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–¿Y qué harás con la casa? –dijo Gilbert camino a la escuela.

–Pues supongo que vivir en ella, pero por ahora no quiero regresar y de igual manera iremos a la universidad pronto, así que podemos irnos a vivir juntos cuando volvamos siendo doctores ¿no?

–Me encantaría –respondió Gilbert–, por cierto, el sábado revelaré las fotografías y se las mandaremos a tu madre.

–Sé que le harán mucha ilusión, ya quiero que las vea.

Al llegar a la escuela vi a mi hermana en su sitio de siempre, estaba muy feliz platicando sobre su matrimonio con nuestras compañeras.

–Creí que ya no vendrías –dije abrazándola.

–Oliver me permite seguir estudiando, así que iremos juntos a la universidad y la señorita Stacey permitió que termine el año.

–Al menos podré verte hasta marcharnos a la universidad.

Nos fuimos a nuestros sitios y la clase comenzó, ya estábamos comenzando a estudiar de mas para el examen final.

Por las tardes comencé a realizar trabajos en las granjas y huertos de nuestros vecinos, pues me había cansado de no poder apoyar a Gilbert con los gastos, esta vez no estaba mi madre para apoyarme económicamente. Los sábados comencé a marcharme a Charlottetown con Gilbert para practicar en el consultorio.

La medicina me gustaba, pero no era tan bueno como Gilbert, de alguna manera sentía que podía hacerlo, pero que no era mi vocación, pero ya no pensaba cambiar de opinión, pues aún así iba muy adelantado en los estudios.

Un día fui a mi casa a revisar mi huerto y si había correo nuevo, me encontré con dos cartas de mi madre y las leí rápidamente me contaba como le había ido en su viaje y como se estaba adaptando, como los abuelos la trataban como una niña aún. La siguiente era de cuando se enteró de la boda, en donde decía sentirse triste de no asistir pero muy feliz por Jan, estaba emocionada por que le contáramos los detalles.

Al terminar de leer las cartas, sentí un alivio de por fin tener algo de mi madre, pero las hice de lado para seguir revisando el correo, abajo había un sobre voluptuoso enviado por mi padre, lo abrí y me di cuenta que era un fajo de billetes, me llevé la mano a la boca y saqué el pequeño papel dentro, solamente decía "para la universidad, éxito Nov".

Fui a casa a contarle a Gilbert y enseguida guardamos los billetes en una caja, pues aunque era mucho dinero, no sería lo suficiente para todos mis estudios, así que decidimos no tomarlo para nada hasta irnos a la universidad. Yo tomé la decisión de continuar trabajando para sacar dinero para el diario y para seguir ahorrando.

Pero el siguiente mes llegó otro sobre con dinero, esta vez era un poco menos pero aún lo suficiente para poder llevar unos meses tranquilos en la universidad.

–Tu padre recapacitó por completo –dijo Gilbert cuando le mostré el segundo sobre de él.

–Me incomoda un poco recibir esto, pero de verdad lo necesitamos.

–Algún día podrás devolvérselo, por ahora lo mejor que nos queda es aceptarlo.

Guardé el dinero en la misma caja que el anterior, lo escondí muy bien en su sitio y salí, Gilbert me miraba de arriba a abajo.

–¿Que pasó? ¿Te gusto? –pregunté sonriendo.

–La pregunta ofende... Es sólo que estaba imaginando como te verás todo un universitario y después todo un médico, muy guapo e intelectual.

–Me confundes con un tal Gilbert Blythe, ese si será un doctor muy guapo e intelectual.

–Ven aquí –me indicó y me acerqué.

Gilbert me abrazó y puso su cabeza en mi hombro, cerré los ojos, pues la sensación de abrazarlo seguía siendo la misma desde el primer abrazo que me dió.

–Te amo –susurré.

–Yo también te amo –dijo y me abrazó mucho mas fuerte–, no sabes lo agradecido que estoy con la vida de poder vivirla junto a ti, haremos muchas mas cosas juntos y ayudáremos a mucha gente que lo necesite.

–Siempre te he admirado por ayudar a las personas, eres un ejemplo a seguir.

–Y tú eres mi motivación, así que seremos los mejores doctores en toda la Isla del Príncipe Edward.

El sábado nos marchamos a la clínica, me sentía cansado pero me decía a mi mismo que todo era por mi futuro, por el futuro de Avonlea y por mi vida con Gilbert.

Al llegar saludé a Winnifred, quien estaba muy atareada archivando el papeleo de los pacientes, apenas me saludó a mi, pero en cuanto vió a Gilbert se detuvo de sus tareas y lo saludó mas amablemente.

Gilbert y yo entramos al consultorio, el doctor aún no llegaba así que tuve el atrevimiento de acercarme de mas a mi novio y tomarlo por la cintura.

–Creo que alguien está muy interesada en ti, pero que lástima que estés conmigo –le susurré al oído.

–¿De qué hablas? –preguntó levantando una ceja.

–De Winnifred, le gustas mucho –Gilbert abrió la boca pero en eso la puerta se abrió y el doctor entró, así que rápidamente me puse a improvisar– siéntate, siéntate Gilbert, te sentirás mejor, ay Doctor que bueno que llegó Gilbert se sintió mal.

Gilbert entendió rápido y cerró los ojos como si tuviera dolor, comencé a caminar sin soltarlo y él soltó su cuerpo para verse mas real, así que sostuve su peso en los brazos y lo deposité en la camilla.

–¿Estás bien, hijo? –preguntó el doctor.

–Ya se me está pasando, fue un mareo, estábamos platicando y de pronto me fui hacia delante y Nov me detuvo –dijo con voz de dolor y sobándose la cabeza.

–Ya veo, quizás fue el viaje ¿has desayunado hoy?

–No doctor, de seguro fue eso –mintió Gilbert, pues si habíamos desayunado.

–Bien, Nov, vaya a comprarle algo y se lo trae para que coma.

–Estoy mejor, puedo ir yo mismo –dijo Gilbert.

–Si está seguro vayan los dos, así Nov lo cuidará en el camino.

Salimos del consultorio y abrimos la puerta principal entre las miradas de confusión de Winnifred, comenzamos a caminar hacia una cafetería.

–No podría comer absolutamente nada, estoy lleno –dijo mientras caminábamos.

–Actúas muy bien –dije entre risas–, temía que no captaras mi improvisación.

–A mi no se me hubiera ocurrido improvisar así, eres muy inteligente.

Entramos en una cafetería y pedimos un café para ambos, lo tomamos despacio para fingir que Gilbert comió algo.

De regreso a la clínica, dos personas se encontraban en la sala de espera llorando, el doctor estaba atendiendo a un conocido de ellos y nos dejó pasar para ver el caso. Era una mujer de treinta años, tenía fracturas, golpes y arañazos en el cuerpo, parecía dormir pero no creí que pudiera dormir en esas condiciones.

–¿Está inconsciente? –pregunté.

–Así es, Nov, esta señorita se lanzó desde un caballo en movimiento hacía un acantilado, ha sobrevivido pero no sé hasta cuando.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora