Capitulo cuarenta y uno: Uniforme.

78 7 1
                                    

—¡A la orden! —Suspiré apenas escuché la voz de Samantha alejándose nuevamente de nosotros para acercarse a la mesa que requerían su presencia.

Recargue mi cuerpo en el gran mesón del lugar, sintiendo mis hombros pesar y mi espalda suplicar un masaje que me rompa la espalda y acabe con mi sufrimiento.

—No quedan muchas personas. —Reconoci la voz de Sol, quien se recargó del otro lado del mesón justo frente a mí, la miré.

—Me duelen los hombros. —Sonrió provocando que casi sus ojos desaparecieran, acción que me provocó leve ternura.

Soledad solo me sacaba dos años, era notablemente más baja que yo, la más bajita de nuestros colegas, cabello corto con el típico estilo de hongo que estaba de moda, color castaño y ojos negros. Era mesera y bartender del restaurante, sin embargo poco importaban nuestros puestos, hoy prácticamente nos ayudamos en todo.

Miré de reojo a Samantha, originalmente una de las chefs que trabajaban casi desde el comienzo del restaurante. Ahora estaba haciendo de mesera, atendiendo a un grupo de estudiantes que se notaban bastante cómodos con ella. A diferencia de Soledad, ella tenía un largo cabello castaño que está vez estaba atado en una cola de caballo, ojos cafés y una altura similar a la mía, es bastante alta, sacándome tres años.

—Plato terminado. —Sin esperar mucho más, Soledad tomó la bandeja que Luis le ofreció. —Mesa siete, en la terraza.

Asintió la chica, antes de emprender camino, Luis suspiró sentandose a mi lado.

—¿Otra orden? —Negué con la cabeza, mirándolo de reojo. —Entonces me tomaré unos minutos.

Luis tenía mi edad, el más joven junto a mi, moreno de ojos verdes, bastante llamativos, una barba perfectamente cortada y perfilada, al igual que su corto cabello negro. Chef del restaurante. Desvíe mi mirada para apoyar la cabeza contra el mesón intentando estirar mi espalda, escuché su risa.

—¿Poca costumbre? —Negué, si no hubiera estado tanto tiempo acarreando palos con mi abuelo, esto sería mucho más difícil.

—Supongo que estuve mucho tiempo sin moverme así. —Contesté, sobresaltandome de golpe apenas sentí una mano rodeando mi nuca.

—Dame un segundo. —Acepte con algo de desconfianza.

Sin embargo, Luis puso un poco más de presión en sus dedos, apretando parte de mi cuello mientras masajeaba con su otra mano parte de mi espalda, cerca de mis brazos.

—Aqui está. —Alcé la ceja confundido. —Cuenta hasta tres.

—¿Cómo?

—Uno... —Iba a separarme. —Tres.

—¡Ahk! —Ahogué un grito estirando mi espalda casi por completo, sintiendo como un fuerte dolor se extendía por mi espalda hasta desaparecer por completo. Parpadee confundido. —¿Qué..?

—Espera. —Cerré la boca aceptando cualquier cosa que intentará hacer.

Cambio de mano la de mi cuello, ahora rodeando mi nuca con la derecha y posando la izquierda en mi espalda baja. Apretó está vez sin contar.

—¡Jesús! —Un dolor parecido al anterior, pero no tan fuerte me rodeó. Desapareciendo al instante, suspiré de alivio apenas sus manos se alejaron de mi, dejando mi espalda con un leve cosquilleo, agradecido de sus mágicas manos. —Increible.

Una carcajada de su parte no dudó en llegar, volviendo a sentarse junto a mi.

—Son 5 mil. —Comentó.

Reí. —Luego te pago. —Aceptó, sabiendo perfectamente que ninguno de nosotros traía la billetera encima.

—¿No hay más órdenes? —Roxana salió de la cocina acercándose a nosotros. Negué.

Huaso. [BL]Where stories live. Discover now