49- Una fogata, una guitarra, una canción

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Vanessa
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Escuchar el sonido de las aves apenas despiertas es algo demasiado satisfactorio y mágico, y más aquí, que es un lugar que enserio puede sanar el alma.

Prácticamente llevamos casi dos meses aquí y acostumbrarse es rápido. No tener esa tendencia de levantarse para ir a la escuela y no escuchar la alarma es de lo mejor, ¡ni siquiera recuerdo cómo se toma un lápiz para escribir! Ay por Dios. Y saber que en días tendremos que irnos.

Los meses pasan volando, y si te diviertes más.

Me siento en la cama y miro por la ventana. El día está hermoso.

¡Así que a levantarse!

Busco en mi clóset un vestido azul con flores blancas. La tela es suave así que para la calor es muy fresca.

—¡Vanessa, mueve! —Melissa grita desde afuera de la habitación.

Y ni me he duchado.

Luego que de hago todas mis necesidades salgo de la habitación y me encuentro con los chicos sentados y cara de pocos amigos.

—¿Hola? —sonrío inocentemente.

—Dios, ya me empezaban a salir canas —la morena resopla.

—Disculpen, ¿sí? Es que desperté y... el sonido de las aves me distrajo, un poco.

—¿Sólo un poco, Vanessa? —Henry enarca una ceja.

—Bueno, fue mucho, es que el canto de las aves es algo demasiado satisfactorio y hace que te sientas en paz —cruzo mis brazos.

—Es cierto lo que dice Vanessa, pero ustedes son unos incultos que no disfrutan de la naturaleza —Bryan se levanta y me abraza por detrás, Melissa vuelve a rodar sus ojos.

—Vamos a desayunar, por favor, necesito comida.

—Todos la necesitamos —el poetizado asiente varias veces y es el primero en salir de la casa, nosotros hacemos lo mismo.

Por el pasillo caminan varias personas que se dirigen hacia donde nosotros vamos, el comedor.

¿Y quién no quiere desayunar? Es la comida más importante del día, además, si te despiertas vas a tener hambre, y es importante comer cuando tienes hambre, lástima que a veces no se puede.

Llegamos al comedor y nos sentamos en una de las mesas pegadas al ventanal. Los meseros no tardan en traer el desayuno y nosotros no tardamos en comenzar a desayunar.

—¿Saben qué es lo que más voy a extrañar de el campamento? —Henry nos pregunta y todos lo atendemos para que responda—, pues la comida.

—Mmm... yo igual, pero creo que no hay como la comida que nuestras madres preparan en casa y cada día nosotros la tenemos en la mesa —le digo—. Es cierto que la comida de aquí es deliciosa, pero extraño la de mamá.

—Sí, es cierto —Melissa asiente—, extraño mucho la comida que mamá hace, y más extraño sus buenas noches y sus abrazos cada día. No quiero irme porque sé que extrañaré este lugar que siempre estará en mi corazón, pero extraño más a mis padres, a nuestra zona, lo extraño todo, y necesito volver.

—Profundo eso —Víctor ríe—. Y yo extraño escribir, demasiado, es que en estos dos meses se han acumulado demasiadas ideas en mí cabeza, necesito mi teléfono y a mis seguidores. Pero como todos, necesito a mis padres.

—Jamás nos los presentaste —Henry entrecierra sus ojos mirando al poetizado.

—¡Es que siempre nos la pasabamos en tu casa, en la de Vane o en la de Melissa!

Esencia✔On viuen les histories. Descobreix ara