007 - Surviving I

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Cuando la Luna se puso, supe de inmediato que la medianoche había llegado. Intenté llegar al cierre de la tienda con suma precaución para no despertar a mi padre.

Una vez que lo logré, salí, subí la cremallera de la carpa, y deslicé la mochila que llevaba conmigo sobre mis hombros, lista para dirigirme a mi encuentro con Ronin.

Dirigí una rápida mirada hacia la tienda de Riley y Tory, descubriendo que se encontraba a oscuras y en silencio. Quise acercarme para confirmar que estaban dormidas, pero el murmurante silbido del guardia me hizo entre cerrar los ojos hacia él.

Cyrus, mi apostador, me observó divertido desde el otro lado de las tiendas. Era obvio que se había ofrecido como vigilante por la apuesta. Ése idiota jamás se quedaría despierto hasta tarde, a no ser que le dieran un premio a cambio.

Ante mi presencia me sonrió burlón y señaló hacia la dirección que debía tomar. Claramente me indicaba que Ronin ya se encontraba en el destino asignado.

Yo le devolví la sonrisa y le mostré el dedo de en medio como agradecimiento, antes de voltearme y escabullirme por el pantano.

Para cuando los quince minutos habían pasado, ya me encontraba atravesando los pequeños arbustos que llevaban al autobús oxidado. Al llegar, Ronin se volteó hacia mí con algo entre sus manos. En la oscuridad era difícil de observar, pero cuando su linterna se encendió pude ver que se trataba de un objeto envuelto en periódico.

— Viniste.— Él expresó.

— Claro que vine. ¿O acaso dudabas de mí?.

— No. Te conozco desde los seis. Sé muy bien de lo que eres capaz.

Su respuesta me sorprendió. No esperaba que mencionara, o que siquiera se dejara recordar algo sobre nuestra vieja amistad de niños.

Ante mi silencio, él me volteó para guardar el rollo de papel en mi mochila con la excusa de que sólo se trataban de un parde emparedados.

— Son de fresa. Aún te siguen gustando, ¿verdad?.

Tras su pregunta llena de animación, fruncí el ceño. ¿Por qué de repente tanto interés en mí?. ¿Acaso sabía que no sobreviviría ahí afuera e intentaba animarme por lástima?.

Sin responderle, sacudí con brusquedad los hombros para alejarlo de mí. Ronin lo hizo e ignoró mi actitud con él.

Cuando se cambió de lugar pude notar que aún llevaba con él el prendedor  de su heroína favorita. La Capitana Marvel.

La estrella de seis puntas brilló cuando la linterna la iluminó. Todavía podía recordar la primera vez que se lo vi puesto. Fue durante las pascuas del 2011. Ambos nos habíamos reunido en su patio trasero para intercambiar chocolates cuando me llamó la atención el broche dorado que se aferraba a su chaqueta. Recuerdo haberle preguntado de dónde lo había sacado, y que él me respondiera; que la mismísima Carol Danvers se lo había regalado como una herencia familiar.

Contuve mi sonrisa nostálgica al recordar lo ingenuos que éramos. No quería que él lo notara. No quería confundir el pasado con el presente, dónde nuestra amistad ya no existía.

Esperé con paciencia a que abriera la puerta del autobús. Una vez que lo hizo, entré, escuchando un—: Buena suerte.— De su parte antes de que me dejara encerrada, sola, dentro del transporte, para que saliera por el otro extremo.

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No pude calcular exactamente cuánto tiempo llevaba caminando por las calles, pero supuse que apenas habían pasado diez minutos.

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