Capítulo 47

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La noticia del embarazo de Eleonora, fue motivo de alegría para Piara y Mishki, quienes lloraban por la emoción.

Ishku había acudido esa tarde a hablar con el Líder de la aldea, para que se dé la noticia a la comunidad, citándose a todos esa noche alrededor de la hoguera.

Mientras él se encontraba afuera, Eleonora aprovecha esa oportunidad para preguntar a su suegra y cuñada, sobre la celebración que se realiza al dar la noticia de un embarazo a los Chahiwas.

—Es la ceremonia del deseo cumplido —específica Mishki. —Le debes pedir un deseo a tu esposo y él lo debe cumplir, eso traerá bendición a tu hijo.

—Exacto. —confirma Piara —Cuando una nueva madre pide un deseo, el padre debe cumplirlo, porque es un regalo para su hijo que ha pedido. Tenemos la creencia que, al complacer al hijo, él desea quedarse con sus padres y nace sano, por el contrario, si su deseo no es cumplido o solo lo es parcialmente, el hijo se enfada y la madre puede perderle en el embarazo o que nazca enfermo.

—Pero, ¿si se pide algo que no se pueda cumplir? —pregunta Eleonora.

—Se debe tratar de hacer todo lo posible por lograrlo, y no pedir algo que no sea lo que se quiere, solo porque sea fácil de obtener, ya que muchos niños se pierden porque la madre tratar de engañarlo, y lo que es peor, fallecen en el parto. A eso se le llama «la venganza de hijo».

—Tengo que decir lo que quiero ¿Esta noche?

—Así es. Lo debes decir a la comunidad para que sean testigos. —contesta Mishki.

—¿Qué pediste cuando esperabas a tus hijos? —pregunta Eleonora a Piara.

—Una promesa, de que mi esposo no haga trabajar a mis hijos mientras sean niños y que nos esforcemos por darles educación, ya que eso les libraría de la miseria.

—Qué bonito, y ¿qué pediste por Mishki?.

—Un rollo de tela de algodón, para hacer ropa interior más cómoda, y un vestido celeste con flores que vi en esa época en un aparador de una tienda, eran tan hermoso. —Piara ríe —Mi pobre esposo que en paz descanse, gasto casi todos nuestros ahorros para comprarlo.

—Debes escoger muy bien lo que deseas y no tener miedo de decirlo. —Aseguraba Mishki.

—¿Por qué? ¿Alguna mujer ha pedido cosas tontas?

—Muchas. Una pidió una casa grande en la ciudad, el esposo no pudo costearlo.

—Y ¿nació su hijo?

—Sí, pero falleció él y su madre el día en que nos atacaron.

Eleonora estaba preocupada por elegir bien, ya que tenía mucho sentido para ella ese tipo de creencias, temiendo que su futuro, y el de su familia pueda afectarse por una mala elección.

Por la noche, se realizó el festejo, donde los Chahiwas felicitaban a los futuros padres, y les ofrecieron darles los trajecitos y cuna que ya no ocupaban sus hijos, por ser ya mayores, además de indicarles que cada vez que se mate a un animal, les darán el hígado y el corazón, para que la madre los coma, ya que era una fuente rica en nutrientes que necesita para tener un hijo sano.

Para Eleonora le era tan alegre ser parte de esa comunidad, puesto que sus integrantes eran solidarios y buscaban el bien de todos para su bienestar.

Las mujeres sentaron a Eleonora cerca de la hoguera, descubriéndole el abdomen para dibujar con pinturas de tierra roja, imágenes de soles y flores.

El sabio de la aldea, en compañía de su mujer, corroboran el estado de Eleonora, entregándole un frasco de leche y miel para que lo beba, indicándole que, en nombre de su hijo, debía pronunciar cuál es su deseo.

—Mi deseo es, visitar a mis padres en Puerto Blanco, y verles de una a dos veces en el año.

—Tu deseo debe ser cumplido —dice Mikua —¿Cuándo podrás realizarlo Ishku?

Ishku tenía las manos empuñadas y miraba hacia abajo al estar sentado al lado de su esposa.

—No lo haré.

La respuesta asombra y disgusta a las mujeres, quienes le comenzaron a criticar.

—Es el deseo de tu hijo, quedarás maldito de negarte —reclama una anciana.

—No puedo hacerlo, no puedo cumplir ese deseo —responde Ishku mirando a Eleonora con rostro afligido.

Las mujeres seguían molestas, creando mayor bullicio.

—Mal hombre, no deseas el bien de tu mujer, ni de tu hijo.

—Ese niño morirá y quedará en tu conciencia.

Ishku presionaba sus manos sobre sus rodillas, ya que estaba angustiado, hablándole en voz baja a su esposa, mientras seguía escuchando cómo el resto le maldecía.

—Por favor Eleonora, elige otra cosa, lo que sea, menos eso.

—No cambiaré mi decisión, porque es lo que deseo desde hace mucho tiempo.

La situación se había vuelto acalorada, ya que algunas mujeres se acercaron para golpear en el brazo a Ishku por aquella actitud egoísta.

—Está bien... ¡Ya basta! Lo haré. —responde rabioso.

El bullicio comienza a disiparse y todos nuevamente toman asiento en sus lugares.

—Por tu actitud, debes cumplirlo en una semana, para que tu hijo no se moleste por haberte negado.

Ishku asiente con la cabeza, levantándose para retirarse, ayudando a su esposa a hacer lo mismo, terminando la celebración de manera abrupta, dejando a todos con una sensación de desagrado.

Al estar nuevamente en la intimidad de la casa, Ishku enfurece.

—¿Por qué has elegido algo como eso? Sabes que tus padres nos distanciarán, y sin mencionar al desquiciado de tu hermano, además de lo peligroso que es para nosotros acercarnos a Puerto Blanco.

—Ya estoy aquí más de un año, y en todo este tiempo te he pedido ver a mis padres, solo quiero saber cómo están y que sepan del hijo que estoy esperando. —responde molesta.

—Es un error, colocas en peligro nuestro matrimonio, a ti y a nuestro hijo. ¿Prefieres arriesgar la vida que tenemos solo por ese capricho?

—Ellos nos cuidarán. Mi padre me dio una promesa y la cumplirá. Él accedió a dejarme casar contigo, y ahora que somos esposos, no se atreverán a separarnos.

—Pero se desquitarán conmigo, por haberte secuestrado.

—Eso no ocurrirá, ellos deben de saber que era para estar conmigo. Además, que tú jamás permitirías de que algo me pase.

—Hay más que eso, mi relación con ellos es muy mala, además que les dije...

Ishku se detiene y se muerde los labios.

—¿Qué? ¿Qué les dijiste?

—Que habías fallecido por caer de un barranco.

El rostro de Eleonora se vuelve rojo de ira.

—¿QUE? —grita furiosa.

—Era para terminar las negociaciones, así ellos dejarían de buscarte — responde apresuradamente Ishku, al temer la mirada que le estaba dando Eleonora.

—¿CÓMO TE ATREVISTE? HAS COLOCADO A LA ALDEA EN PELIGRO POR TU MENTIRA.

—Amor mío, solo lo hacía para que jamás te alejaran de mí.

Eleonora baja la mirada y respira hondo para tranquilizarse.

—Mañana, a primera hora saldremos a Puerto Blanco. Es mi última palabra.

Ella se gira para ir a su dormitorio, golpeando las cosas que estaban a su paso hasta llegar a la cama.

Ishku nuevamente temía por la reacción de ella, ya que su enojo, siempre la impulsaban a cometer actos imprudentes, y ahora ya había perdido toda posibilidad de que cambie de opinión.

Un Amor Tan InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora