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Una pequeña mano tocó suavemente mi mejilla

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Una pequeña mano tocó suavemente mi mejilla. Sabía quién era, pero no quería moverme.

—Sabemos que estás despierta desde hace rato —había dicho Samuel —. Ven a comer con nosotros.

Me quedé callada, esperando a que se rindieran y fueran. Esperé, pero no escuché que se movieran. Abrí mis ojos y observé el techo rosa de la habitación de Valeria. Solté un suspiro y giré para verlos. Valeria estaba parada al lado de Samuel y él tenía su brazo derecho sobre los hombros de la pequeña.

—Hola, dragona —me dijo él con una sonrisa.

Valeria dejó un beso en mi mejilla.

—Dragona.

Se rio del apodo de nuestro hermano y estaba segura de que lo usarían siempre que pudiera.

—Hola, pesados.

Ella quiso ayudarme a levantarme, pero no la dejé. Cuando volví de volar con Chimuelo, busqué a mis hermanos. No quería dejarlos solos durante la noche y yo no quería estar sola, así que les pedí que durmiéramos juntos. La cama de Valeria era tan grande que entrabamos las dos sin problemas. Me ofrecí para traer la cama de la habitación de Samuel, pero no quiso. Optó por traer únicamente el colchón.

—¿Cómo dormiste? —preguntó él.

—Bien.

Los tres sabíamos que era mentira, pero no dijimos nada al respecto. A todos nos dolió lo que pasó horas antes.

—Grace preparó lasaña —dijo tratando de animarme. Mi nana sabía que me había salteado el desayuno y preparó mi comida favorita —. Cámbiate. Te esperamos afuera.

Se acercó a dejar un beso en mi frente y agarró la mano de Valeria para sacarla y así darme privacidad. Caminé hacia el baño de la habitación y vi mis ojos rojos e hinchados por haber llorado tanto.

Las imágenes se repetían constantemente en mi mente. Ni siquiera dormida estaba tranquila. Soñé que mis hermanos habían muerto porque no logré transformarme. Lo peor de todo es que Chimuelo me había salvado. Yo viví y ellos no.

Desperté gracias a que Samuel me escuchó hablar dormida. Por suerte, Valeria gozaba de un sueño profundo, de otra forma, la habría asustado. Él me abrazó y acarició mi cabello hasta que me tranquilicé. Me preguntó qué había pasado y al contarle mediante susurros, me repitió sin parar que estaban vivos gracias a mí. Me dormí escuchando esas palabras.

Volví al presente cuando escuché las pisadas de Alaska en el pasillo. Hice todo lo que necesitaba y me cambié de ropa. Reemplacé mi pijama por unos jeans negros y un buzo de lana del mismo color. Me calcé unas botas y agarré mi celular para salir.

Tal como dijeron, estaban esperándome acompañados por Alaska. Dadas las circunstancias de la noche anterior, no me sorprendía que estuviera ahí. Lo que sí lo hizo, fue darme cuenta de que Samuel y Valeria podrían transformarse. Odiaba que tuvieran que hacerlo.

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora