, mirándose apenada al espejo una vez más—. La verdad es que a mí tampoco acababa de convencerme.
Molly suspiró y volvió a ponerse los zapatos.
—Oye, Ami, has dicho que era el último. Vayamos a comer algo o desfalleceré.
—No, me refería a que era el último vestido que me probaría en esta tienda. Aún quedan montones de tiendas por ver.
—¡Ni hablar! —protestó Serena—. Ami, estoy muerta de hambre y a estas alturas todos los vestidos empiezan a parecerme iguales. Necesito un respiro.
—¡Pero se trata de mi boda, Sere!
—Sí, y... —Serena buscó una excusa—. Pero Molly está
embarazada.
—Ah, entonces vale, vayamos a comer algo —aceptó Ami, desilusionada, y se metió en el probador.
Molly dio un codazo a Serena en las costillas.
—Oye, que no estoy enferma, sólo embarazada.
—Es lo único que se me ha ocurrido —dijo Serena con aire cansino.
Las tres amigas se encaminaron lentamente hasta el Bewley’s Café y consiguieron ocupar su mesa preferida junto a la ventana que daba a Grafton Street.
—Odio ir de compras los sábados —se quejó Serena al ver a la gente chocar y apretujarse en la calle.
—Se acabó el ir de compras entre semana, ya has dejado de ser una dama ociosa —bromeó Molly, y cogió un pedazo de sándwich y, comenzó a comer.
—Ya lo sé, y estoy muy cansada, pero esta vez tengo la impresión de haberme ganado el cansancio. No como antes, cuando lo único que hacía era acostarme a las tantas después de ver teleinsomne —dijo Serena con tono alegre.
—Cuéntanos el incidente con los padres de Diamante —dijo Molly con la boca llena.
Serena puso los ojos en blanco.
—Fueron muy groseros con el pobre Seiya.
—Lástima que estuviera durmiendo cuando llamaste. Seguro que si Nephrite hubiese sabido que se trataba de eso me habría despertado — se disculpó Molly.
—No digas tonterías, tampoco fue para tanto. Aunque en aquel momento me lo pareciera.
—Desde luego. No tienen derecho a decirte con quién puedes salir y con quién no —sentenció Molly.
—Molly, no estoy saliendo con él. —Serena intentó dejar las cosas claras—. No tengo intención de salir con nadie por lo menos en los próximos veinte años. Sólo fue una cena de trabajo.
—¡Uuuuu, una cena de trabajo! —exclamaron sus amigas al unísono.
—Sí, ni más ni menos, aunque fue agradable tener un poco de compañía. —Serena sonrió—. Y no os estoy criticando —se apresuró a agregar antes de que tuvieran ocasión de defenderse—. Lo único que digo es que cuando los demás están ocupados resulta agradable tener a alguien con quien charlar. Sobre todo si se trata de compañía masculina, ¿sabéis? Y con él es fácil entenderse y hace que me sienta muy a gusto. Eso es todo.
—Sí, lo entiendo —dijo Molly, asintiendo con la cabeza—. De todos modos te conviene salir y conocer gente nueva.
—¿Y averiguaste algo más sobre su vida? —Ami se inclinó con los ojos brillantes, ávida de nuevos cotilleos—. Es un tanto esquivo ese Seiya. Quizás oculta un enorme secreto. Quizá los fantasmas de su pasado en el ejército estén volviendo para atormentarlo —bromeó.
—Eh... no, Ami, no lo creo. —Serena rió y añadió—: A no ser que sacar brillo a las botas en el campamento de reclutas fuera una experiencia traumática. No tuvo tiempo de hacer mucho más — explicó.
—Me encantan los soldados —dijo Ami con aire soñador.
—Y los pinchadiscos —agregó Molly.
—Oh, y los pinchadiscos, por supuesto —contestó Ami, sonriendo.
—Bueno, sea como fuere le conté mi opinión acerca del ejército —dijo Serena con una sonrisa pícara.
—¡No puede ser! —exclamó Molly.
—¿De qué va esto? —preguntó Ami.
—¿Y qué te dijo? —Molly hizo caso omiso de Ami.
—Se rió.
—¿De qué va esto? —volvió a preguntar Ami.
—De la teoría de Sere sobre el ejército —explicó Molly.
—¿Y cuál es? —preguntó Ami, intrigada.
—Pues que luchar por la paz es como follar por la virginidad.
Las tres rompieron a reír.
—Sí, pero puedes pasarlo bien un montón de horas mientras lo intentas —dijo Ami, haciendo un chiste.
—¿Aún no le habéis cogido el tranquillo? —preguntó Molly.
—No, pero en cuanto se presenta una ocasión lo intentamos, ¿sabes? —contestó Ami, y las tres volvieron a reír—. En fin, Serena, me alegro de que os llevéis bien porque vas a tener que bailar con él en la boda.
—¿Por qué? —Miró a Ami, confusa.
—Porque es tradición que el padrino baile con la dama de honor en la boda —respondió Ami con los ojos brillantes.
Serena soltó un grito ahogado.
—¿Quieres que sea tu dama de honor?
Ami asintió entusiasmada con la cabeza.
—No te preocupes, ya se lo he preguntado a Molly y no le importa —le aseguró Ami.
—¡Me encantaría! —exclamó Serena, muy contenta—. Pero, Molly, ¿seguro que no te importa?
—No te preocupes por mí, me conformo con ser la dama hinchada.
—¡No estarás hinchada! —Serena rió.
—Claro que sí, estaré embarazada de ocho meses. ¡Tendré que pedir prestada a Ami la marquesina de su tienda para ponérmela de vestido!
—Espero que no te pongas de parto durante la boda —dijo Ami abriendo mucho los ojos.
—No te preocupes, Ami, no acapararé la atención del público en tu día. —Molly sonrió—. No saldré de cuentas hasta finales de enero y eso será semanas después.
Ami se mostró aliviada.
—¡Por cierto, se me olvidaba enseñaros la foto del bebé! —añadió Molly con nerviosismo, rebuscando en el bolso. Finalmente sacó una pequeña fotografía de la ecografía.
—¿Dónde está? —preguntó Ami con ceño.
—Ahí —dijo Molly, señalando.
—¡Uau! Es todo un muchachote —exclamó Ami, acercándose la imagen a la cara.
Molly puso los ojos en blanco.
—Ami, eso es una pierna, tonta. Todavía no sabemos el sexo.
—Oh. —Ami se sonrojó—. Bueno, felicidades, Molly. Parece que vas a tener un alienígena precioso.
—Ya vale, Ami —intervino Serena—. Es una foto preciosa.
—Me alegro de oírlo. —Molly sonrió y miró a Ami, que
asintió con la cabeza—. Porque quiero pedirte una cosa.
—¿Qué? —dijo Serena con expresión preocupada.
—Verás, a Nephrite y a mí nos encantaría que fueras la madrina de nuestro bebé.
Serena volvió a ahogar un grito y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¡Oye, no has llorado cuando te he pedido que fueras mi dama de honor! —vociferó Ami.
—¡Oh, Molly, será un honor! —dijo Serena, dando un fuerte abrazo a su amiga—. ¡Gracias por pedírmelo!
—¡Gracias por aceptar! ¡Neph se alegrará mucho!
—Venga, no os echéis a llorar las dos ahora —se quejó Ami, pero Molly y Serena no le hicieron ningún caso y siguieron abrazadas
—. ¡Eh! —exclamó de pronto consiguiendo que dejaran de abrazarse.
—¿Qué?
Ami señaló a través de la ventana.
—¡No puedo creer que nunca me haya fijado en esa tienda de novias de ahí enfrente! Apurad las bebidas que nos vamos ahora mismo —dijo entusiasmada mientras iba recorriendo el escaparate con la mirada.
Molly suspiró y fingió que se desmayaba.
—No puedo, Ami, estoy embarazada...
 
*** En un ratin subo un capítulo más!!

Posdata Te Amo TERMINADAWhere stories live. Discover now