esto no tiene nombre (I)

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pequeña advertencia: este capítulo solo lo pueden leer personas adultas y con buen estómago (?)



A veces me gustaría tener el poder de sanar a las personas de forma instantánea.

¿Te lo imaginas? Que un corazón roto se volviera a unir con un abrazo, que una rodilla raspada se curara con una caricia, o que un trauma sanara con un beso. Hacer que todo el mundo a mi alrededor siempre fuera feliz, que olvidaran sus preocupaciones con solo mirarme a los ojos.

Jeno dice que, en cierto modo y hasta cierto punto, tengo ese poder. Que tengo algo que atrae a la gente y les hace olvidarse de sus preocupaciones durante algunos minutos. Yo tiendo a discrepar, ya que es solo el efecto que causo en él y no en los demás. Además, yo también me siento un poquito mejor cada vez que le veo caminando hacia mí; las pesadillas se me olvidan cuando leo sus mensajes de buenos días y mi corazón se relaja cuando me quedo ensimismado en la profundidad de sus ojos. En ese sentido, mi Jeno también tiene ese poder, al menos, sobre mí.

Pero yo hablo de algo más fuerte que el amor, porque hay cosas que ni el más intenso amor puede conseguir. Muchos abrazos no curarán un corazón roto, el roce suave de mis dedos no curará una herida, ni mis mejores besos equivaldrán a una sesión de terapia, por mucho que yo desee o que Jeno piense lo contrario. El amor no puede luchar contra lo que el tiempo puede conseguir, y yo siento que el tiempo pasa demasiado lento para mí.

Es un día triste cuando llegamos a casa de los Lee. El cielo está nublado y amenazante, el viento no para de querer arrancarme la bufanda del cuello y mi manos se vuelven heladas en cuanto Jeno las suelta para sacar deprisa sus llaves. No saber cuándo las voy a volver a sentir entre las mías me entristece, teniendo en cuenta que vamos a estar todo el día ante miradas ajenas a lo nuestro.

También me hace querer salir corriendo. No soy muy consciente de ello, pero me han dicho que no miro a Jeno como un mejor amigo haría, y no creo ser capaz de controlarlo delante de su padre y de su madre.

—¡Hola, Jaemin, hijo, cuánto tiempo!

El señor Lee nos escucha al llegar, y aparece en el recibidor con una taza humeante en mano y una sonrisa de oreja a oreja. Apenas me ha dado tiempo a quitarme la bufanda cuando me recibe con un abrazo de esos que te crujen hasta los huesos.

—Solo han sido dos meses... —refunfuña Jeno a nuestro lado.

Dos meses... Jeno se me confesó hace dos meses.

—¡Pues yo los he sentido como un año entero!

—Buenas, Jaemin.

La madre de Jeno irrumpe y su presencia hace que se me olvide hasta hablar. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho, y lleva una bata de ir por casa, ropa casual y el pelo suelto. Verla sin sus imponentes tacones y su mirada altiva me extrañan, pero el perpetuo mohín que arruga las comisuras de su boca me recuerdan que sigue siendo la misma mujer de temperamento duro y sereno que una vez conocí.

—H-H-Hola, señora Lee —hago una venia en cuanto el padre de Jeno me libera.

—¿Quieres ver a Naeun?

La mención de la chiquilla se cierne como una nube borrascosa sobre todos. La sonrisa del señor Lee flaquea, algo muere en los ojos de Jeno mientras mira hacia otro lado, y su madre se mantiene seria e impasible. Afirmo intentando parecer optimista con una sonrisa que no anima a nadie.

Naeun estaba bien, o al menos eso es lo que me había asegurado Jeno a lo largo de la semana. El examen médico al que la habían sometido no había revelado signos de abuso físico, lo cual era una maravillosa noticia, pero no aportaba ninguna prueba física a favor de la denuncia contra los acusados. Era la palabra de Naeun contra la suya, y por supuesto, todos los implicados habían negado vehementemente las acusaciones.

My First And Last | NominWhere stories live. Discover now