Capitulo veintitrés: Tiempo al tiempo.

73 9 0
                                    

— ¿Cómo debería hacerlo?— Suspiré.

— Solo dilo y ya, no es tan difícil.— Respondió Gabriel a mi lado, bufé.

Nos encontramos en el campo de sembrado donde trabajaban Nicolás y Gabriel los martes y jueves. Hace un par de minutos que el Nico se había ido a hablar con los encargados, por lo que me había quedado junto a Gabriel, quien sembraba papas.

Me aburría en mi casa, hace un par de días que le había agarrado el ritmo al trabajo de allá, por lo que ya no me demoraba nada. Terminaba demasiado rápido, asi que vine a verlos a ellos.

Se dejó caer a la tierra, suspirando con cansancio, me hizo sonreír.

— ¿Por qué no ayudas?— Preguntó con enojo.

— ¿Por qué debería ayudar si no me pagan?— Ladee la cabeza confundido, recibiendo una mirada asesina de su parte.

— Porque tu amigo está cansado.— Respondió, levantándose para retomar su trabajo.

Miré el cielo sintiendo el calor en todo mi rostro, a pesar de que tenía una gorra para protegerme del sol, a esta hora era bastante fuerte.

— Entonces... ¿Sostendrás la cartulina?— Volví al tema, bromeando.

— ¿Me pagarás?— Touché.

— ¡Dijiste que me ayudarías!— Me quejé.

— ¿Yo a tí? ¿Cuándo?— Se hizo el tonto.— ¿Quién eres?

Lo empujé por el hombro, a lo que él solo rió ante mi reacción, suspiré.

— ¿Por qué le das tantas vueltas? Solo díselo.— Respondió.— Me gustas. Sé mi novio.

— Es muy simple, no me gusta.— Frunci el ceño.

— Pero es que tampoco es muy complejo, se nota que se gustan. ¿Por qué darle tantas vueltas?— Preguntó.

— Es que por eso le doy tantas vueltas. Porque a pesar de eso, él tampoco me ha hablado de eso.

— ¿Cómo?

— Él en ningún momento me ha dicho que le gusto, o que quiere estar conmigo. Por eso sigo intentando hacerlo caer, para que cuando yo se lo diga, él no pueda rechazarme.

— ¿Es necesario decirlo?— Preguntó.

— ¿Qué?

— ¿No te lo ha demostrado ya? Te presta su ropa, te cuida, te ayuda en lo que necesites, te da regalos, incluso te lleva a dónde quieres. ¿Eso no lo hace sólo alguien que está de verdad interesado en tí?— Frunci el ceño.

— Entonces porqué él no me pide ser su pareja.

— No lo sé...— Murmuró.— Seguro eres muy feo y le das vergüenza.

Me agaché para tomar una papa del suelo y lanzarsela, haciéndolo reír al instante.

— Relájate Joaco, le das muchas vueltas.— Siguió con lo suyo.

Quizás sea verdad el hecho de que le diera vueltas a todo, tampoco lo negaba, pero tampoco podía hacer otra cosa, él me gustaba mucho, no quería equivocarme en nada.

Miré a mi alrededor, buscando otra cosa que hacer, para mí sorpresa, noté a Nicolás hablando con una chica desde la distancia, de pronto ví como ella se reía para luego abrazar a Nicolás por los hombros, dándole palmadas en la espalda. Él no parecía quejarse ni alejarse.

— ¿Quien es ella?— Pregunté con curiosidad.

Porque a pesar de que Nicolás sea amable con la mayoría de la gente que se le acercase, no perdía ese toque indiferente, no dejaba que se acercarán mucho más.

— ¿Eh?— Gabriel me tomó atención, para mirar a la dirección que yo miraba.— ¿Ella? La..-

Se calló de pronto, lo miré buscando una respuesta, pero no llegó.

— ¿Por qué no le preguntas tú?— Alzó la ceja mientras seguía mirándome con una sonrisa que no supe interpretar bien, frunci el ceño.

— ¿No puedes contarme tú?— Pregunté.

— ¿Me pagarás?

— ¡¿En serio sigues con eso?!— Su risa no tardó en escucharse.— ¡Está bien! Te ayudaré.

— ¿Y tú crees que quiero eso como paga? ¿Tu crees que trabajo gratis? Quiero dinero.

— No tengo.— Suspiré aún recordando a mi madre cuando me bloqueó las tarjetas.

— Entonces págame con tu cuerpo.

— ¿Qué?

— Dame tu riñón. Puedo venderlo.— Hice el intento de tomar otra papa del suelo.— ¡No, no! Ya paro.

Suspiré, aún no me acostumbraba a sus comentarios.— Si quieres dinero, pídeselo a tu padre.

— Pff.— Se rió.— ¿Tu crees que mi padre me va a dar dinero? Tampoco lo quiero, es desagradable.

— ¿Qué?

— Puede que hayas visto solo el lado bueno de este lugar, pero Joaco, no seas inocente. La gente aquí es superficial y solo piensa en llenarse los bolsillos con plata, más y más plata. Nada les importa más que la plata.— Comentó.

— Como todos lados.— Suspiré, en mi casa tampoco era tan diferente, pero más que nada, era necesidad, durante toda mi infancia faltó el dinero.

— No creo que hayas llegado a convivir con gente que solo espera la muerte de tu padre para ver con cuántos terrenos se queda cada uno.— Su sonrisa era amarga, frunci el ceño.— Debo admitirlo, el duro trabajo de mi papá es impresionante, lo admiro. Pero no quiero nada, preferiría salirme de esa disputa familiar.

— ¿Don Pablo esta enfermo?— Pregunté.

— No. Y espero que siga así.— Me alivie.— Pero a veces la gente le gusta llamar a la desgracia.

— Pura gente callampa.— Me crucé de brazos.— Calmao no más hermano, Dios los castigará.

— ¿Eres creyente?— Me encogí de hombros.— Amén hermano.

— ¿Quienes son?— Pregunté.

— Hermanos, tíos. Mi madre.— Abrí los ojos sorprendido.

— ¿Tu madre?— Qué clase de persona esperaría la muerte de su marido para sacar algo de provecho.

Oh.

Una telenovela.

— Ella es la peor.— Se rió.— Mis padres están separados, pero no divorciados. Mi único hermano menor, es hijo de la nueva pareja de mi padre.

— Entiendo...— Murmuré.

— Confío en que se las van a arreglar solos, a mí no me tomen en cuenta. Déjenme vivir pobre, pero tranquilo.— Soltó.— Además soy guapo, si algo sale mal, aún puedo prostituirme.

— Ya empezaste.— Se carcajeo ante mi cara, negué suavemente.— Tiempo al tiempo.

— ¿Ah?— Me miró confundido.

— Es una frase que dice mi viejo.— Comenté.— Supongo que significa que te quedes piola, deja que el tiempo arregle las cosas a tu favor.

— ¿El tiempo me dará dinero?

— No, pero te quitará la desilución y pena que sientes. Apela a la paciencia y veras como todo se resuelve...— Miré el cielo, recordaba esas palabras como si se hubiesen clavado en mi mente.

Toda mi infancia viendo a mi abuelo decirle lo mismo a mi madre, quien no paraba de llorar de desesperación todas las noches era algo que se quedaría en mis recuerdos hasta el día de mi muerte.

— Wow.— Aplaudió, llamando mi atención.— Deberías escribir un libro con frases motivacionales.

— Debería matarte.— No pude evitar reírme.

En el fondo igual agradecía que haya dicho eso, si seguía pensando en aquello, mi día se pondría oscuro y hoy estaba seguro que no dormiría bien. Alivió mis pensamientos, gracias Gabriel.

Huaso. [BL]Where stories live. Discover now