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Los invitados estaban sentados en el salón del trono, aguardando por mi entrada, mientras que yo esperaba a que las iglesias de la isla tocasen veintiún campanadas

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Los invitados estaban sentados en el salón del trono, aguardando por mi entrada, mientras que yo esperaba a que las iglesias de la isla tocasen veintiún campanadas.

Miré mi reflejo en la puerta de la antesala por quinta vez. Mi largo vestido negro con escote de corazón y mangas de encaje estaba impecable. Sobre mi espalda caía una larga capa negra que casi tocaba el suelo. Por último, toqué mi corona de princesa. Era la última vez que la usaría, pero debía asegurarme de que estuviera firme.

Las campanas sonaron. La música de la orquesta también. El cambio más importante en mi vida había llegado.

Violin Concerto in D major, RV 211 de Antonio Vivaldi me recibió. Entrelacé mis manos por detrás de mi espalda, con la cabeza en alto y con una pequeña sonrisa, comencé a caminar.

Cuando los invitados me vieron entrar, hicieron una larga reverencia. Después que levantaron la cabeza, comenzó mi show: unas llamas rojas nacieron de la raíz de mi cabello y bajaron lentamente hacia las puntas. Cuando tocaron mi capa, quemó la capa superficial, revelando la capa de encaje que había debajo. El murmullo y la preocupación nació entre los invitados. No sabían si era parte del show o si era un accidente, así que sonreí para calmarlos. No fuera a ser que alguien intentase apagar las llamas y arruinara mi show. La siguiente llama nació de mi dedo índice derecho y lo deslicé desde el escote hasta mi ombligo. Dejé que el fuego quemara mi falda, para reemplazar el vestido negro, por uno rojo con pedrería y brillo.

Los invitados más importantes para la familia estaban en la planta baja de la sala, pero el pueblo tenía una vista más lejana, pero completa, ya que estaban en los pisos superiores.

Mantuve mi mirada fija en mi familia que estaba junto al trono. Estaba vacío, esperando a ser ocupado por mí. Al observar la expresión de mi padre, mi sonrisa aumentó. No se molestó en esconder su disgusto, así que yo no ocultaría mi felicidad. Él odiaba la idea de que esos eran sus últimos minutos siendo rey. Cuando llegué a los escalones, Hugo, el encargado de la ceremonia, me ofreció su mano para ayudarme a subir.

—Feliz cumpleaños, pequeña diablilla.

—Gracias, Hugo.

La familia de Hugo se encargaba de las ceremonias de coronación. Mi coronación fue su primera y única vez, pero además de ser el encargado de las ceremonias, era amigo de Scott. No vivía en la isla, pero siempre estuvo presente en mi infancia.

Giré para ver al público.

—¡Feliz cumpleaños, princesa Isabelle! —gritó Hugo.

—¡Feliz cumpleaños, princesa Isabelle! —repitieron, incluidos mis padres y hermanos.

Cuando el silencio apareció, vi a Chimuelo en su forma astral, atravesar el techo y descender lentamente hasta quedar sentado en el corredor que caminé minutos antes.

—Ahora, un minuto de silencio por nuestro difunto príncipe.

Todos se pusieron de pie y con la cabeza gacha, guardaron silencio, pero durante ese minuto, en mi mente solo hubo ruido.

El reinado del DragónWhere stories live. Discover now