Capítulo 5 (Corregida)

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— O'Connell, O'Connell ¿Qué vamos a hacer? — pregunta el señor Gad Hassan

— Espera aquí, iremos por ayuda — dijo mi hermano y luego tomo mi mano para ayudarme a saltar y este salto después de mí.

Al caer el agua, el frío me invadió.

— Por los dioses — grité

— Aria — mi hermano nadó hacia mí.

— Busca a Evelyn — le digo.

Este asiente, luego los dos nadamos en busca de Evie.

En el trayecto nos encontramos con Jonathan y luego al Alcaide.

Luego todos seguimos la dirección en la que Rick nadaba.

— Vamos, Aria — salí del agua, arrastrándome a la orilla.

Mi hermano me ayudó a levantarme, mientras yo me abrazaba a mi misma por el frío.

— Lo hemos perdido todo — se queja Evelyn — Nuestras herramientas, todo nuestro equipo, toda mi ropa.

— Y que lo digas — resople — Muero de frío.

— ¡O'Connell! ¡Ey, O'Connell! — todos giramos hacia donde escuchábamos los gritos.

— Espera, ¿Ese es Beni? — mire a Rick y este asintió.

— ¡A mí me parece que yo tengo todos los caballos! — grita Beni.

— ¡Beni! — grita mi hermano — ¡A mí me parece que ustedes están del lado equivocado del río!

Suspiré y negué.

— Deberíamos irnos — dije y todos asintieron.

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— Y mucho — escuche a mi hermano susurrar, luego de ver a Evelyn.

— Límpiate la baba — le di un codazo y este me miro divertido, disimulando lo nervioso que se puso al ver a Evie.

— Hermanita, quién diría que te vería vestida de esa manera — rodé los ojos.

— Aria — Jonathan me mira algo sorprendido — Te ves... Te ves muy...

Espere a que terminará la frase, pero no lo hizo.

— Sigue caminando — le advierte mi hermano a Jonathan, este último solo baja la mirada con vergüenza y empieza a caminar.

— Bien, hay que irnos — dice mi hermano, mirando a Evelyn, quien solo le sonreía.

Me aleje sutilmente, tratando de no reír.

Es la primera vez que veo a mi hermano embobado por una mujer.

Sonreí. Por alguna razón me agradaba que sea por Evelyn.

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— Nada como los camellos — escucho a Jonathan, tras de mí — Llenos de pulgas, apestan, escupen y muerden, repugnante

Reí bajito, al mismo tiempo que acariciaba la cabeza del camello al que montaba.

— Yo creo que son adorables — dije.

— Aria tiene razón — apoya Evelyn.

En eso el alcaide empieza a cantar y yo solo negué con una sonrisa.

Pasamos horas montando los camellos, por lo largo del desierto.

El sol ya estaba casi oculto y la luna empezaba a adornar el extenso cielo.

꧁•⊹٭𝙰𝙼𝙸𝚁𝚃𝙸٭⊹•꧂ (1#) (Corregida)Where stories live. Discover now