Capítulo 42

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—Oye, Serena, he estado pensando —dijo Ann mientras se retocaban el maquillaje en los lavabos de la oficina antes de dar por concluida la jornada.
—Oh, no. ¿Te ha dolido? —bromeó Serena.
—Ja, ja —musitó Ann secamente—. No, en serio, he estado pensando sobre el horóscopo del número de este mes y creo que, aunque resulte inquietante, puede que Tracey haya acertado.
—¿Por qué? —inquirió Serena con escepticismo.
Ann soltó el pintalabios y se volvió hacia Serena.
—Bien, primero está lo del hombre alto, moreno y guapo con el que has empezado a salir...
—No estoy saliendo con él, sólo somos amigos —puntualizó Serena por enésima vez.
Ann puso los ojos en blanco.
—Lo que tú digas. En fin, luego...
—No salgo con él —repitió Serena.
—Ya, ya —dijo Ann, incrédula—. Da igual, luego...
Serena arrojó su bolsa de pinturas contra el lavabo.
—Ann, no estoy saliendo con Seiya.
—Vale, vale. —Ann levantó las manos a la defensiva—. ¡Ya lo he pillado! ¡No sales con él pero por favor deja de interrumpirme y escucha! —Aguardó a que Serena se calmara. Luego añadió—: Bien, también dijo que tu día de suerte sería un martes y hoy es martes...
—Uau, Ann, me parece que ahí sí que das en el clavo —dijo Serena con sarcasmo mientras se aplicaba perfilador de labios.
—¡Escúchame! —exclamó Ann con impaciencia y Serena se calló
—. Y aseguró que el azul era tu color de la suerte. Y resulta que hoy, martes, te ha invitado un hombre alto, moreno y guapo al lanzamiento de Blue Rock.
Ann se mostró complacida con sus conclusiones.
—¿Y qué? —respondió Serena, nada impresionada.
—Que es una señal.
—Una señal de que la blusa que llevaba aquel día era azul, motivo por el que Tracey eligió este color en concreto, y resulta que la llevaba porque mis otras blusas estaban sucias. Y eligió el día de la semana al azar. No significa nada, Ann.
Ann suspiró.
—Mujer de poca fe.
Serena se echó a reír.
—Bueno, si tengo que creerme tu teoría aunque sea una chorrada, entonces no hay duda de que a Brian va a tocarle la lotería y que además será el objeto de deseo de todas las mujeres del planeta.
Ann se mordió el labio y la miró con aire inocente.
—¿Qué? —preguntó Serena, consciente de que Ann estaba tramando algo.
—Verás, hoy Brian ha ganado cuatro euros en el rasca-rasca.
—¡No me digas! —se mofó Serena—. Bueno, aún nos queda por resolver el grave problema de que al menos un ser humano lo encuentre atractivo.
Ann guardó silencio.
—¿Y ahora qué pasa? —inquirió Serena.
—Nada. —Ann se encogió de hombros y sonrió.
—¡No es posible! —exclamó Serena, estupefacta.
—¿Qué no es posible? —El rostro de Ann se iluminó.
—Te gusta, ¿verdad? ¡No puedo creerlo!
Ann se encogió de hombros.
—Es simpático.
—¡Oh, no! —Serena se tapó la cara con las manos—. Estás llevando esto demasiado lejos sólo para demostrarme que tienes razón.
—No estoy intentando demostrar nada.
—Pues entonces, ¡no puedo creer que te guste!
—¿A quién le gusta quién? —preguntó Tracey al entrar en el lavabo.
Ann negó enérgicamente con la cabeza a Serena, rogándole que no se lo dijera.
—A nadie —murmuró Serena, mirando a Ann con cara de pasmo.
¿Cómo era posible que a Ann le gustara el más canalla de los canallas?
—Eh, ¿os habéis enterado de que Brian ha ganado dinero en el rasca-rasca? —preguntó Tracey desde el retrete.
—Es lo que estábamos comentando —dijo Ann, sonriendo.
—A ver si al final resultará que tengo poderes paranormales, Serena.
Tracey rió y tiró de la cadena. Ann le guiñó el ojo a Serena en el espejo y ésta se dirigió a la salida.
—Venga, Ann, más vale que vayamos tirando no vaya a ser que el fotógrafo se enoje si tiene que esperarnos.
—Está aquí —explicó Ann, aplicándose rímel.
—No lo he visto.
—En todo caso no la has visto. Es una chica.
—Muy bien, pero ¿dónde está?
—¡Sorpresa! —anunció Ann, sacando una cámara del bolso.
—¿Tú eres la fotógrafa? —Serena rió—. En fin, al menos perderemos juntas el empleo cuando se publique el artículo —dijo por encima del hombro mientras se dirigía hacia su despacho.
Serena y Ann se abrieron paso a empujones entre el gentío que abarrotaba el pub Hogan’s y subieron al Club Diva. Serena soltó un grito ahogado al acercarse a la puerta. Un grupo de muchachos musculosos en traje de baño tocaban unos tambores hawaianos para dar la bienvenida a los invitados. Junto a ellos, unas modelos muy delgadas que lucían bikinis minúsculos recibieron a las chicas en la entrada colgándoles collares de flores multicolores.
—Esto es como estar en Hawai —dijo Ann mientras sacaba instantáneas con su cámara—. ¡Oh, Dios mío! —exclamó al entrar en el club.
Serena apenas reconoció el local, lo habían transformado por completo. Una fuente enorme presidía la entrada. El agua de color azul discurría entre unas rocas, creando la ilusión de una cascada en miniatura.
—¡Mira, esto es Blue Rock! —exclamó Ann, y se echo a reír—. Muy ingenioso.
Serena sonrió, menudas dotes de observación periodística las suyas.
No había caído en que el agua era en realidad la bebida. Entonces le entró el pánico. Seiya no le había contado nada de todo aquello, lo que significaba que tendría que adaptar el artículo para poder entregárselo a Chris al día siguiente. Echó un vistazo por el club en busca de Ami y Taiki y localizó a su amiga posando con su novio para un fotógrafo, mostrando orgullosa su anillo de compromiso a la cámara. Serena no pudo evitar reír al ver que actuaban como una pareja de famosos.
El personal del bar también lucía bañadores y bikinis y formaba una fila en la entrada sosteniendo bandejas con bebidas azules. Serena cogió una copa de una bandeja y bebió un sorbo. Procuró no torcer el gesto al notar el sabor dulzón, ya que un fotógrafo estaba inmortalizando el momento de probar la nueva bebida rompehielos.
Tal como había dicho Seiya, el suelo estaba cubierto de arena para recrear el ambiente de una fiesta en la playa. En cada mesa habían plantado una enorme sombrilla de bambú, los taburetes de la barra eran timbales altos y por todas partes flotaba un delicioso aroma a barbacoa. A Serena se le hizo la boca agua en cuanto vio a los camareros que distribuían carne asada por las mesas. De inmediato se dirigió hacia la mesa más cercana, se sirvió un pincho y le hincó el diente con gusto.
—Así pues, era verdad que comes.
Serena se encontró delante de Seiya. Masticó valientemente y tragó lo que tenía en la boca.
—Hola. No he probado bocado en todo el día, de modo que estoy desfallecida. Oye, esto es genial —dijo mirando alrededor para desviar la atención de Seiya.
—Sí, la verdad es que ha quedado bien.
Seiya estaba complacido. No iba vestido como los miembros de su personal, llevaba tejanos descoloridos y una camisa hawaiana azul con grandes flores amarillas y rosas. Aún no se había afeitado y Serena se preguntó cuán doloroso sería besarlo con aquella barba de tres días.
Por supuesto, no es que ella deseara hacerlo. Alguna otra quizá, pero ella... De pronto se sintió molesta al plantearse aquella cuestión.
—¡Eh, Sere, deja que os haga una foto a ti y al hombre alto, moreno y guapo! —gritó Ann, corriendo hacia ella con la cámara.
Al oírlo, Serena creyó morir de vergüenza. Seiya se echó a reír y luego comentó:
—Deberías traer a tus amigas por aquí más a menudo.
—No es mi amiga —repuso Serena entre dientes, y posó al lado de Seiya para la foto.
—Un momento —dijo Seiya, tapando el objetivo de la cámara con la mano. Cogió una servilleta de la mesa y limpió la grasa y la salsa barbacoa de la cara de Serena, que sintió un hormigueo en la piel mientras una oleada de calor le recorría el cuerpo. Se convenció de que se debía al hecho de haberse ruborizado.
—Listos —dijo Seiya, sonriéndole. Le rodeó los hombros con el brazo y miró a la cámara.
Luego Ann se esfumó sacando fotos a diestro y siniestro. Serena se volvió hacia Seiya.
—Seiya, quería pedirte perdón otra vez por lo que ocurrió la otra noche. Los padres de Diamante fueron muy groseros contigo y siento mucho que te incomodaran.
—No tienes por qué disculparte otra vez, Sere. De hecho, no hay nada que perdonar. Si me incomodé, fue sólo por ti. No deberían atreverse a decirte con quién debes o no debes salir. En cualquier caso, si estabas preocupada por mí, olvídalo.
Sonrió y apoyó las manos en los hombros de Serena como si fuese a añadir algo más, pero alguien lo llamó desde el bar y se marchó a resolver el problema.
—Pero no estoy saliendo contigo —masculló Serena.
Si también debía convencer a Serena de aquello, entonces realmente tenían un problema. Confiaba en que él no diera a la cena más importancia de la que tenía. La había llamado casi a diario desde entonces y ella advirtió que esperaba el momento con ilusión. Volvía a tener aquella inquietud en un recoveco de la mente. Se encaminó con aire distraído hacia Ami y se sentó a su lado en la tumbona donde ésta bebía sorbos del brebaje azul.
—Mira, Sere, he reservado esto para ti. —Señaló hacia la colchoneta hinchable que había en el rincón y ambas se echaron a reír al recordar la gran aventura vivida en el mar cuando fueron de vacaciones.
—¿Qué opinas de la nueva bebida? —preguntó Serena, indicando la botella.
—H0rtera —contestó con indiferencia—. Sólo he tomado unas pocas y la cabeza ya me da vueltas.
Ann llegó corriendo hasta ellas arrastrando a un hombre muy musculoso cubierto con un minúsculo bañador. Uno de sus bíceps era del tamaño de la cintura de Ann. Ésta le pasó la cámara a Serena.
—Sácanos una foto, ¿quieres?
Serena pensó que aquélla no era la clase de fotos que Chris esperaría para el artículo, pero no dudó en complacer a Ann.
—Es para el salvapantallas del ordenador de la oficina —explicó Ann a Ami.
Serena disfrutó de la velada charlando y riendo con Ami y Taiki, mientras Ann corría de aquí para allá sacando fotos a todos los modelos semidesnudos. Serena aún se sentía culpable por haberse molestado con Taiki durante el concurso de karaoke de hacía ya unos cuantos meses. Era un hombre muy tierno y él y Ami formaban una pareja encantadora. Por otro lado, apenas tuvo ocasión de hablar con Seiya, pues estaba demasiado ocupado atendiendo sus obligaciones.
Observó que cuando daba órdenes a sus empleados éstos se ponían manos a la obra de inmediato. Saltaba a la vista que inspiraba un gran respeto al personal. Conseguía que todo funcionara. Cada vez que lo veía dirigirse hacia ellos alguien lo detenía para entrevistarlo o simplemente para charlar. La mayoría de las veces lo interceptaban muchachas delgadas en bikinis. Eso molestaba a Serena, que miraba hacia otra parte.
—No sé cómo me las arreglaré para escribir este artículo —dijo Serena a Ann al salir del local.
—No te preocupes, Sere, lo harás bien. Sólo son ochocientas palabras, ¿no?
—Sí, sólo —replicó Serena sarcásticamente—. El caso es que hace unos días escribí un borrador del artículo gracias a la información que me dio Seiya. Pero después de ver todo esto, tendré que cambiarlo de cabo a rabo. Y sudé tinta para escribir la primera versión.
—Te tiene muy preocupada, ¿verdad?
Serena suspiró.
—No sé escribir, Ann. Nunca se me ha dado bien poner las cosas por escrito ni describir cómo son exactamente.
—¿Tienes el artículo en la oficina? —inquirió Ann con aire reflexivo.
Serena asintió con la cabeza.
—¿Por qué no vamos ahora? Le echaré un vistazo y si es necesario le haré un par de retoques.
—¡Oh, Ann, muchas gracias! —dijo Serena, abrazándola aliviada.
 
A la mañana siguiente Serena se sentó delante de Chris y lo observó, nerviosa, mientras él leía el artículo con cara de pocos amigos. Ann no había efectuado sólo unos pocos cambios en el artículo, lo había rescrito de arriba abajo y, en opinión de Serena, el resultado era increíble. Ameno al tiempo que informativo, también explicaba la velada tal como había sido, cosa que Serena hubiese sido incapaz de hacer. Ann era una escritora de mucho talento y Serena no comprendía por qué trabajaba en la recepción de una revista en lugar de escribir para la publicación.
Finalmente Chris terminó de leer, se quitó las gafas lentamente y miró a Serena. Ésta se retorcía las manos en el regazo, sintiéndose como si hubiese copiado en un examen del colegio.
—Serena, no sé qué estás haciendo vendiendo publicidad —dijo Chris—. Eres una escritora fantástica, ¡me encanta! Es pícaro y divertido, y sin embargo expone lo esencial. Es fabuloso.
Serena esbozó una débil sonrisa.
—Eh... gracias.
—Tienes un talento maravilloso. Me cuesta creer que quisieras ocultármelo.
Serena mantuvo la misma sonrisa importada.
—¿Qué te parecería escribir para nosotros de vez en cuando?
El rostro de Serena palideció.
—Verás, Chris, en realidad me interesa mucho más la publicidad.
—Sí, por supuesto, y también te pagaré más por eso. Pero si alguna vez volvemos a quedar colapsados, al menos sé que cuento con otro escritor de talento en el equipo. Buen trabajo, Sere. —Sonrió y le tendió la mano.
—Gracias —repitió Serena, estrechándola con escaso aplomo—. Será mejor que vuelva al trabajo.
Se levantó de la silla y salió del despacho.
—¿Qué? ¿Le ha gustado? —preguntó Ann, levantando la voz al cruzarse con ella en el pasillo.
—Eh... sí, le ha encantado. Quiere que escriba más.
Serena se mordió el labio, sintiéndose culpable por acaparar todo el mérito.
—Oh. —Ann apartó la vista—. Vaya, para que luego digas que no tienes suerte. —Y siguió caminando hacia su escritorio.
 
***Hasta los siguientes capítulos!!!

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