46

979 89 12
                                    

–¿No cree que pueda sobrevivir? –preguntó Gilbert preocupado.

–Me temo que las probabilidades son mínimas, el golpe en la cabeza fue duro.

Pasamos toda la mañana curando los golpes de la mujer, inmovilizamos su brazo y rodilla rotos y esperamos a que despertara.

El doctor y Gilbert salieron a atender otro caso en otro pequeño consultorio mientras yo cuidaba a la mujer, cada quince minutos checaba sus signos vitales, pues tenía miedo de que estuviera muerta.

Después de un rato que me pareció eterno, la mujer abrió los ojos lo poco que pudo.

–Despertó –dije feliz–, ¿quiere ver a sus padres?

–¿E-en dónde estoy? No morí –dijo con un hilo de voz.

–Afortunadamente no, tranquila.

–Tengo mucho dolor –dijo con una lágrima en la mejilla.

–Tranquila, le administraremos mas morfina –dije yendo rápidamente a tomar una dosis.

–No, me duele mi corazón de tanta tristeza, mas que el dolor físico.

Me sentía confundido, no entendía como alguien que tenía golpes y fracturas dolorosas podía decir que le dolía mas estar triste, recordé el dolor de cuando tuve apendicitis y no podía imaginar algo peor que eso, nisiquiera cuando estuve demasiado triste por el acoso que recibía por mis compañeros.

–¿Qué necesita que haga por usted? –pregunté tranquilamente.

–Lo que quiero no creo que usted pueda hacerlo, a menos que me diga que si me puede dar una dosis de veneno para morir ahora mismo.

Me quedé helado, la mujer de verdad lo estaba pasando mal, tanto para pedir una dosis de veneno, entonces entendí que ella quiso quitarse la vida, por eso se lanzó del caballo.

–¿Quiere hablar de cuál es el problema que la tiene así tan triste?

–Es que no hay nada de que hablar... Todo en mi vida marcha bien, tengo un buen esposo, un hijo ejemplar, mis padres... Pero hay días en que siento demasiada tristeza, mi esposo estaba muy preocupado, soy una tonta ¿no? ¿Por qué sentirme triste cuando tengo todo?

Pensé sus palabras por unos momentos, tratando de encontrar una explicación a su última pregunta, pero no tenía una solución, no tenía modo de explicarle por qué ocurría eso.

De pronto Gilbert y el doctor entraron, al ver a la mujer despierta la saludaron.

–Me alegro que haya despertado –dijo el doctor.

–Quisiera no haberlo hecho –dijo la mujer.

Gilbert me miró desconcertado.

–Sé que le duele, pero va a pasar, se sentirá mejor –dije.

–No chico, no creo poder volver a estar bien.

El doctor nos indicó salir, ahí le conté mi conversación con la mujer, el doctor se quedó pensativo, pero no dijo nada, mantuvo un gesto solemne.

–¿Por qué ocurre esto, doctor? –pregunté.

–No lo sé, yo sólo ayudo con heridas físicas y enfermedades, no es la primera vez que atiendo a alguien quien por tristeza se hizo daño. La gente a veces es muy mala y le hacen daño a otros hasta el punto que quieren quitarse la vida.

–Pero ella está bien, ella tiene todo en la vida, no lo entiendo.

–Hay cosas que simplemente no tienen explicación.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDOWhere stories live. Discover now