Capítulo 29

1.6K 167 16
                                    

Eleonora esperaba la respuesta de sus padres ante su pregunta, pero ellos, solo se limitaban a mirarse entre sí, sin saber cómo contarle aquella historia.

—Lo que sucede, es que los Chahiwas han vendido sus tierras a varios Inversionistas. Pero estos, no realizaron los últimos pagos, así que están descontentos con ellos y la ciudad, porque sus demandas no fueron escuchadas, a pesar de ese robo. —dice Loreta con angustia, mirando a su esposo que hacía un gesto de afirmación.

—Pero, si fueron robados, ellos merecen una compensación económica. —contesta Eleonora.

—Los indios están muy ofendidos, no solo los Chahiwas, también otras tribus se les han unido, por eso se vengan de la ciudad, haciendo algunos destrozos. Oportunidad que no pierden los piratas para realizar su pillaje. —responde Sebastián.

—Ellos jamás dañarían a alguien por algo tan efímero como el dinero —les defiende Eleonora.

—Ellos tienen un cúmulo de resentimientos en contra de los criollos, por siempre ser discriminados y por no ser tomadas sus demandas en cuenta.

—Es verdad mi querida, solo están descargando su rabia por los años de abusos que han vivido. —termina diciendo su madre, quien tomaba de su mano para calmarla.

—Quiero verlos —dice con firmeza Eleonora.

—No sabemos dónde están. Para protegerse, ellos se han ocultado.

—Te recomiendo que no los busques. —aconseja su padre.

—¿Por qué no?

—Porque el estado está en enemistad con los indios. Lo mejor, es no levantar sospechas de que eres cercana a ellos, o podemos tener represalias por parte de nuestros vecinos.

—Además de que, si descubres en donde se encuentran y te siguen, puedes darles el paradero a la guardia, que tienen órdenes de capturarlos por desórdenes y destrozos. —advierte su madre.

Eleonora no podía creer que ahora los Chahiwas, eran buscados como criminales, comprendiendo el motivo por el cual sus amigos ya no volvieron a escribir.

La desilusión se vio reflejada en el rostro de Eleonora, pero sus padres no deseaban verla triste, ahora que recién había llegado.

—Tu hermano se encuentra en la oficina ¿Por qué no vas a visitarle? —dice Loreta.

—Sí, iré.

La joven acude después del almuerzo, a visitar a Carlos a la oficina que se encontraba por las inmediaciones del puerto, siempre acompañada de dos sirvientes. Sus padres se habían disculpado por no poder ir, ya que tenían un compromiso con anterioridad.

Eleonora se queda de pie en silenció, mientras miraba cómo su hermano le daba indicaciones a uno de los encargados de transportes.

Carlos, era un hombre de 21 años, con una apariencia madura y ojos fieros, con manos amplias, brazos fuertes, y usaba un tono de voz autoritario y severo para hablar con aquel empleado. Cuando él se gira para caminar a su despacho, Carlos le mira de reojo, parpadeando varias veces al ver la bonita dama que le esperaba sonriente.

—¿Eleonora?

—¿Qué? ¿Ya no me reconoces?

—Pero ¿Desde cuánto que has llegado?

Carlos dibuja una sonrisa en su rostro, acercándose para estrechar en un cálido abrazo a su pequeña hermana.

—He llegado hoy. Estás tan cambiado, ahora eres un gerente.

—Tú ahora eres toda una dama. ¡Mírate!... estás tan hermosa. —Dice Carlos alejándose un paso para verla mejor.

—Mis padres me han contado que ya no vives con ellos en casa.

Un Amor Tan InesperadoWhere stories live. Discover now