Una rebelión por el control

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-¿Qué quieres decir con que hay gente "resguardando" la Madriguera? -pregunté casi saltando del sofá. La mano de Logan, quien estaba a mi lado, fue suficiente para tranquilizarme.

-Pues qué más, MacTy. Un grupo de rebeldes entró y la reclama como suya. Es la razón por la que vine a tí, porque tú puedes sacarlos y retomar el orden que el lugar se merece -. Zack se reacomodó en su lugar, algo incómodo gracias a que mi amigo pelirrojo lo observaba como un gato a un ratón.

-¿Y cómo se te ocurre que voy a hacer todo eso? No tengo gente para pelear, y no creo que aquellos niños quieran sentarse a hablar tranquilamente.

-¡Pero eres tú! ¿No lo entiendes? Tú puedes organizar a un ejército completo si así lo quieres, porqué van a escucharte. Mira... - dijo un poco más tranquilo- de verdad que yo no quiero tener nada que ver con ese lugar, así que voy a hacer lo posible por ayudarte. ¿Necesitas gente? La consigo por tí. A toda la que quieras.

Me lo pensé un segundo. Era algo muy peligroso como para solo aceptar y listo. Había mucha gente involucrada. ¿Y si trataban de meterse con Dave de nuevo, o ahora iban con Zack? Y si... ¿y si Logan salía lastimado otra vez? No, no, no. Eso no lo permitiría jamás. Nunca más Logan estaría en peligro. Me giré a verlo, preguntándome por qué me habría pedido algo como cuidar la Madriguera. No me sentía capaz de llevar tal carga, porque no quería hacerle daño. Entonces me dí cuenta de lo frágil que es el mundo. En un segundo, Logan podrían ya no estar aquí.
Esa idea me aterró sobremanera. Lo abracé, y él hundió su rostro en mi cuello.

-Consigue a toda la gente que puedas, y que sea capaz de pelear. Yo haré un plan.

*

-Tal vez yo pueda ayudar -me dijo Logan una vez estuvimos solos en casa.

-No, Logan. Tú te mantendrás alejado de todo esto. Es más, si puedo mandarte a vivir con alguien más en lo que pasa todo lo de la Madriguera, lo haré -le grité desde la cocina.

El castaño se puso en pié y fué conmigo. Su mirada triste chocó con la mía cuando atravesó la puerta de vaivén.

-No voy a dejarte -dijo en un susurro.

-Logan, amor, no quiero que te vuelvan a hacer daño. Yo... no podría soportarlo -lo tomé por los hombros y besé su frente. Sus brazos me rodearon y lo pegué más a mi pecho -. Te quiero a salvo para cuando yo vuelva.

-Pero necesitarás gente. Yo podría...

-Ya dije que no, Logan. No insistas, por favor. Yo puedo conseguir ayuda de otro lado.

-Bueno. ¿Y ya sabes qué vas a hacer?

Me aparté de él y me acerqué a la barra de cocina, en donde ya había estado preparando cosas para una ensalada.

-Primero necesito saber en qué condiciones está el lugar. Yo no puedo ir, así que conseguiré un topo.

-¿Y qué quieres que él averigüe?

-No sé... La cantidad de personas, qué tan peligrosas son, cómo siguen las instalaciones, quién es su líder... cosas así.

Pasaron dos semanas en las que Zack había estado frecuentando mucho nuestro departamento, anunciándome que ya se había hecho de gente suficiente para acceder al lugar. Lo que faltaba era mi parte. Investigar lo que debía.
Pensé, por un segundo, en enviar a Dave. Pero no. Él ya había sufrido suficiente. Yo no era una opción ya que aparentemente era muy conocido. ¿Zack? No, él era un cobarde de mierda que solo se fijaba en su bienestar propio.

Esa noche, cuando Zack ya se había marchado y Logan dormía en la alcoba, me decidí a salir en la búsqueda de mi topo. No lo encontré, y al volver antes de salir el sol, me encontré con la sorpresa de que Logan no estaba...

Logan había desaparecido de nuevo.

Lo busqué como loco por todo el departamento si éxito. Llamé a David sin obtener respuesta. Llamé a Zack y me mandó al carajo. Llamé a Logan y su móvil estaba en casa.

La Madriguera era tan grande e intimidante como la recordaba. Entrar no era el verdadero problema, lo complicado era encajar entre toda esa gente extraña. Al llegar, una chica alta, cabeza rapada y un mohicano de pelo rosa peinado en puntas se me acercó.

-¿Quién eres niño? ¿Con quién vienes? Jamás te había visto.

-Eh... Yo... yo no vengo con nadie, solo... vine.

Ella me miró confundida, pero no preguntó nada más. Pasó uno de sus brazos por sobre mis hombros y me dirigió a través del sitio. Vestía unos pantalones verde pálido muy grandes para ella, y una camiseta verde soldado sin mangas que al parecer estaba llena de grasa o aceite de autos.

-¿A dónde me llevas? -pregunté entonces.

-A mi lugar de trabajo. Si Herb te vé deambulando por ahí sin más, te va a matar.

Pegué un brinco pero ella me tranquilizó apretándome un poco más.

-Tranquilo. Conmigo estarás bien.

Mientras caminábamos, mis ojos iban escaneando todo el lugar. Eran al rededor de las cuatro de la mañana, lo cual dificultaba un poco mi visión, pero era igual. Me grabaría tanto como pudiese para decírselo a Tyler.

-¡Eh! ¡René! -la voz de un chico a nuestras espaldas hizo que la pelirosa nos girara para ver. El tipo era más bajo que ella, tal vez de mi altura, y tenía pinta de un muchacho cualquiera. Bermudas, camiseta, cabello rubio. De algún modo me recordó a Nikolah.

-Carlo, ¿qué sucede?

-Herb quiere verte -anunció viéndome de pies a cabeza. -¿Quién es él?

-Yo... soy Sterli... Ster. Me llamo Ster.

-¿Solo Ster?

-Sí, solo Ster.

-Ajá... Bueno, Carlo. Cuida de Ster en lo que vuelvo, ¿si? -dijo René alejándose a paso lento.

-Así que... Ster. ¿Qué tal si tú y yo... ? ¿Ster?

Para cuando Carlo empezó a hablarme, yo ya me había escabullido de ahí. Él no lo había notado, y con las ropas que escogí para esa noche, parece que las demás personas que estaban rodeadas de coches tampoco. Me metí entre un par de edificios en dónde unos hombres estaban inyectándose y no me dieron importancia, lo cual me facilitó mi tarea de investigación. Detrás de las enormes estructuras de ladrillo viejo todo se veía más tétrico. Parecía que veía sombras por todos lados, y es que la gente que estabas en toda la Madriguera eran como cucarachas, y al iguales que ellas, supuse que no se calmarían hasta qué el sol saliera y les dieran en toda la cara.

El lugar estaba en malas condiciones de por sí, pero ahora estaban más sucio y parecía más deteriorado. Por lo menos el área de los prostíbulos, que estabas cerca de la de carreras, se veía más corrompido ahora. ¿Por qué? Para empezar, porque había mujeres desnudas en la calle, y otras prestaban sus servicios sin cohibirse ni un poco. Repugnante.

A sabiendas de que Herb era el líder de todos ellos (o eso quería suponer después de ese "Herb quiere hablar contigo"), me decidí a buscar en dónde se hallaba.
Traté de parecer imponente al cruzar por donde las putas, y de rechazar tajante las ofertas nada respetuosas que me priponían subiendo por dentro me estuviese muriendo de miedo.

Si salía vivo de esta, me respetaría más a mí mismo.

Vida en negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora