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La señal para abrocharse los cinturones estaba ahora iluminada. Después de casi veinte horas de viaje, el avión empieza a preparar el aterrizaje en el aeropuerto de Tahití. Me hubiera gustado estar en un asiento al lado de la ventanilla para observar desde el cielo la isla. Desde muy pequeña he deseado viajar a la Polinesia Francesa y quería disfrutar de cada imagen. Aunque ya es casi media noche y lo único que se puede ver a esta hora de la noche es una oscuridad infinita por un lado y unas cuantas luces que provienen de la isla más grande de la Polinesia Francesa. En estos momentos, una parte de mi está rodeada de una felicidad absoluta, un sueño que tenía desde muy pequeña se iba a hacer realidad. Por otra parte, está todo lo que dejo atrás, mis amigos, mi familia, mi pareja. Tampoco tengo que ser tan dramática, realmente, solo voy a estar cinco meses literalmente en la otra parte del mundo, no será una despedida para siempre. A falta de unos minutos para aterrizar, no puedo parar de recordar todo lo que he pasado para poder vivir este momento.

Todo empezó en septiembre, durante la primera semana de clase. Nuestra profesora encargada de ayudarnos con la relación con empresas para buscar nuestras prácticas de segundo año nos presentó las ofertas que ya tenía en varios hoteles y restaurantes. Me llamó mucho la atención porque comenzó su presentación diciendo "empezamos con la agencia de viajes". Seguidamente empezaron a pasar diapositivas de hoteles de todo el mundo, Paris, el sur de Francia, Londres, Barcelona, Shanghái. A cada imagen la profesora nos iba especificando las vacantes disponibles en cada establecimiento. Había hoteles como el famoso Plaza Athénée o el Ritz de París. También había grandes compañías hoteleras como Intercontinental Hotels Group o el grupo Hilton. En cada diapositiva las manos de mis compañeros se iban levantando para que la coordinadora les fuera inscribiendo en la lista para ser contactados por la empresa en cuestión. Obviamente nos recomendaban tener varias opciones ya que por inscribirnos a la oferta no estaba todo hecho. Como en cualquier trabajo, teníamos que pasar un proceso de selección con los encargados de recursos humanos, y estos serían los que tendrían la última palabra.

Por mi parte tenía en mente buscar un puesto de asistenta de gobernanta, en un hotel de unas cien habitaciones que perteneciera a una cadena de hoteles bastante conocida y si posible, quería un destino fuera de Francia. En ese momento la coordinadora pasó a la siguiente diapositiva, la foto de fondo mostraba una playa paradisiaca y unas palmeras. Eran las ofertas que venían de la Polinesia francesa. El Sofitel Bora Bora, el Sofitel Moorea y el Sofitel Tahití tienen plazas disponibles de asistente de recepción, asistente F&B y asistente de Gobernanta. Siempre había soñado con ir a la Polinesia, bañarme en las playas de Tahití, Moorea y Bora Bora. Es cierto que esas ofertas tenían lo que quería, pero lo que me impulsó a levantar mi mano, fue un instinto. Algo muy dentro de mí deseó desde ese momento que tenía que hacer todo lo posible para hacer esas prácticas. El problema fue que prácticamente toda la promoción pensó igual que yo.

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Las azafatas del avión están pasando por cada lado de los pasillos para comprobar que cada pasajero lleve puesto el cinturón de seguridad.

- ¿Vas a Tahití de vacaciones?, me preguntó la señora que se encontraba en el asiento contiguo al mío.

- En verdad, voy a Bora Bora, me han aceptado para unas prácticas en un hotel.

- ¡Que suerte!, Bora Bora es una isla fabulosa, la llaman la perla del Pacifico. ¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

- Cinco meses

- En ese caso, te dará tiempo de ver el "Heiva", el de Bora Bora es uno de los mejores de toda la polinesia. Seguro que te lo vas a pasar genial.

No hay amor en Bora BoraWhere stories live. Discover now