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Me acerqué a Diana y la miré a los ojos, ella no pudo sostener mi mirada por mucho tiempo y miró hacia otro lado.

–Diana quiero preguntarte algo ¿puedo?

–Claro, lo que quieras –dijo nerviosa.

–Puedo notar cierta tensión así que quiero saber ¿te gusto? –Diana se ruborizó mas que nunca, clavó la mirada al piso pero no dijo nada, la tomé de una mejilla y levanté su mirada hacia mi– Supongo que eso es un si. Sé que es pronto para salir o algo, pero podemos empezar a conocernos, puedo acompañarte a casa.

–¿De verdad? –por fin habló pero sonaba confundida.

–Si, me di cuenta que eres muy linda y eres preciosa, así que ¿aceptas?

–Si Nov –dijo en un susurro–, pero no creo que mis padres acepten una relación, ¿puede ser un secreto?

–Por mi está bien –dije.

Por la noche algunos partieron a un hotel pagado por la tía Josephine, el resto nos quedamos en la casa.

Mis padres tenían una habitación, Bash y Mary otra. Yo no tuve otra opción que quedarme en una habitación con Gilbert. Diana, January y Anne estaban juntas en otra.

–Fue una gran fiesta, me alegra que todo haya salido como lo planeamos –dijo Gilbert quitándose las botas.

–Lo fue –dije solamente.

–Tu padre se pasó de copas al parecer.

–Que te puedo decir, es todo un Herbert.

–¿No era Lacroix? –preguntó Gilbert.

No tenía ganas de hablar pero tampoco podía ignorarlo.

–Es que es adoptado, el señor y señora Lacroix lo adoptaron porque su verdadero padre era un alcohólico. Aunque no son mis abuelos de sangre ellos me quieren como si lo fuera.

–Vaya, no sabía eso cuando hablabas de tus abuelos. ¿Y tus abuelos maternos?

–No lo sé, no los conozco, se fueron a Europa después de la muerte de mi tío, estaban demasiado dolidos, mi madre fue la única que se quedó en Estados Unidos.

–¿Por qué se quedó?

–Porque ella no quería alejarse de las tierras donde vivió su hermano favorito. De todas maneras tuvo que hacerlo ahora que estamos en Avonlea.

–Entonces tu sangre no proviene de Avonlea...

–Si, si tengo sangre de esta isla, el señor Herbert tenía sangre de aquí, su padre (mi bisabuelo sanguíneo) era amigo de mis bisabuelos en Avonlea y juntos se mudaron a Estados Unidos, allá nacieron mi abuelo de sangre y mi abuela adoptiva, ella conoció allá a mi abuelo Lacroix, se casaron y frecuentaban al señor Herbert, pero al verlo caer en el alcohol y ver como maltrataba a mi padre, lo adoptaron... Mi abuela siguió visitando Avonlea en su juventud y con mi papá de niño, hasta que mis padres se enamoraron y ya empezaron a disfrutar de su vida allá.

–¿Y tus padres se conocieron en la misma zona?

–Haces muchas preguntas –respondí con dolor de cabeza.

–Lo siento, ahora que estoy saliendo con Jan quiero conocer sus raíces y también porque me interesa por ti.

–Mis padres vivieron en el mismo pueblo, un pueblo pequeño que no aparece en los mapas de Estados Unidos, ahí fue donde mi abuela nació, mi abuelo Lacroix y el abuelo Herbert. También vivieron mis abuelos maternos, mi abuela me contaba sobre ellos porque te digo que nunca los conocí.

–¿Por la muerte de tu tío?

–Si... Antes de que lo preguntes, él fue el único varón entre seis hijas, mi madre fue la penúltima en nacer y luego él, por eso eran muy unidos. Lo mataron por gustarle los hombres –me detuve para ver su reacción, Gilbert me miraba triste–, todos se fueron de la zona por el dolor que les causaba su muerte. Para cuando yo nací el pueblo ya era mas grande y se juntó con una ciudad, ahí vivimos hasta llegar aquí.

–Tienes una historia muy fuerte, yo casi no conozco la mía –dijo Gilbert.

–Mi abuela me contaba todo, éramos muy unidos.

Esa noche no pude dormir, me la pasé mirando a Gilbert y despidiéndome de algo que nisiquiera tuvimos. De pronto él se despertó y me encontró viéndolo.

–¿Qué ocurre? ¿Te duele? –dijo y señaló a mi abdomen.

–No, es sólo que no estoy acostumbrado a estar lejos de casa –mentí–, tú eres lo único que tengo de ahí.

–Cuando viajas por varios lugares y países te acostumbras –dijo Gilbert. Se levantó y vino hacia mi.

–¿Qué haces? –pregunté.

–Te hago compañía, muévete.

Lo hice y Gilbert se acostó en mi sitio, me sentí raro. Ambos mirábamos al techo.

–¿Crees en la reencarnación? –me preguntó.

–Lo pienso a veces y suena lógico.

–Si, yo también, creo que antes de esta vida tuve una diferente, en otro lugar y conocí a alguien increíble, alguien a quien en cuanto nos encontramos supe que nos teníamos que encontrar en esta vida también.

–¿Hablas de Jan?

–Tú, Nov –dijo, lo miré pero ya estaba dándome la espalda y soltó un ronquido.

No supe como sentirme al respecto con sus palabras, pero también entendí que la conexión que tuve con él era mas grande que cualquier cosa.

De pronto sentí un impulso y sin pensarlo lo seguí: abracé a Gilbert, ya le diría en la mañana que lo hice dormido, pero de pronto el puso su mano encima de la mía. El corazón me comenzó a latir demasiado rápido.

No me quería mover pero estaba acostado sobre mi cicatriz, así que lo hice lentamente sin dejar de abrazar a Gilbert, él se movió un poco, pero no despertó. Cuando me acomodé de forma correcta noté que tenía la cara cerca de su cuello y pude sentir su aroma, olía como su abrigo el cual aún tenía en la casa, aunque de repente me llegaba el olor del perfume de Jan, yo me sentía feliz.

Por la mañana, un rayo de luz me despertó, aún estaba abrazado de Gilbert y me sobresalté al ver que tenía su cara enfrente de mi, se había volteado. Lo solté instintivamente pero me le quedé mirando, respiraba delicadamente. Sus labios estaban un poco abiertos y los miré hasta que se movió un poco, me senté en la cama rápidamente.

–Buenos días –dijo con una sonrisa al verme–, ven acá, ándale.

–¿Para qué? –pregunté temeroso.

–Estás todo despeinado, ven.

Me acerqué y Gilbert comenzó a acomodar mi cabello suavemente. Yo parecía un cachorro al que le hacían caricias.

–¿Cómo dormiste? –pregunté.

–Bien, demasiado cómodo, creo que esta cama es mejor que aquella.

Se fue a arreglarse y yo me quede un rato mas acostado mirando al techo, pensando en la noche, triste de saber que solo fue algo que no se volvería a repetir.

Cuando salió del baño con el cabello mojado ya no podía mas, cada vez me mostraba un mejor escenario de él mismo, tan diferente al anterior, pero tan hermoso de cualquier manera, así que rápidamente me encerré en el baño.

Una vez que salimos, January se lanzó a sus brazos y lo besó, él solo rió.

–¿Cómo dormiste, linda? –le dije a Diana.

–Muy bien ¿y tú?

–Excelente –dije con una sonrisa.

Después del desayuno, nos despedimos de la tia Josephine, le di un gran abrazo a Cole por haberme apoyado la noche anterior y partimos todos de vuelta a Avonlea.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora