after school (I)

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—¿Jaemin? ¿De dónde sales?

La voz femenina a mis espaldas hace que me gire con urgencia.

Oh, no...

Mi madre, con un par de bolsas en cada mano, me mira con el ceño fruncido, extrañada. Me hago el idiota.

—Hola, mamá. Estaba volviendo a casa. ¿De dónde vienes?

La observo seguir con la mirada el coche de Jeno justo cuando éste arranca de nuevo y pasa a nuestro lado con silenciosa velocidad. Cuando el coche se aleja y desaparece por la esquina de la calle, levanta las cejas. Me vuelve a mirar, y se me revuelve el estómago. Mierda, mierda, mierda.

—Del supermercado, ya que tú parece que no te dignas a ir a comprar y está la cocina vacía —la acusación me recuerda lo abandonadas que tenía mis responsabilidades diarias—. ¿De quién es ese coche? ¿No estabas con tu abuela?

—No sé a qué te refieres, he venido andando.

Frunce las cejas. No ha colado.

—Y una maldita mierda, que te acabo de ver salir de ese puñetero coche ahora mismo. ¿De dónde vienes y con quién has estado? —su tono autoritario a medida que se acerca a mí me hace sentir que tengo que agazaparme y esconderme. Aparto la vista en contra de mi voluntad.

—De casa de la abuela, ya te lo he dicho —miento otra vez. No quiero que sepa de la existencia de Jeno. Ni ahora, ni en mil años. Es algo que he estado evitando todo este tiempo. La sola idea de que él tenga existencia en la mente de mi madre me produce escalofríos. Los quiero lo más alejados posible.

—¡Que no me mientas, niño! —grita en mitad de la calle. Un par de personas en la otra acera giran la cabeza hacia nosotros. Agacho la cabeza y miro al suelo—. O me dices dónde y con quién has estado o ya puedes volver por donde has venido.

Me muerdo la lengua hasta que la presión me puede.

—Solo estaba en casa de un amigo, ¿vale? —confieso a regañadientes.

—¿Un amigo? —escupe con asco—. ¿Te crees que soy estúpida? ¿Que no me entero de las cosas? ¿Que no lo sé todo?

Retrocedo un par de pasos. ¿Que lo sabe todo?

—¿Todo? ¿Qué es todo? —pregunto, ahora asustado. Es imposible que sepa de la existencia de Jeno, y menos aún de mis sentimientos por él. He sido cuidadoso todo este tiempo...

Sonríe amenazante.

—Que llevas meses y meses por ahí revolcándote alguna vieja ricachona, que tienes dinero escondido en tu habitación. ¿Qué pasa, te está pagando ella las clases de conducir a base de acostarse contigo y te deja conducir su cochecito caro?

Pestañeo, y sus palabras me parecen tan ridículamente acertadas que estoy a punto de dejar escapar una risotada desde lo más hondo de mi pecho.

Su acusación, escalofriantemente certera pero desviada de mi realidad actual, debería haberme hecho sentir mal. Debería haberme enfadado. No todos los días tu madre te acusa de ser un gigoló, y encima acertaba, hasta cierto punto. Pero sin embargo no lo hace . Por algún macabro motivo, me hace sonreír. Debo haberme vuelto loco.

—¿Y a ti qué te importa lo que haga o deje de hacer? —le devuelvo la pregunta con arrogancia, sabiendo que estaba indirectamente confirmando sus acusaciones. Al fin y al cabo, cualquier versión que se le cruce por la cabeza, por loca que sea, es más creíble que la realidad que he vivido los últimos meses.

Observo una de las bolsas de la compra cambiar de una mano a otra, y la mano que queda libre acaba en mi cara con una bofetada seca. La sonrisa se me borra y da paso al estupor.

My First And Last | NominWhere stories live. Discover now