6. Las Predicciones del Pantano

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 La haitiana se levantó del piso sin esfuerzo alguno

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 La haitiana se levantó del piso sin esfuerzo alguno. Su cuerpo parecía pesado por el tamaño de su estómago y lo grueso de sus brazos; sin embargo, y a pesar de su avanzada edad, sus movimientos eran tan ágiles como los de una quinceañera. Se dirigió hacia la pared iluminada con múltiples velones. Al detallarla nos dimos cuenta de que en ella había una serie de tablas con imágenes, flores y objetos diversos; era una especie de altar. Me sorprendió mucho ver esa parte de la habitación. El resto de la casa era tan deprimente y miserable que supuse que la bruja invertía todo el dinero que ganaba en ese pequeño espacio. Figuras, tanto de personas como de animales, hechas en bronce y porcelana. Había otras tantas brillantes en un tono dorado que no quise corroborar si eran de oro, pero que podía haberlo sido. Imágenes de medio cuerpo, cuerpo entero, bustos; todas adornadas con joyas, cadenas con piedras preciosas y vestidas con terciopelo y raso.

En realidad, sí había suficiente información en todo aquel lugar como para un buen cuento de terror. Lo más sobrecogedor eran las imágenes humanas, que nos sólo estaban vestidas y adornadas con el lujo que podía permitirse un Garcés, sino que tenían expresiones tan perfectas, que me generaban la espeluznante sensación de que estaban vivas y que, de paso, me observaban. Boquiabierta, volteé la mirada hacia Ana, ella estaba tan abrumada y percibiendo lo mismo que yo. Era una extraña mezcla entre terror y curiosidad morbosa. No sé si lo que sentíamos era efecto de la energía que emanaba de las imágenes, pero no podíamos apartar la mirada de aquella pared.

La Biyumba sonrió mostrando la edad en los espacios vacíos de su boca. Supongo que le causó gracia la expresión de susto y fascinación que teníamos. Era tan evidente nuestra curiosidad que se tomó el tiempo de explicarnos algunos detalles.

Con su media lengua que asfixiaba el castellano, nos habló sobre las "Cortes Espirituales" con las que trabajaba. Había 45, pero ella solicitaba ayuda solo de 21, las otras eran para casos especiales muy desesperados. En cada una de las tablas se reunía una comunidad espiritual y estaban clasificadas por jerarquías, y a su vez, por diferentes tipos de culturas, razas, colores y ocupaciones. Cada uno de los integrantes de las cortes espirituales fueron personas, y que ya despojados de su cuerpo físico, continuaban cumpliendo una labor como espíritus dispuestos a hacer "favores" a los mortales.

Ella ostentaba en su pared Cortes cómo: la de los libertadores, conformada por los más sangrientos héroes de la independencia, la Indígena formada por aguerridos reyes y princesas de tribus indígenas, la africana o negra conformada por los líderes de las revueltas en contra de los españoles.

La información me tenía abrumada. ¿Cómo era posible que existiera algo así? Un espíritu al servicio de cualquier cosa que se solicitara. Incluso había Cortes médica, celestial, vikinga, china, chamarrero, estudiantil, de don juanes, africana. Por supuesto también la bruja y la gitana. Incluso mencionó una llamada "de los encantos", que era conformada por niños. Pero la que más me sorprendió fue la que llamaba calé o malandra; supuestamente integrada por los más peligrosos delincuentes y asesinos en serie de la historia. «¿Quién pide favores a un asesino en serie?», me pregunté con el corazón en la boca.

El Vuelo de la Lechuza BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora