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Sentí la presión de la magia de Sabrina en mis ojos

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Sentí la presión de la magia de Sabrina en mis ojos. Perder mi visión me puso alerta, haciendo que prestara atención a mis otros sentidos. Aún podía escuchar, oler y sentir. Intentaba estar tranquila. Nada podía dañarme con Chimuelo ahí.

—¿Puedes ver algo? —preguntó Sabrina.

—No. Es como si tuviera los ojos cerrados.

—Bien. Ahora imagina que los abres y la negrura se va como la niebla.

Hice lo que me pidió. Imaginé mis ojos abriéndose y siendo cegados por la luz del mediodía. Sabía que tenía los ojos abiertos, podía sentirlo, pero seguía sin ver. La magia estaba afectando mi nervio óptico. Imaginé que el nervio estaba cortado y que yo lo arreglaba sin dejar cicatrices. Lo imaginé varias veces, ya que a la primera no funcionó. Otra vez estaba fracasando. Mi frustración iba en aumento y mi furia también. Sentía un déjà vu.

—¿Cómo vas, Izzy? —volvió a preguntar.

—Quiero quemar cosas. Creo que puedes deducir cómo estoy.

—Tal vez deberíamos probar otra cosa —sugirió Chimuelo.

—¿En qué piensas? —preguntó Sabrina en voz alta y eso me descolocó. Sabía que podían hablar entre ellos, pero yo podía escucharlos. No entendía cómo. Podía ser por el hechizo que me comunicaba con Chimuelo y eso hacía que pudiera escuchar sus conversaciones con ella. Ese día tenía muchas preguntas formuladas, teorías hechas y pocas respuestas.

—Creo que debería enseñarle a usar sus poderes de dragón y luego a contrarrestar sus poderes. Aún no sabe manejar el aire y el tamaño de su cuerpo. No tuvimos tiempo para entrenar.

—Puede funcionar. Hay que intentarlo.

Mi visión volvió, pero la frustración se mantuvo. Me quité la mochila de la espalda y la arrojé al suelo.

—¿Qué debo hacer? —pregunté impaciente.

—¿Quieres agua? —preguntó Alex y yo negué —. Tú puedes, Izzy. Confío en ti.

Suspiré.

—Necesito meditar un rato. No puedo seguir así.

—Meditemos todos —propuso Alex.

Observé a mis compañeros sentarse en el suelo frente a mí y Chimuelo optó por sentarse a mi lado. Los cuatro formamos un círculo alrededor de algunas flores silvestres y en silencio, ellos cerraron sus ojos y comenzaron a respirar profundamente. Yo no quería cerrar los ojos. Respiré lento y profundo, con la mirada fija en las nubes, perdida en sus formas.

Chimuelo llamó mi atención, dada por finalizada la meditación.

—Te enseñaré a controlar el aire, pero primero debes transformarte.

—Eso ya me gusta más —. Miré a mis acompañantes. Miren para otro lado, debo quitarme la ropa para la transformación.

Tanto ellos como Chimuelo se dieron la vuelta para darme privacidad. Abrí la mochila y guardé dentro la ropa que me fui quitando. Cuando estuve desnuda, apoyé mis rodillas y manos en el suelo, comenzando la transformación. Lo primero en cambiar fueron mis manos y pies, luego se estiró mi piel para desplegar mis alas y las escamas aparecieron. Mi cabeza cambió y la cola apareció. Me tranquilizó haberlo hecho más rápido que la última vez que lo intenté.

El reinado del DragónWhere stories live. Discover now