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Habíamos llegado a Charlottetown para la fiesta de la tía Josephine, fuimos a su casa. Diana, Cole y Anne nos recibieron, ellas dos habían llegado el día anterior.

–Pasen, pasen, esto va a ser increíble –dijo Anne con emoción.

–Mi tía viene en unos momentos a saludarlos –dijo Diana dandonos un abrazo a cada uno.

–Hola Nov –me saludó Cole suavemente con una sonrisa una vez que estuvimos todos en el salón–, veo que lograste tu cometido –miró hacía Gilbert quien estaba admirando las decoraciones.

–Si, él fue quién me lo confesó todo, fue magnífico, ¿Y tú con tu chico que tal?

–Pues me animé a hablarle, aún no sé que va a pasar, pero somos buenos amigos y constantemente quiere tener contacto físico conmigo, es decir, me toca las manos y el cabello –dijo sonrojado

–Buenas noticias, así empezó Gilbert.

–¿De verdad? Espero que pronto me lo diga, si no es que yo me animo a hacerlo, porque ya no aguanto no poder besarlo.

–Házlo, tú puedes.

Después de un rato, el lugar se fue llenando de gente increíble, Anne tenía razón cuando me habló de todas las maravillas de la fiesta. Saludé a mucha gente y no temía de llevar a Gilbert de la mano. Muchos nos felicitaban, algunos hombres decían estar celosos de el uno o del otro, pero de una manera amigable.

–Hermano, veo que has levantado muchos corazones y tu novio igual –me dijo Jan cuando nos la topamos en el área de bebidas.

–Es increíble tanto apoyo, amo a esta gente –dije.

–Yo también, jamás pensaría que estaría en una fiesta así, pero me he sentido mejor y me han hecho olvidarme un poco del tema de mi padre.

La fiesta siguió hasta tarde y cuando terminó, mi familia y amigos nos reunimos en el salón de té. Platicamos hasta altas horas de la noche, me sentía demasiado feliz y me alegre de que mi madre y hermana pudieran distraerse y disfrutar de una noche maravillosa.

–Si, ya estoy haciendo mas manuscritos –dijo Anne, cuando sacaron el tema de nuestra relación–, pronto se los voy a hacer llegar, uno para cada persona que ha estado apoyando a mis amigos.

–Son personas extraordinarias que la vida me puso en el camino para poder disfrutar de esta vida sin ser juzgado, los quiero mucho a todos –dije y todos brindamos aunque fuera té lo que bebíamos.

Al día siguiente ya estábamos de vuelta en Avonlea, me encontraba en casa de mi familia, pues mi padre no estaba ahí, así que decidí esta vez visitarlas yo y de paso recoger mis últimas pertenencias.

Me quedé a lado de ellas conversando un rato mas después de bajar mis cosas. Me levanté a servirme un poco de agua y vi como un carruaje diferente a los que conocía venía cruzando nuestro terreno.

–Alguien viene –anuncié.

Hasana se apresuró para abrir ella la puerta, nos pusimos de pie para recibir a quien fuera que estuviera ahí, de pronto una mujer y un hombre de casi la tercera edad aparecieron, detrás de ellos dos mujeres más jóvenes, de pronto recordé sus rostros de las fotografías.

–No puede ser... Mamá, papá –dijo mi madre ya con los ojos llorosos y fue a abrazar a los mas adultos–... Marie Ann, Deborah... hermanas, las extrañé demasiado.

–¿Acaso ellos son mis bellos...? –comenzó mi abuela, pero al mirarme bien se quedó callada y se llevó una mano al corazón– Eres idéntico a mi hijo...

Al decir esto, se desbordó en llanto, los demás me miraron y también hicieron caras de sorpresa, se acercaron a abrazarnos y la abuela no me dejaba de mirar.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora