Capítulo 35

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Serena detuvo el coche en el sendero del jardín y suspiró antes de apearse. Sabía que debería haber sido ella quien fuera a visitar a Molly y ahora la situación sería aún más incómoda. Se encaminó hacia el coche de su amiga y se sorprendió al ver que quien bajaba era Nephrite. Ella no estaba. El corazón le dio un brinco, confió en que Molly estuviera bien.
—Hola, Sere —saludó Neph, muy serio, cerrando el coche con un portazo.
—¡Nephrite! ¿Dónde está Molly? —preguntó Serena.
—Acabo de dejarla en el hospital —dijo Nephrite, caminando despacio hacia Serena.
Serena se tapó la boca con las manos y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¡Oh, Dios mío! ¿Está bien?
—Sí, sólo se trata de una revisión —contestó Nephrite, sorprendido por la pregunta—. Iré a recogerla cuando salga de aquí.
Serena dejó caer las manos a los lados.
—Ah —musitó sintiéndose estúpida.
—Oye, si tan preocupada estás por ella, deberías llamarla.
Nephrite mantenía la cabeza alta y sus gélidos ojos azules la miraban de hito en hito. Serena se fijó en cómo apretaba la mandíbula. Le sostuvo la mirada hasta que la intensidad de la de Nephrite la venció. Se
mordió el labio sintiéndose culpable.
—Sí, ya lo sé. ¿Por qué no entramos y preparo una taza de té?
En cualquier otra ocasión se hubiese reído de sí misma por decir eso, se estaba convirtiendo en uno de ellos.
Pulsó el interruptor de la tetera eléctrica y preparó el servicio de té mientras Nephrite se sentaba a la mesa.
—Molly no sabe que estoy aquí. Te agradecería que no le dijeras nada.
Serena se sintió aún más disgustada. Molly no lo había enviado en su busca. Ni siquiera quería verla, seguro que ya daba por perdida su amistad.
—Te echa de menos, ¿sabes?
Nephrite seguía mirándola fijamente y sin pestañear.
Serena llevó las tazas a la mesa y se sentó.
—Yo también.
—Ha pasado mucho tiempo, Sere, y sabes tan bien como yo que antes hablabais casi a diario.
Nephrite cogió la taza que le tendía y la dejó delante de él.
—Las cosas eran muy distintas entonces, Nephrite —dijo Serena, enojada. ¿Nadie comprendía lo que sentía? ¿Acaso era la única persona cuerda que quedaba en el mundo?
—Oye, todos sabemos por lo que has pasado... —comenzó Nephrite.
—Ya sé que todos sabéis por lo que he pasado, Nephrite. Eso está clarísimo. ¡Pero nadie parece comprender que todavía estoy pasando por ello!
Se hizo el silencio.
—Eso no es verdad —repuso Nephrite en voz más baja, y fijó la vista en la taza que hacía girar encima de la mesa.
—Sí que lo es. No puedo seguir adelante con mi vida como hacéis vosotros y fingir que no ha pasado nada.
—¿Eso es lo que crees que estamos haciendo?
—Bueno, si quieres, echemos un vistazo a las pruebas —dijo Serena sarcásticamente—. Molly va a tener un bebé y Ami va a casarse...
—Sere, eso se llama vivir —la interrumpió Nephrite, y levantó la vista de la mesa—. Al parecer has olvidado en qué consiste. Mira, sé que esto es difícil para ti porque también sé lo difícil que me resulta a mí. Yo también echo de menos a Diamante. Era mi mejor amigo. Fuimos vecinos toda la vida. Fui al parvulario con él, por Dios bendito. Fuimos juntos a la escuela primaria y a la escuela secundaria, y jugamos en el mismo equipo de fútbol. ¡Fui su padrino de boda y él el mío! Cada vez que tenía un problema acudía a Diamante, cada vez que tenía ganas de divertirme acudía a Diamante. Le conté algunas cosas que jamás le hubiese contado a Molly y él me contó otras que jamás te hubiese contado a ti. Que no estuviera casado con él no significa que no me sienta tan mal como tú. Pero el hecho de que haya muerto no significa que yo también tenga que dejar de vivir.
Serena se quedó anonadada. Nephrite hizo girar su silla para situarse de cara a ella. Las patas de la silla chirriaron rompiendo el silencio. Nephrite respiró hondo antes de seguir hablando.
—Sí, es difícil. Sí, es horrible. Sí, es lo peor que ha ocurrido en toda mi vida. Pero no puedo darme por vencido. No puedo dejar de ir al pub sólo porque habrá dos tíos riendo y bromeando en los taburetes que solíamos ocupar Diam y yo, y no puedo dejar de ir al fútbol sólo porque sea algo que solíamos hacer juntos. Lo recuerdo todo perfectamente y sonrío, pero no puedo dejar de ir.
Los ojos de Serena se humedecieron.
—Molly sabe que estás dolida y lo comprende, pero tú debes de entender que éste es un momento tremendamente importante de su vida y que necesita que su mejor amiga la ayude a superarlo —añadió
Nephrite—. Necesita tu ayuda tanto como tú la suya.
—Lo intento, Neph —musitó Serena, incapaz de contener el llanto.
—Ya sé que lo haces. —Se inclinó hacia delante y le cogió las manos—. Pero Molly te necesita. Evitar la situación no va a ayudar a nadie ni a nada.
—Hoy he ido a una entrevista de trabajo —dijo Serena, haciendo pucheros como una niña.
Nephrite procuró disimular su sonrisa.
—Eso sí que es una buena noticia, Sere. ¿Y cómo te ha ido?
—Fatal —contestó tratando de serenarse.
Nephrite se echó a reír. Guardó unos segundos de silencio antes de volver a hablar.
—Está embarazada de casi cinco meses.
—¿Qué? —Serena levantó la vista, sorprendida—. ¡No me lo había dicho!
—Tenía miedo de hacerlo —dijo Nephrite con delicadeza—. Pensó que quizá te enfadarías con ella y no volverías a dirigirle la palabra.
—Menuda estupidez por su parte pensar algo así —replicó Serena, enjugándose las lágrimas con brusquedad.
—¿Ah, sí? —Nephrite enarcó las cejas—. ¿Y qué estás haciendo ahora si no?
Serena desvió la mirada.
—Tenía intención de llamarla, de verdad. Cada día descolgaba el teléfono, pero me veía incapaz de hacerlo. Entonces me decía que la llamaría al día siguiente y al día siguiente estaba atareada... Oh, lo siento, Neph. De verdad que me alegro por vosotros dos.
—Gracias, pero no soy yo quien necesita oír esto.
—¡Ya lo sé, pero me he portado de forma espantosa! ¡Nunca me lo perdonará!
—Venga, no seas tonta, Molly. Estamos hablando de Molly. Lo olvidará todo de un día para otro.
Serena arqueó las cejas, esperanzada.
—Bueno, quizá no de un día para otro. Tal vez al cabo de un año... Y te lo hará pagar caro, pero con el tiempo te perdonará...
Sus ojos gélidos se suavizaron y brillaron con afecto.
—¡Basta! —exclamó Serena, sonriendo y dándole un golpe en el brazo ¿Puedo ir a verla contigo?
 
Serena se puso muy nerviosa cuando se detuvieron delante del hospital. Vio que Molly estaba sola fuera, mirando alrededor en espera de que fueran a recogerla. Estaba tan guapa que Serena no pudo por menos de sonreír al ver a su amiga. Molly iba a ser madre. Le costaba creer que ya estuviera embarazada de cinco meses. ¡Aquello significaba que estaba de tres meses cuando se marcharon de vacaciones y no había dicho una palabra! Y, aún más importante, Serena no podía creer que hubiese sido tan estúpida como para no percatarse de los cambios en su amiga. Por supuesto, no iba a tener barriga a los tres meses de embarazo pero ahora, al verla vestida con un polo y unos tejanos, ya se notaba un pequeño bulto. Y le quedaba bien. Serena se apeó del coche y Molly se paralizó.
Oh, no, Molly iba a gritarle. Iba a decirle que la odiaba, que nunca más quería volver a verla y que era una mala amiga y que...
Molly sonrió y le tendió los brazos.
—Ven aquí y dame un abrazo, tontaina —dijo dulcemente.
Serena corrió a su encuentro. Mientras su amiga la abrazaba con fuerza, se le saltaron las lágrimas de nuevo.
—Oh, Mol, perdóname, soy detestable. Lo siento mucho mucho mucho, por favor, perdóname. En ningún momento he tenido intención de... —Cállate, quejica, y abrázame.
Molly también lloró, la voz en suspense, y ambas permanecieron estrechamente abrazadas mientras Nephrite las miraba.
Nephrite carraspeó sonoramente.
—Tú, ven aquí —le ordenó Serena sonriendo, y lo incluyó en el abrazo.
—Supongo que esto ha sido idea tuya —dijo Molly, mirando a su marido.
—Qué va —contestó Nephrite, y le guiñó el ojo a Serena, me encontré con ella por la calle y me ofrecí a acompañarla...
—Sí, claro —ironizó Molly, cogiendo del brazo para dirigirse hacia el coche—. Bueno, desde luego me has traído compañía, dijo sonriendo.
—¿Qué te han dicho? —preguntó Serena, inclinándose al asiento desde la parte trasera del coche como una niña excitada. ¿Qué es?
—Bueno, no vas a creerlo, Sere. —Molly se volvió tan nerviosa como su amiga—. El doctor me ha dicho... y le... Según parece es uno de los mejores... En fin, me ha dicho...
—¡Venga! —la apremió Serena, ansiosa por saberlo.
—¡Dice que es un bebé!
Serena puso los ojos en blanco.
—Oh, vamos. Lo que quiero saber es si es niño o niña.
—De momento es ello. Todavía no están seguros.
—Pero querrás saber qué será «ello» cuando pueda verlo.
Molly arrugó la nariz.
—No lo sé, la verdad.
Molly miró a Nephrite y ambos sonrieron con complicidad.
Serena sintió una previsible punzada de envidia y se quedó sin decir nada para que se le pasara. Los tres fueron a casa. Serena y Molly no estaban dispuestas a separarse enseguida después haberse reconciliado. Tenían mucho que contarse. Sentadas a la mesa de Serena, recuperaron el tiempo perdido.
—Molly, hoy Sere ha ido a una entrevista de trabajo, dijo Nephrite cuando por fin le dejaron hablar.
—¿En serio? ¡No sabía que ya estuvieras buscando trabajo!
—Es la nueva misión que me ha encomendado Diam, dijo Serena sonriendo.
—Vaya, ¿ése el mensaje de este mes? ¡Me moría de ganas! ¿Y cómo te ha ido?
Serena torció el gesto y apoyó la cabeza en las manos.
—Ha sido horrible, Molly. He hecho un ridículo...
—¿De verdad? —Molly sonrió—. ¿En qué consistía?
—Vender espacio publicitario para la revista X.
—¡Uau, es muy buena! En el trabajo todos la leemos.
—A mí no me suena. ¿Qué clase de revista es? —preguntó Nephrite.
—Oh, hay un poco de todo: moda, deporte, cultura, comida, críticas... De todo, en realidad.
—Y anuncios —bromeó Serena.
—Bueno, no van a tener anuncios muy buenos si Serena Kennedy no trabaja para ellos —dijo Molly con gentileza.
—Gracias, pero me temo que no voy a trabajar ahí.
—¿Por qué? ¿En qué te has equivocado durante la entrevista? No puedes haberlo hecho tan mal.
Molly la miró intrigada mientras cogía la tetera.
—Qué quieres que te diga, me parece lamentable que cuando el entrevistador te pregunta si has trabajado en una revista o un periódico le digas que una vez  publicaste un boletín informativo para una empresa de mierd@. —Serena apoyó la cabeza en la mesa.
Molly rompió a reír.
—¿Un boletín informativo? Espero que no te refieras a aquella porquería de folleto que imprimiste en tu ordenador para anunciar aquel desastre de empresa.
Nephrite y Molly se partían de la risa.
—Al fin y al cabo, servía para anunciar la empresa...
Serena se sumó a las risas sintiéndose un tanto avergonzada.
—¿Te acuerdas? ¡Nos hiciste salir a todos a repartirlos por los buzones de las casas cuando llovía a cántaros y hacía un frío de miedo! ¡Tardamos días en distribuirlos!
—Yo sí me acuerdo —dijo Nephrite si parar de reír—. ¿Recuerdas que una noche nos mandaste a Diamante y a mi a repartir cientos de folletos?
—Si... —contesto Serena, temerosa de lo que iba a añadir Nephrite.
—Bueno, pues terminaron en el contenedor que hay detrás del pub de Bob y entramos a tomar unas cervezas. —Volvió a reír al recordarlo y Serena se quedo atónita.
—¡Vaya par de cabrones! —exclamó— ¡por vuestra culpa la empresa quebró y me quedé sin trabajo!
—Yo más bien diría que quebró en cuanto la gente vio aquellos folletos, Sere —terció Molly, tomándole el pelo— de todos modos, aquel sitio era un antro, te quejabas todos los días.
—Como si fuese el único empleo del que se ha quejado Sere —bromeó Nephrite, sin falta de razón.
—Si ya, pero no me habría quejado de éste —dijo Serena con tristeza.
—Hay un montón de empleos ahí fuera —le aseguró Molly—, sólo te falta coger un poco de soltura en las entrevistas. —Y que lo digas.
Serena clavó la cucharilla en el azucarero. Se quedaron callados un rato.
—Publicaste un boletín informativo —repitió Nephrite al cabo de unos minutos, echándose a reír otra vez.
—Cierra el pico —replicó Serena, avergonzada—. Oye, ¿qué otras cosas hicisteis tú y Diamante sin que yo me enterara? —inquirió.
—Ah, un verdadero amigo nunca revela secretos —bromeó Nephrite, y sus ojos brillaron con nostalgia.
Pero ya se había abierto una brecha. Y después de que Serena y Molly amenazaran con torturarlo hasta sonsacarle alguna anécdota aquella noche Serena se enteró de más cosas sobre su marido de las que jamás hubiese imaginado. Por primera vez desde que Diamante había fallecido, los tres pasaron la noche juntos riendo y Serena por fin aprendió a hablar sin reparo de su marido. Antaño solían reunirse los cuatro: Serena, Diamante, Molly y Nephrite. En aquella ocasión sólo tres de ellos estaban juntos, recordando a quien habían perdido. Y gracias a su conversación estuvo vivo para ellos toda la noche. Pronto volverían a ser cuatro, cuando llegara el bebé de Molly y Nephrite.
La vida continuaba.
 
***En un ratin subo el siguiente capítulo !!!

Posdata Te Amo TERMINADAWhere stories live. Discover now