no estoy bien.

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Normalmente era Jaemin el que se despertaba antes de los dos, pero esa mañana, mis ojos decidieron abrirse primero para recibir un infinito mar de negrura y tranquilidad.

Debía ser temprano. El piar de algún mirlo en la calle, el rugido lejano de algún coche que cruzaba la carretera de vez en cuando, el pesar de mis párpados mientras se acostumbraban a la oscuridad de nuestra habitación... Definitivamente tenía que ser pronto en la mañana.

Me giré en la cama con pereza y lentitud, pero con una sensación calentita al quedar de cara a su espalda. Me gustaba verle dormir, a pesar de que apenas podía discernir la silueta plateada de sus mechones de pelo bajo la ínfima luz que entraba por una rendija de la persiana, una que se me había escapado la noche anterior. Su respiración era pesada, tranquila, profunda... Podría escucharla horas e imaginar qué clase de sueños estaría teniendo. Esperaba que fueran agradables, y que apareciera yo en ellos.

En esta última semana había podido comprobar que Jaemin dormía mejor. Al menos, las dos noches que había dormido a su lado se me habían hecho maravillosas, y eso solo podía significar que pataleaba con menos frecuencia, se removía menos en la cama, y no lloraba en sueños llenos de ansiedad. Por muchas vueltas que le diese, solo encontraba un par de causas que explicaran la mejoría, y estas eran la ayuda reciente de su psicóloga y el haber purgado ante mí todo lo que llevaba aguantando desde hace meses.

Me gustaba que recuperara horas de sueño, pero más aún que lo hiciera junto a mí, por fin tranquilo y contento. Me acurruqué contra él, buscando no despertarle mientras mis brazos se enredaban alrededor de su cintura y le estrechaban en puños cerrados de fuerza reprimida. Era tan suave y olía tan bien que solo quería apretarle más y más contra mí, hasta un punto en el que no quedaran centímetros entre ambos y mi nariz solo inhalara su existencia.

—Hmmmm...

—¿Te he despertado? —murmuré besando su nuca—. Perdona.

—Mmm... ¿Qué hora es? —preguntó él con voz grogui, desorientada y gruñona.

—Aún es temprano. Vuélvete a dormir —le insté dándome el placer de estrecharle solo una vez contra mí.

Jaemin gruñó como un peluche con bocina interior y se dio la vuelta en la cama.

Me alejé de inmediato.

—Nooo~ —sus manos me buscaron a ciegas bajo la pesada colcha mientras fruncía el ceño, adorable—. Tengo frío~

—Pero... —me tapé la boca.

Me vi atraído -y tampoco opuse demasiada resistencia- por un par de manos inesperadamente fuertes que me agarraron del brazo y no pararon de tirar hasta que me tenían donde me querían. Literalmente, Jaemin me hizo aplastarle con mi propio cuerpo, con mi pecho sobre la extensión delgada del suyo y mi nariz hundida entre las puntas rosadas de su pelo. Lo encontré fascinante, el hecho de que encontrara aquella postura cómoda y de que no temiera morir aplastado o de calor. Con todo mi peso encima se agarró a mi brazo que abrazaba sus clavículas y suspiró satisfecho, y entró una vez más al mundo de los sueños.

Me quedé dormido con el aroma a fresas de su pelo.

🍓

Cuando volví a abrir los ojos unas horas después, con el pelo pegado a la frente y empapado en sudor, me sorprendió vernos enredados bajo las sábanas en una postura totalmente opuesta a la anterior. Jaemin ahora estaba desparramado sobre mi cuerpo, brazos extendidos como las alas de un avión y respirando sonoramente con la boca abierta y babeante sobre mi pecho desnudo. ¿Me tendría que haber dado asco o al menos un poco de repulsión? Quizás, pero tenía que admitir lo bien que se sentía estar así, aplastado, babeado y enamorado de aquella personita que me usaba como estufa personal. Debía ser verdad aquello de que el amor te convertía en idiota, porque yo estaba alcanzando una especie de nuevo y asqueroso nirvana.

My First And Last | NominWhere stories live. Discover now