Capítulo 60

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Los nuevos padres se mantenían cautivados al ver a su perfecto bebé, ya que tenía la piel más oscura que Eleonora, pero más clara que Ishku, con el cabello de color negro, y unos ojos que aún no lograban distinguir, puesto que eran grises y escasamente el pequeño los abría, así que aún se mantenía en secreto.

—¿Cómo le llamaremos? No volvimos a hablar de aquello después que escapamos de Colombia —dice Ishku, jugando con la pequeña mano de su hijo, viéndola tan delicada entre sus dedos.

—Debe ser algo que nos guste a ambos. —comenta Eleonora, acunando a su pequeño entre sus brazos, viéndolo dormir al estar ella recostada en la cama, recuperándose del parto.

—Podría ser Aarón.

—¿Quieres que sea un nombre cristiano? Creía que preferirías un nombre Chahiwa.

—Lo prefiero, pero creo que tendrá mejores oportunidades con un nombre cristiano.

—Pero es un Chahiwa, y debe de llevar su nombre con orgullo.

—¿En cuál has pensado?

—Watsal

La expresión de Ishku se conmovió al escuchar aquel nombre, dando una ligera sonrisa y acariciando el cabello de su hijo.

«Watsal» en lengua Chahiwa significaba alegre o traviesos, pero lo que había enternecido el corazón de Ishku, es que era el nombre de su amigo Isaac.

—Creo que es un nombre magnífico.

***

Luego de que Eleonora se había recuperado después del parto, ella y su esposo regresaron a la antigua mansión Fortunato, ya que, para ella, ese era su verdadero hogar en España.

Loreta y Sebastián, también se trasladaron a aquella mansión que por tanto tiempo habían rechazado dormir en ella, pero la necesidad de estar cerca de su nieto y disfrutar de sus primeros días de vida, hicieron que doblegaran antiguos juramentos de nunca regresar a ese lugar.

Una tarde de otoño, Celenia cita a su nieta y esposo para hablar con ellos en privado. El semblante de la anciana era extraño, puesto que tenía una sonrisa triste.

—¿Qué pasa abuelita? Pregunta Eleonora luego de cerrar la puerta del antiguo despacho de su abuelo.

—Nada, es solo que es tan hermoso ver como ya son una familia —la anciana toma unos papeles que estaban sobre el escritorio y se los entrega a Eleonora.

—¿Qué es esto? —vuelve a preguntar la joven.

—Eso es el testamento de tu abuelo. Él repartió todos sus bienes entre sus hijos, pero a ti, quiso darte algo especial.

Eleonora abre el portafolio, encontrando el testamento de su querido abuelo Agustín, junto con una carta que decía lo agradecido que estaba por su cariño desinteresado, sus atenciones y preocupaciones, por eso él siempre le llevaría en el corazón.

—Tu abuelo te dejó esta mansión —comenta Celenia.

—Pero abuelita, esta propiedad es tuya.

—Te la cedo a ti, mi querida niña. Ahora tu familia necesita un lugar que sea propio. Además, yo ya estoy vieja y enferma. Paso casi todos mis días en casa de Víctor y Amelia, porque los viejos nos cuidamos entre nosotros —ríe Celenia.

—Abuelita, no sé qué decir —dice Eleonora con los ojos húmedos por lágrimas que se esforzaban en escapar.

—Solo acéptalo, eso me dejaría tranquila que hice la última voluntad de tu abuelo.

Eleonora se acerca para abrazar a su abuela, llorando en su hombro y besando su mejilla.

Aquella noche Ishku se mantenía pensativo, así que Eleonora decide preguntarle qué era lo que le estaba afectando.

—Solo estoy preocupado.

—¿Por qué amor mío? —pregunta Eleonora con voz tierna.

—Tengo miedo, de que jamás regresaremos a Colombia. Ahora tu abuela te ha dado esta mansión, y no es seguro que las negociaciones salgan a nuestro favor.

Eleonora se acerca para abrazar y besar a su esposo.

—Ten calma. Dios guiará nuestro camino.

—Es que me está pasando algo extraño, y es a lo que más temo.

—¿Qué es?

—Que ya no sé si quisiera marcharme, porque siento que este es mi nuevo hogar.

Eleonora le regala una sonrisa cariñosa y le vuelve a abrazar. Ahora él sentía lo que ella, cuando abandono España, puesto que había personas en ese lugar que le hacían sentir como si estuviera en casa.

***

Durante los meses de invierno, la vida de Ishku fue bastante caótica y estresante, puesto que se realizaron reuniones con abogados que tomaron el caso de las demandas de los nativos de la costa caribeña de Colombia, en contra del gobierno. Su majestad el Rey, junto con miembros de organizaciones internacionales a favor de la conservación de los pueblos originarios, veían difícil obtener alguna solución favorable, puesto que los Chahiwas y los Nuami se habían unido a los piratas para saquear y cometer crímenes en contra de un puerto de importancia comercial.

Durante una de las asambleas, Ishku se le dio la palabra, argumentando que hablaba en nombre de sus hermanos oprimidos por el hombre blanco, narrando los hechos de cómo era la vida para un nativo, donde debían permitir crímenes en su contra, sin tener derechos, sin libertad, viendo cómo cada vez eran desplazados, permitiendo el robo de sus tierras y la matanza de su gente, puesto que ellos no eran vistos como hombres, sino que meros estorbos.

En siguientes asambleas, Ishku participaba, al igual que embajadores del gobierno colombiano, quienes rebatían la postura del Chahiwa, argumentando sobre su agresividad y rebeldía.

Por todos los argumentos que se entregaron, el Rey de España, al igual que las organizaciones internacionales, fallan a favor de los indígenas en disputa.

Ishku estaba desbordante de felicidad, celebrándose esa noche en la mansión de su esposa, una cena para festejar aquel triunfo en familia, siendo costeado por los Condes de Valcáliz.

—Ahora solo queda esperar la respuesta del gobierno. Pero estoy seguro de que todo saldrá bien. —comenta Ishku con esperanzas.

—Deberías descansar y disfrutar de este tiempo con tu familia —comenta Maximiliano, mientras tomaba un té con limón después de la cena.

Como era habitual, los varones charlaban alejados de las damas, escuchándoles cómo reían al otro lado de la habitación.

—Nosotros ya regresaremos a Puerto Blanco. Les mantendremos informados sobre los acontecimientos. —asegura Sebastián. —pero debes prometerme Ishku, que no regresaran, hasta que nosotros le digamos que es seguro hacerlo.

—Lo haré, no partiremos hasta que su carta nos asegure un retorno tranquilo.

—Quería comentarte algo Ishku —dice el Conde —Me lo he estado guardando durante este tiempo, pero es mejor que lo sepas.

—¿Qué es?

Maximiliano da un suspiro.

—España ha estado a favor de ustedes, solo con el propósito de fastidiar a un país que ha reclamado independencia, y no porque han encontrado razón a los argumentos.

—Ya no importa como sea, mientras obtengamos nuestras tierras.

—El gobierno colombiano no hará caso omiso a la demanda de restitución de tierras, pero estoy seguro de que no será lo que esperaban. Jamás le devolverán lo que ya se les ha arrebatado.

—Eso me lo suponía. Pero tengo fe, de que en donde nos asentemos, sea definitivo. Somos fuertes y nuestra gente es trabajadora, sabremos sobrevivir.

Maximiliano sonríe, puesto que aquel joven Chahiwa había madurado, mientras que Sebastián le da unas palmadas en la espalda a su yerno, por el agrado escuchar aquello.

Un Amor Tan InesperadoWhere stories live. Discover now