melting

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Abrí los ojos para recibir la más absoluta oscuridad, el más perturbador silencio, y el cuerpo entero inmóvil y congelado. Estaba convencido de que estaba muerto.

Me incorporé con esfuerzo, pues había despertado besando el suelo por algún motivo y la cabeza me martilleaba incesantemente, aunque ese solo era uno de muchos dolores que estaban empezando a despertar por todo mi ser. Me dolía horrores la cara, apenas podía pestañear sin querer arrancarme los ojos, y mis movimientos eran lentos por el frío que me agarrotaba los músculos. Miré alrededor, pero de nuevo, no veía nada. No entendía nada. ¿Dónde estaba? ¿Qué me había pasado?

Mi móvil. Mi móvil siempre tenía las respuestas. Lo busqué a tientas, y di con una tela, una tela que identifiqué como mi mochila. ¡Mi mochila! Parece que estaba vivo después de todo.

Abrí mi mochila, y metí la mano buscando mi móvil. Encontré mi cartera, mis auriculares, las llaves de mi casa, mi portátil nuevo, mis libros de la uni... pero ni rastro del teléfono. Miré en otra cremallera, y nada. Qué raro.

Palpé el suelo de rodillas, empezando a ponerme un poquito nervioso. No es que me diera mucho miedo la oscuridad, pero sin mi móvil yo no era nada. Y tampoco creía que fuera muy normal eso de despertarse en medio de la puta nada, en el mayor puto silencio.

Finalmente di con el puñetero aparato a tientas a unos metros de donde me había despertado. Suspiré aliviado cuando la pantalla rota se iluminó deslumbrándome -todavía me quedaba un 20% de batería, y absorbí todo el aire de vuelta cuando vi que era... la jodida 1 de la mañana. Y lo que realmente me asustó: 13 llamadas perdidas de mi madre, y 9 de mi abuela. Desbloqueé el móvil con urgencia y Maps apareció ante mí, señalando con un punto en la pantalla que estaba en... mitad de la nada. Literalmente. Hice zoom para alejar el mapa, y vi que estaba a tomar por culo del centro de la ciudad, en el noroeste, en una carretucha perdida de la mano de Dios. La parada de metro más cercana, si es que seguía abierta para cuando llegase a ella, estaba a 40 minutos andando. ¿Pero cómo demonios había acabado ahí?

La primera explicación posible que vino a mi mente fue que me habían abducido los alienígenas, que parecía estúpida, pero en aquel momento compraría cualquier cosa. Sacudí la cabeza y el cuello me dio un tirón horrible.

Me levanté del suelo, tomé mi mochila, y elegí finalmente llamar a mi abuela. Ella sabría qué hacer.

El pitido sonó dos veces antes de escuchar su voz preocupada perforar mi oído por el auricular:

—¡¡Niño!! ¡Te voy-, te vamos a matar! ¡Pero mira qué horas son! ¿Dónde coño estás si se puede saber? ¡Tu madre y yo estamos preocupadísimas, estábamos a punto de llamar a la policía! ¿¡Dónde estás?!

Me quedé pensativo unos segundos, mirando sin ver alrededor de mí, hasta que recordé que no lo sabía.

—Uh. No lo sé —mi voz salió rasposa y ronca. Tosí, me dolía muchísimo la garganta.

—¿¡Cómo que no lo sabes?!

—No... No lo sé. ¿Puedes venir a buscarme? Estoy solo y tengo mucho frío.

—Dios, me vas a matar a disgustos. ¿Estás bien, al menos?

Me toqueteé el cuerpo.

—Creo que sí. Estoy vivo. ¿Eso cuenta?

Soltó el suspiro más largo de la historia.

—Eres imposible. Mándame tu ubicación por mensaje. ¡Y sea donde sea que estés, por el amor de Dios, no te muevas de ahí!

Colgó. Normalmente ella era la cariñosa de las dos, entre mi madre y ella, quiero decir. Pero ahora mismo tendría que estar verdaderamente angustiada para llegar a hablarme así. Ese era el tono que usaba mi madre conmigo normalmente, y no me gustaba nada. Me traía malos recuerdos.

My First And Last | NominWhere stories live. Discover now