Capítulo 35

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Eleonora, ese día no deseaba probar bocado, se sentía deprimida, y más aún, cuando supo más detalles de aquel trágico día, como que el antiguo líder había sido torturado y golpeado hasta morir, también que el número de los Chahiwas, se había reducido a menos de la mitad.

Piara le había contado que el día del ataque, la turba había prendido fuego a su casa, mientras ella y Mishki estaban en el interior, haciendo que el fuego y humo les impidiera ver para escapar. Ishku, que se había enterado de lo que estaba ocurriendo, salió rápidamente de su cuartel, para encontrarse con la casa en llamas. Dentro de su desesperación, rompió la puerta que se incendiaba, hasta lograr encontrarlas y sacarlas de ahí, sin percatarse de que tenía su brazo derecho quemado y con la tela de su uniforme incrustada en su piel.

Por la noche, Eleonora estaba más calmada, y habían preparado la habitación de Mishki, para que ambas duerman juntas.

Eleonora deseaba esperar a Ishku para hablar con él, pero a pesar de aquella incómoda cama de paja a la que no estaba acostumbrada, ella rápidamente se duerme, producto del cansancio de esos días.

A Ishku, el nuevo líder de la aldea le había dado autorización para quedarse con la mujer que había secuestrado, ya que no se le podía negar nada, puesto que él había sido uno de los líderes que ejecutó el ataque a Puerto Blanco, además de tener el contacto con los piratas que se les unieron y ser un gran guerrero con experiencia militar.

Durante la mañana, Eleonora y Mishki fueron juntas a un pequeño humedal que estaba cercano a la aldea, para que la joven pelirroja pudiera asearse y aprovechar de llevar agua en cubetas a la casa, para preparar las comidas.

Mishki se había adelantado, llevando dos cubetas de agua, pero Eleonora, apenas podía con una sola cubeta, ya que no estaba acostumbrada a hacer trabajos físicos y a cargar aquel peso.

Al tomar un descanso, ve que Ishku se acerca donde ella.

—¿Por qué tardas tanto? —le pregunta de manera fría.

—Me es difícil llevarlo. —Eleonora da un suspiro —Ishku, no me odies, realmente lamento todo lo que ha pasado, no sabía lo que había ocurrido, pero debes creerme que les busque, pero nadie en la ciudad hablaba de ustedes.

—Solo te justificas por no saber, pero lo que es verdad, es que no te importábamos.

—Claro que me importaban.

—Por más de un año no recibiste cartas de nosotros, ¿Eso no te hacía sospechar nada?

—Pregunte por ustedes y estaba tentada a regresar, pero mis padres me aseguraron que habían vendido sus tierras y se habían ido a un lugar lejano, que me escribirían cuando se asentaran.

—Pero no recibiste cartas, y no regresaste, a pesar de todo aquel tiempo ¿Por qué he de creerte?

—Tuve problemas con mis primos en España, mi vida allá no fue color de rosas como te lo imaginas. Suponía que ya no deseaban comunicarse conmigo, que quizás tú habías encontrado a alguien más y te habías olvidado de mí.

—Luego del ataque, me arriesgue a ir a Puerto Blanco cada mes, con las esperanzas de que regresarás al enterarte de lo que nos pasó, pero no llegaste. Me costó mucho tiempo entender que tú no volverías. La que se olvidó de nosotros, fuiste tú.

—Eso no es verdad, ya no sé qué más decir para que me creas, pero no lo quieres hacer, porque ya tienes una idea preconcebida. Pero, Ishku... realmente te quiero.

—Ahora muestras interés, porque eres mi esclava. Ya esperé suficiente tiempo por ti para que me demuestres que aquello era verdad, pero nos abandonaste. Ser amable conmigo, no te servirá de nada.

Ishku le ordena que levante nuevamente la cubeta con agua y que se apresure a llegar a la casa.

Mientras Eleonora caminaba con dificultad, Ishku le reprendía por cada vez que derramaba agua, además de advertirle que debía aprender a hablar Chahiwa, ya que no deseaba tener una esclava inútil e ignorante.

Para Eleonora le fue difícil la vida en la aldea de los Chahiwas, puesto que varios le miraban con desprecio, viendo en ella a sus agresores.

Ishku, Mishki y Piara, le enseñaban hablar el idioma Chahiwa, ya que todos en la aldea habían retomado sus costumbres e idioma natal.

Ahora, nuevamente Eleonora debía estudiar, bajo la tutela de un maestro estricto como lo era Ishku, puesto que después de su trabajo en el campo o de la pesca, se dedicaba a enseñarle, dándole cumplidos cada vez que tenía avances.

Con el paso de los días, Eleonora mejoraba su Chahiwa, a la misma velocidad que su hermoso vestido color celeste que había usado la noche de Navidad, se volvía en un harapo. Debió confeccionar un nuevo traje, pero al estilo Chahiwa, que era un vestido de color blanco con decorados.

La joven, día con día aprendía a realizar mayor cantidad de tareas domésticas, aliviando la carga del trabajo de Piara.

Ya se cumplían dos meses desde el día del secuestro, así que Ishku pidió compañía a dos guerreros para ir a las negociaciones con los Fortunato, viajando nuevamente hasta Puerto Blanco.

Solo se reunieron en el lugar establecido Ishku, Sebastián y Carlos, que tenía un plan para seguir al indio cuando regresará a su aldea.

—¿Ha conseguido el dinero? —pregunta Ishku.

—Le he escrito a mi familia en España, ellos enviarán los ahorros de la familia, en un mes llegarán, si no es atacado el barco por sus amigos los piratas.

—¿Para qué quiere tanto dinero un indio ignorante como tú? —pregunta Carlos de manera despectiva.

—Tengo gustos costosos. —responde Ishku de manera burlona.

—¡JA! Tener dinero, no te hará menos mugriento.

—Eso ya lo sé. Mira todo el dinero que has tenido por años, y eso no te ha hecho más macho.

Carlos deseaba golpear a aquel indio que se burlaba de él, pero aún no era el momento, ya se lo pagaría, y por atreverse a llevarse a su preciosa hermana.

—No quiero más problemas. Espero que esta vez cumplas tu palabra. Volveré por ella en un mes —comenta Sebastián de manera severa, sacando de su camisa un sobre de correspondencia —Solo deseo que le entregues esta carta a mi hija, y espero por tu bien que ella tenga buena salud, porque si le llegas a lastimar tú o tu gente, créeme que no tendré piedad con ustedes.

Luego de decir lo último, Sebastián se gira para marcharse, quedándose en el lugar Carlos, mirando al hombre que tenía en frente con desprecio, realizándole un gesto de que pronto se verían para saldar cuentas.

Después de que los Fortunato se marchan por el sendero, Ishku regresa por donde había venido, sin sospechar que le seguían de manera discreta cinco hombres que habían sido contratados por Carlos.

Ishku a medio camino comienza a correr, saliendo del sendero, siendo advertido por pequeños sonidos de sus compañeros que se encontraban ocultos entre los árboles, para saber por qué lado le seguían, hasta llegar al borde del río, donde el caudal estaba calmado después de un salto de agua, sumergiéndose en él, hasta llegar a las rocas para desaparecer por las cuevas subterráneas.

Los que le perseguían, miraban expectante desde la orilla esperando a que saliera, pero al pasar los minutos, seguían dudando en ingresar en las aguas para seguirlo, mientras que Ishku y sus compañeros les miraban desde la distancia al estar en la copa de un gran árbol.

Ya seguros de que los había confundido, los guerreros se marchan de regreso a la aldea.

Un Amor Tan InesperadoWhere stories live. Discover now