24. Lili contó cada día

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LILI

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LILI


Regué el agua sobre la décima planta y con la mano libre miré mi teléfono: aún no obtenía respuesta. Mis dos vecinas se habían ido a un viaje con la congregación de su iglesia y me habían dejado encargada de toda la vida de sus apartamentos, es decir, como treinta plantas y cuatro gatos entre ambas. Iba a diario a alimentar a los peludos indiferentes y cada tres días ponía agua en las macetas. Noté que era la segunda vez que daba agua a las plantas y que eso significaba que se cumplían seis días sin saber nada de Kim.

Bueno, sí sabía de ella, no es que se hubiera desaparecido. Sandy, a quien le había escrito al día siguiente de la última vez que la vi, me dijo que estaba bien, así que en realidad eran seis días de ella evadiendo cualquier contacto conmigo.

El primer día no insistí más de dos veces porque asumí que necesitaba seguir procesando el susto que vivió aquella noche con Zoe y conmigo; el tercer día intenté llamarla en diferentes momentos del día, sin obtener respuesta. Al cuarto me limité a escribirle porque la veía en línea, preguntándole si estaba enojada, si necesitaba espacio, si yo podía hacer algo por ella, lo que fuera; no hubo respuesta. Al quinto día solo miré la pantalla con la esperanza de encontrar algún mensaje suyo, cualquiera, pero no pasó.

Ahora, en el día seis, aunque miraba mi pantalla cada tanto, ya no esperaba nada. Ni insistiría más, porque incluso yo, tan enamorada como estaba, tenía mis límites y sabía agarrar una indirecta.

Se lo dije a Zoe cuando nos vimos esa tarde y fuimos por un helado a una heladería pequeña de nuestro vecindario. Ella me escuchó paciente y debió notar la tristeza en mi voz, porque en sus ojos brilló algo de compasión.

—No sé qué decirte, Lili.

—Si ya no quería estar conmigo, nada le costaba escribir un mensaje, pero ghostearme así... Sé que Sandy debe haberle dicho que pregunté por ella, que estaba preocupada, ¿tan poco le importo que ni siquiera merezco unos minutos de explicación?

Zoe lo meditó.

—No sé por lo que está pasando Kim, sé que alguna cosa debe estar sucediendo para que actúe así. Pero en todo caso, no es excusa para que te ignore de esa manera. Nadie merece eso. —Zoe estiró la mano, poniéndola sobre la mía—. Lo siento mucho, Lili. Si quieres puedo intentar llamarla yo o...

—No. Yo ya le pedí a una de sus mejores amigas que le dijera que me llamara, si eso no la convenció, dudo que algo lo haga. ¿Sabes qué es lo peor? Que me siento humillada y horrible, pero quiero que me llame —confesé—, quiero que me diga qué pasó y... y me odio porque en mi imaginación, si ella llega diciéndome que me quiere, le pediré que se quede aunque me esté tratando así. Me siento ridícula.

—Estás enamorada —concretó ella—, que a veces es un sinónimo. —Nos reímos entre dientes, un poco de humor que alivianar la tristeza sobre mi cabeza—. No tengo consejos, la verdad, pero pase lo que pase, puedes contar con mi hombro para llorar o mi oído para escuchar.

En el armario de Kim •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora