Capítulo 49

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Los hombres de Carlos se aproximan apresuradamente para atrapar al Chahiwa que estaba merodeando la mansión de sus patrones, a lo que él se levanta apresuradamente para escapar, pero es detenido por el pelirrojo.

—¿Crees que te vas a escapar de mí?

Diciendo esto, Carlos le acierta un golpe en la mejilla, levantando el puño nuevamente para golpearlo nuevamente, pero Ishku le da una pata para alejarlo.

Los hombres deseaban intervenir, pero Carlos le detiene, ya que deseaba desquitarse con aquel hombre que odiaba, cumpliendo uno de sus sueños que era partirle la cara.

Ishku se había quitado la capa, puesto que no podría evitar aquella pelea, y no dejaría que ese tipo tan odioso y prepotente sintiera que él era menos, pues, también deseaba hacerle el mayor daño posible por ser toda su vida un desgraciado.

Ambos hombres empuñaron sus manos, pero el primero en atacar es Carlos, lanzando puñetazos que eran fácilmente esquivados por su contrincante, el que comienza a responder los golpes, tumbando a Carlos de espalda al tercer golpe de puño entre los ojos.

Carlos se levanta apresuradamente, golpeando a Ishku en las costillas, pero la expresión de él no cambiaba, como si los golpes que le diera no los sintiera, lo que disminuía su confianza.

Como una forma de humillarlo, Ishku toma por el brazo a Carlos cuando lanza un golpe, mientras que con la otra mano toma de la parte posterior de su cabeza para chocarla contra la suya, logrando que la nariz de Carlos explotara en sangre, para posteriormente acertarle un golpe en la mandíbula, haciéndolo caer de bruces contra el suelo.

Los hombres al ver a su patrón tumbado sobre el césped del jardín, se abalanzan todos contra el indígena, quien se defendía, propinándole golpes de puño o patadas, noqueando a dos de un solo golpe.

El altercado que ocurría en los jardines Fortunato, provocó tal bullicio que se escuchaba en el interior de la mansión, alertando a los que ahí se encontraban, saliendo rápidamente para ver que ocurría.

La pelea era completamente desigual e infame, puesto que eran siete contra uno, logrando tumbar a Ishku, pateándolo al caer al suelo.

—Sostengan a ese bastardo, le daré un tiro entre los ojos —dice furioso Carlos cuando sale del aturdimiento, sacando su Colt que cargaba con balas y apuntándole, acercándose a él.

Los hombres lo levantan por los brazos para despegar su torso del suelo, dejándolo de rodillas a la espera de su final.

Eleonora al llegar con sus padres a los patios y ver lo que estaba ocurriendo, corre en dirección de su hermano.

—NO CARLOS... ¡NO!

Carlos baja el percutor y acomoda su dedo en el gatillo, acercándolo a la frente del hombre que abría mucho sus ojos negros con expresión asustada, lo que le complacía. Súbitamente alguien lo empuja con violencia, girándose para ver a su hermana.

—¿Eleonora? —pregunta sorprendido al no poder creer lo que veía.

—No lo mates —llora Eleonora, acercándose a su esposo para abrazar su cabeza.

Saliendo de la primera impresión, Carlos la aparta, tomando de su brazo.

—Ese maldito te secuestró, he hizo llorar a nuestros padres y ¿Ahora apareces desde la tumba para defenderlo? Mataré a ese hijo de puta.

—Hijo, por favor, no cometas una locura. Entregamos esa pistola. —súplica Loreta, arrebatándole el arma de las manos.

—Carlos, te lo suplico, perdónanos por haberte angustiado por tanto tiempo. Pero ahora él es mi esposo... solo vinimos a visitar —Seguía llorando Eleonora.

Lo que le dice su hermana, vuelve a enfurecer a Carlos, apartándola con violencia hacia un costado, para volver a golpear en el rostro al hombre que seguía siendo contenido por otros dos.

—¡NO CARLOS! NO LE LASTIMES —grita con desesperación Eleonora.

—El maldito abuso de ti, jamás será de nuestra familia.

—YA BASTA CARLOS. Esto se hablará en privado dentro de la casa. Ahora, controlarte, que no eres un animal sin raciocinio. —le reprende su padre, ya que odiaba aquel desagradable espectáculo que se realizaba a la vista de la servidumbre.

La guardia había llegado debido al llamado de los criados cuando vieron al indio Chahiwa. Sin preguntar, los guardias arrestan a Ishku, levantándolo para llevárselo.

—Por favor, es un malentendido, él no ha hecho nada. —comenta Loreta, impidiendo que se lo lleven.

—Se lo suplico, es mi esposo. —gimoteaba Eleonora.

Los guardias se miran entre ellos, ya que no sabían qué hacer en esa situación.

—Los indios son condenados. Debemos llevarlo a comisaría para investigarlo, si no presentan cargos y se paga la fianza, lo dejaremos libre. —comenta uno de los guardias.

—Deben hablar con el juez para responsabilizarse por el indio. —insiste otro de los guardias.

—Hablaré con el juez inmediatamente. —asegura Sebastián, abrazando a su hija que se ahogaba con el llanto, para tratar de calmarla.

—Claro que no. Yo presento cargos en contra de este. Exijo que lo enjuicien y condenen. —interviene Carlos.

—Entonces, acompáñenos señor.

—NO CARLOS. ¡PIEDAD! —volvía a gritar Eleonora, tomando del brazo de su hermano.

—No preguntaré por qué ahora apareces y defiendes a este bastardo. Solo te pido que no me sigas decepcionando y humillando a nuestra familia al defender a quien ha dañado a nuestra ciudad y a nosotros.

Las palabras de Carlos fueron aprobadas por todos los que estaban ahí, a excepción de Eleonora y sus padres.

Ella corre donde su esposo al ser llevado hasta el carro de la guardia, para poder hablarle.

—Te sacaré de ese lugar, no te preocupes —dice Eleonora en idioma Chahiwa.

—Quédate con tus padres, soy fuerte y resistiré. Cuida a nuestro hijo y no llores más. —responde Ishku, mientras era subido al carro.

En las calles se habían reunido varias personas para mirar que era lo que estaba ocurriendo, gritando de enfado y lanzando objetos al carro que transportaba a Ishku, al ver que habían capturado a un Chahiwa.

Un Amor Tan InesperadoWhere stories live. Discover now