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–¿Me permites? –dije abriéndole la puerta a Josie.

Me había adelantado a tomar mis cosas y me esperé hasta que ella llegó.

–Gracias –dijo en tono cortante pero sin poder disimular una sonrisa.

–No hay de que.

Salió caminando con la cabeza en alto pero vi como se detuvo a arreglar su vestido haciendo tiempo para que yo la alcanzara, cuando estuve a su lado ella también emprendió el paso.

–Creí que jamás volverías a hablarme –dijo al instante.

–Para nada, sólo que estaba muy distraído por cosas personales... Oye ¿Nadie vendrá por ti hoy?

–Claro que lo harán, pero me recogen unos metros adelante –dijo echándose el cabello hacia atrás.

–Entiendo, ah ya los veo –dije notando el carruaje de los Pye–, bien eh... espero verte en la casa de Gilbert.

–Claro que ahí estaré, lleva algo rico –me tomó suavemente del brazo–, de comer, quiero decir.

Y se fue con una sonrisa tonta. Yo me sentía hastiado.

Llegando a casa fui a la cocina y me encontré con mi madre que estaba picando unas papas.

–Hola mi cielo, ¿qué tal la escuela? –dijo dejando las papas de lado para mirarme tiernamente.

–Bien, todo normal –dije, aunque nada era normal.

–¿Tus compañeros que tal... te tratan? –preguntó con temor.

No había podido conversar con mi madre, ya que la mayoría de las veces mi padre estaba pululando alrededor y odiábamos cuando interfería en nuestras conversaciones para reclamarme por algo o exigirme más de otra cosa; pero ya había encontrado un empleo y casi no se le veía por la casa.

–Son buenos conmigo, de hecho hoy iré a una reunión en casa de Gilbert.

–¿De verdad? –preguntó mi madre con una gran sonrisa, parecía que las lágrimas se le saldrían en cualquier momento–, que feliz estoy por ti, mi amor.

–Por cierto –dije para evitar el sentimentalismo–, debemos llevar algo para compartir.

–¿Jan está invitada?

–Claro que estoy invitada, madre –dijo mi hermana entrando a la cocina–, venía precisamente a pedirte ayuda para saber que llevar.

–Bueno, tu puedes llevar unos quichés, los que aprendiste en tu clase de cocina... Y a Nov se le da muy bien hacer la tartaleta de chocolate con crema.

–Bien, pues ayúdanos –dijo mi hermana sacando un bulto de harina.

De hecho mi madre tenía razón, mi especialidad era esa tartaleta, podría llevarla para impresionar a Gilbert.

Nos pusimos en marcha, mi madre y hermana eran demasiado desastrosas en la cocina, así que en unos minutos la cocina estaba llena de harina, huevos quebrados y migajas; mi madre tenía chocolate en las mejillas y mi hermana tenía el cabello hecho un desastre.

Yo me reía de ellas mientras esponjaba unas claras de huevo, llevaría mi ropa impecable si no fuera por unas pequeñas manchas de harina en una manga que mi hermana provocó.

Cuando todo estuvo en el horno, mi madre cayó agotada en una silla y January corrió a bañarse, detestaba estar sucia.

–Aún no sirvo para esto ¿no? –dijo agotada mi madre.

–Bueno, es que no estás acostumbrada a las labores de la cocina –la animé–, en casa siempre había alguien que nos ayudaba.

–Y vaya que me urge esa ayuda, pero ahora con el trabajo de tu padre podremos pagarle a alguien para que venga a ayudarnos. Por cierto, Nov, tengo algo que decirles, te lo diré a ti primero, porque temo mucho la reacción de tu hermana.

–¿Qué ocurre, madre?

–Tu padre está a prueba como sabes, pero si lo aprueban, tendrá que irse a trabajar en Charlottetown, ya que aquí no hay lugar para alguien más, tienen una vacante allá. Solo podremos verlo los fines de semana, pero ganará mucho mas de lo que alguna vez ganó.

–¿De verdad? Eso es increíble madre, podrá ahorrar para su retiro y no tendremos problemas con pagar las universidades.

–Exacto, es una noticia muy buena. Pero tu hermana... adora a tu padre, no sé como va a tomarlo.

Yo me sentía extasiado, no tener a mi padre toda la semana, tener dinero y poder ir a la universidad con todo pagado, era la mejor noticia. Pero mi madre tenía razón, January se sentiría muy mal por separarse de papá.

–Deja que mi padre se lo diga, él es el único que sabe como controlarla.

–¿Tú crees? Él me dijo que les diera la noticia hoy.

–Dile sobre la reunión y que no querías arruinarle el día, él odia arruinarle sus planes.

–Por eso te adoro mi niño, ven acá.

Mi madre me abrazó y mi ropa casi impecable pasó a ser nada impecable con manchas de chocolate, huevo y otras cosas. Pero amaba los abrazos de mi madre.

Poco antes de las cinco de tarde, mi hermana y yo salimos en el carruaje hacía la casa de Gilbert, January iba tan entusiasmada por darle a probar sus quichés a Billy, estaba segura de que le iban a encantar.

–¿Le vas a decir que sin mi ayuda te hubieran quedado fatales? –dije en tono burlón.

–Claro que no y por favor tú no digas nada al respecto –respondió disgustada.

–Obvio que no lo haré, sería capaz de vomitarlos al saberlo –miré por la ventana al decir lo último.

–Nov, Billy no es tan malo como piensas, de hecho conmigo es un buen chico.

–Conmigo es lo opuesto.

Mi hermana volteó los ojos, sabía que estaba pensando que era un exagerado.

Al llegar Billy llegó corriendo a ayudar a mi hermana a bajar, Gilbert también salió a recibirme con un abrazo y los cuatro fuimos adentro. Ahí ya se encontraban Diana, Moody, Jane y Tillie.

Me senté por un lado de Diana, ella se quedó muy quieta y solo me sonrió, pero enseguida fijó su mirada en otro lado.

Gilbert salió al escuchar mas sonidos de caballos afuera y enseguida entró junto con Anne. Esta se fue a sentar a mi lado, dejándome en medio de ella y Diana.

–Hola –me saludó–, hola Diana.

–Anne –saludó ella con un movimiento de cabeza.

–¿Cómo estás, Anne? –pregunté.

–Muy bien ¿y tú? ¿ya conocías la casa de Gilbert?

–Muy bien, gracias y... no, es mi primera vez ¿tú si?

–Si claro, también aquí viven unos amigos de Gilbert, tuvieron una linda bebé hace poco y Marilla y yo venimos a ayudar. Con un bebé hay mucho trabajo que hacer.

–Ya lo creo ¿Y quién es Marilla?

–Mi... madre adoptiva, ella me dejó quedarme a pesar de que fue un error cuando llegué aquí, pero Matthew, que es el hermano de Marilla (y mi padre adoptivo) la convenció de dejarme quedar.

–¿Un error? –pregunté con demasiada intriga.

–Si... ellos querían un niño, pero al final se dieron cuenta que las niñas valemos igual que uno de ustedes.

–Y es verdad, todas mis amigas antes eran niñas y resultan mejores que nosotros en muchas cosas.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDOWhere stories live. Discover now