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                He terminado de ordenar todas mis cosas en la habitación. He dividido el espacio de almacenamiento para que Léna tenga también su espacio. Estaría feo que ocupase todo el espacio o le dejase los peores sitios. Para estás cosas soy bastante lega e igualitaria. Cuando estaba todo más o menos como quiero, me tumbo un rato en la cama. El cansancio se apodera de mi hasta quedarme profundamente dormida.

Me despierto al oír unos golpecitos en el cristal. Doy una vuelta por la cama y me quedo mirando a la puerta de entrada. Allí está Alice saludándome con una gran sonrisa. No es una chica muy alta, es más bien baja y bastante delgada. Tiene el pelo corto, liso y castaño claro. Sus ojos resaltan entre su piel blanca ya que son de un color azul profundo. Puede que no tenga las fracciones más agraciadas, pero hay que decir que la muchacha no está mal. Seguro que tiene mucho éxito entre la gente de por aquí. Además, se la ve muy dulce, estoy convencida que es muy buena gente.

- ¿Puedo entrar?, preguntó Alice tímidamente.

- Claro pasa, estaba descansando un poco.

- Que suerte habéis tenido, tenéis la única habitación reformada para el staff. Esta es igual que las habitaciones del jardín para clientes.

- Eso me ha dicho Raina. La tuya, ¿no es así?

- Que va, no se parece ni de lejos. Además, la mía está llena de goteras, cuando llueve es horrible. Tengo que sacar toda la ropa del armario sino se me echa a perder. Se acerca la hora de comer, pero, si quieres, después nos damos una vuelta por los alrededores y te enseño lo imprescindible.

- Claro sin problemas, ¿hay muchas cosas por aquí cerca?

- Lo necesario, tenemos un supermercado pequeño a cinco minutos y un restaurante donde hacen unas pizzas muy buenas. Además, Matira no está muy lejos, a unos quince minutos aproximadamente andando.

- ¿Matira? Que es eso.

- Es la playa de Bora Bora. Nosotros podemos ir a la playa privada del hotel, pero tenemos que pasar desapercibidos para no molestar a los clientes. Matira es mucho mejor de lejos. Luego te enseño donde está, aunque hoy no hace un buen día para ir a la playa.

- Bueno podemos ir paseando hasta allí y después nos volvemos, además creo que Léna, mi compañera, llegará sobre las seis.

- ¡¡¡LAURIE!!!, me llamó una voz desde el exterior de la habitación.

Alice y yo salimos para ver de quien se trataba. Era Raina, iba en un triciclo blanco con una cesta detrás del sillín.

- Laurie sube que nos vamos a comer. Alice, ¿tú vas andando? Nosotras daremos un rodeo así le enseño otra parte del hotel a Laurie para que se vaya familiarizando con el lugar.

- Raina, ¿a dónde quieres que suba? ¿En la cesta?

- Sí, ponte de pie encima y agárrate fuerte a mis hombros.

No sé si esto va a ser una buena idea. En la cesta del triciclo hay dos tablones de madera, seguramente están ahí para reforzarla. Pongo la mente en blanco, y me meto en la cesta de pie. No existe el miedo. Lo peor que puede pasar es que salga volando en una curva y termine tirada por el jardín.

En cuanto me cojo a los hombros de Raina, esta empieza a pedalear como una loca. Íbamos a toda pastilla por la pequeña senda llena de curvas. Por algunos momentos me dio la impresión de volar, pero al final Raina lo tenía bastante controlado. A cada lado del camino hay bungalós, son las que llaman habitaciones del jardín. Al poco tiempo de haber empezado la excursión, llegamos hasta la primera línea donde se encuentran las habitaciones de la playa.

No hay amor en Bora BoraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt