12

1.5K 154 16
                                    

Seguí caminando a lado de Diana y solo escuchaba a Josie a lo lejos "lo lamentará" "me deja sola como si nada, ¿es que no puede aguantar todo el día mojado solo por mi?" "alguien se quiere quedar sin novia"

Cuando la escuela ya estaba a varios metros de nosotros miré a Diana, tenía las mejillas rojas y el cabello despeinado, se iba abrazando a si misma y seguía titiritando.

–Oye, sé que sonará muy atrevido, pero odio verte sufrir de frío, ¿Puedo pasarte el brazo por los hombros para darte calor?

–No... creo que sea buena idea –respondió con un hilo de voz–, Josie...

–No está aquí y no le diremos, ¿quieres el abrigo de Gilbert? es mas calentito.

Diana negó con la cabeza. Seguimos caminando y el aire frío seguía soplando cada pocos segundos haciendo que se estremeciera.

–Suficiente –dije a la tercera ráfaga–, ven aquí.

Extendí mi brazo y ella me miró con el cejo fruncido, pero poco a poco se acerco hasta que su espalda estuvo en mi brazo. Traté de no tocarla con los dedos de la mano, pero dejando que el abrigo de Gilbert la cubriera también.

–Nov, gracias por amortiguar mi caída, también por sacarme del agua... y por ayudarme a no tener tanto frío –dijo con delicadeza.

–¿Entonces está funcionando? –pregunté.

–Si...

–Bien, sigo insistiendo que te puedo dar el abrigo de Gilbert si te incomoda.

–No me incomodas, o sea la situación si es incómoda –río un poco–, pero gracias a Dios la viví con alguien como tú, otro me hubiera dejado ahí tirada en el arroyo.

–No entiendo porque situación incómoda –dije sarcásticamente pero no me comprendió.

–Porque te caí encima –se ruborizó–, ahora estamos empapados volviendo a casa.

–Gracias a Dios lo viví con alguien como tú –imité su tono–, otra me hubiera terminado o hecho que me quedase empapado en clase.

Diana tiró una carcajada, se tapó la boca al notarlo y miró a otro lado.

–Oye ahora sé por qué Anne gusta de pasar tiempo contigo, eres muy divertido.

–Me halagas pero, no creo serlo, Gilbert es mas divertido que yo...

–Lo eres, a él lo conozco de años y no hubiera podido sentirme cómoda en una situación cómo esta, aunque él si me hubiera sacado del arroyo.

–Es todo un caballero ¿no? –pregunte ensimismado.

–No más que tú –me dijo.

Antes de llegar a su casa, Diana se separó de mi y me quiso entregar mi abrigo.

–Quédatelo, luego me lo entregas, igual yo tengo el de Gilbert –levanté los brazos para que lo notara–, ¿Puedes enfrentar a tus padres sola o necesitas mi apoyo?

–Por favor quédate, no sé como vayan a reaccionar.

Diana abrió la puerta de su casa pero no entró, le dijo a alguien que fuera a avisarle a su madre, después de un rato se escucharon grandes pasos y una mujer exclamó:

–¡Santo Cielo! Diana mírate... empapada y con este clima, ¿Qué ha ocurrido? ¿De quién es este abrigo?

–Fue un accidente, madre y el abrigo es de mi amigo Nov, mira aquí está.

–Buenos días, señora Barry –saludé en cuanto su madre se asomó a verme por encima del hombro de Diana.

–Buenos días –respondió cortante–, ¿Me pueden explicar por qué ambos están...?

–Fue un accidente, señora, alguien empujó a Diana y como yo estaba cerca nos caímos juntos.

–¿Cayeron juntos? –preguntó horrorizada.

–Cada quien por un lado, sus amigas le ayudaron a salir –mentí, sentí una punzada de dolor de pronto por un costado del vientre y reprimí una mueca.

–¿Y quién dices que la empujó? –preguntó con molestia, supe que si le decía, le iría mal a Moody.

–No lo sabemos, estaban varios en el mismo sitio y todo pasó muy rápido.

–Bien, entiendo... Diana, entrégale su abrigo, muchas gracias por traerla hasta acá, ve a tu casa, debes tener frío.

Tomé mi abrigo y le entregué a Diana su canasta, me fui corriendo a casa.

–Hola mamá –dije parado en la puerta del salón, ella se sobresaltó.

A ella si le conté la situación tal y como pasó, mi madre me comprendió y me preparó un baño con agua caliente y me buscó mi pijama de invierno, me hizo un té y me lo llevó hasta mi habitación.

–Bébelo todo, así no te sentirás mal.

–Madre –dije con una mueca–, tengo que decirte que me está doliendo mucho el costado de mi abdomen, ahí es donde Diana me golpeó sin querer, no le dije que me dolía porque no quería hacerla sentir mal...

–¿Qué? ¿Por qué no me dijiste antes? –preguntó sobresaltada.

–Ya no dolía tanto pero está volviendo –dije y me llevé una mano al abdomen.

–Tenemos que hacer algo, Nov...

–Aquí no hay doctor, madre...

Mi madre con ayuda de la nueva empleada doméstica, quien se llamaba Hasana, me subieron a un carruaje, el dolor era insoportable que les pedí algo de alcohol y cuando me trajeron el vino de mi padre me lo tomé hasta el fondo. El chofer inició el viaje a toda prisa, mi madre me limpiaba el sudor de la frente y yo comencé a sentirme mareado, estaba imaginando a Gilbert a mi lado y de pronto me desmayé.

Desperté después de un rato, aún seguíamos en movimiento, mi madre me miraba con los ojos llorosos, con una mano me acariciaba el cabello y con la otra se limpiaba las lágrimas.

–Ma-ma-dre, es-toy bi-en –dije haciendo fuerzas con cada palabra.

–Ya mero llegamos mi niño, no te preocupes.

Me volví a desmayar y cuando volví a despertar ya no estaba en el carruaje, me encontraba en una cama, pero no podía ver más, pues todo estaba borroso.

–Ya despertó –dijo alguien.

–¿Do-nde esto-y? –pregunté.

–Winnifred tráele agua –volvió a decir la voz.

–Nov, ¿puedes escucharme? –dijo mi madre.

–¿Mamá?

–Si mi amor, soy yo, tu padre también está aquí.

–Hijo, todo está bien, ya no te va a doler, fuiste muy inteligente en sedarte con alcohol, bien hecho, además lo que hiciste por esa niña... estoy orgulloso.

–Papá...

–No digas nada, Nov, no te preocupes, aquí estamos y te vamos a cuidar –dijo mi madre.

Intenté abrir los ojos por completo y poco a poco fui aclarando mi vista, estábamos en una clínica, olía a medicinas y a madera pulida.

–Bien, bebe esto muchacho –dijo el doctor quien le pasó un vaso de agua a mi madre y ella la puso en mis labios–, la cirugía salió bien, pero no podrás irte hasta mañana a casa.

–¿Cirugía? –pregunté exaltado.

–Si, de apéndice –explicó el doctor–, ese golpe causó inflamación y tuve que retirarlo, la incisión no fue muy grande, estarás bien en unos cuantos días.

Mi madre se quedó todo el día a mi lado y mi padre se regresó a su trabajo.

Extrañaba estar en mi casa, a Gilbert e incluso a January, no estaba molestó por lo ocurrido, no culpaba a Moody ni a Diana de nada, solo deseaba volver a la escuela y explicar que mí apendicitis fue ocasionada por otra cosa.

Al día siguiente me llegaron las cartas de January, Gilbert, Anne y Diana, todos estaban preocupados por mi, pero Diana era las mas preocupada, se culpaba demasiado por lo ocurrido y yo quería volver a casa lo antes posible para decirle que mi apéndice ya estaba mal desde antes aunque no fuera verdad.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDOKde žijí příběhy. Začni objevovat