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—Pequeña dragona, espero que estés despierta

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—Pequeña dragona, espero que estés despierta.

La voz de Chimuelo sonó en mi mente y sonreí contra la taza de café que estaba en mis labios. Era la primera vez que me llamaba así y realmente me gustó ese apodo. Se me hizo muy tierno y esperaba que siempre me llamara así.

—Guardián, háblame —dije en mi mente —. Buenos días para ti también. Estoy desayunando.

—No creo que sea una buena idea considerando que voy a lanzarte hacia el mar.

—Beberé una poción para no vomitar.

—Todo para comer.

—Por supuesto.

—¿Almorzamos juntos? —propuso X y me entristeció saber que no pasaría.

—No creo que pueda —respondí con la esperanza de que no quisiera saber la razón y así no tendría que mentirle.

Frunció el ceño y dejó su taza en la mesada.

—¿Pasó algo?

—No es nada grave. Estaré ocupada toda la mañana y es muy probable que se extienda.

—¿Y qué tienes que hacer? ¿Puedo ayudarte en algo?

—No te preocupes, amor. Son cosas de bruja —. No había tanta mentira en lo que dije y esperaba que se conformara con mi respuesta —. Podríamos ir a cenar al pueblo —. Sugerí con la esperanza de que él se olvidara de mi rechazo.

—Suena bien.

—Paso por tu casa a las nueve.

Me sonrió como respuesta y terminó de beber el poco café que le quedaba. Yo seguí desayunando mientras él se ponía su uniforme en nuestra habitación.

—Izzy, para el ritual necesitaremos el grimorio familiar y algunas cosas de tu salón.

—Bueno, ¿qué debo llevar?

—Ya me voy —dijo X mientras se acercaba a besar mi frente —. Si terminas antes del almuerzo, avísame.

—Bueno. Que te vaya bien.

X se fue y yo terminé de desayunar. Luego limpié todo lo que habíamos ensuciado durante el desayuno. Para ir a mi salón de brujería debía ir a mi biblioteca. Saqué todas las ediciones de "La vida invisible de Addie LaRue" que tenía para colocar mi mano en la madera de la estantería. La magia impregnada en la madera reconocería mi magia y abriría la puerta secreta. Coloqué los libros en su lugar antes de entrar al pasadizo. Encendí las antorchas para ver dónde estaban los escalones que me llevarían al subsuelo. Técnicamente, no estaba gastando mi energía en algo inútil, así que Chimuelo no podía regañarme. Las antorchas eran anticuadas, pero no quería electricidad ahí abajo. Corría el riesgo de que detectaran, en especial Luisa. A pesar de lo obsoleto de mi iluminación, el fuego brillaba igual que las lámparas que usaba arriba. Sin embargo, caminé con cuidado para no caerme con cantidad de polvo que había. Podía usar algún hechizo para limpiarlo en un segundo...

El reinado del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora