18. Samuel tiene un buen instinto

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En el auto, pese a que era un trayecto de quince minutos, Lili recostó su cabeza sobre mi regazo y Samu, desde el asiento del copiloto, nos observaba cada tantos segundos

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En el auto, pese a que era un trayecto de quince minutos, Lili recostó su cabeza sobre mi regazo y Samu, desde el asiento del copiloto, nos observaba cada tantos segundos. No había nada raro en nuestra posición, pero su mirada era de sospecha. Lili llevaba sus ojos cerrados y mis manos estaban una en su cabello y la otra sobre su torso.

Cuando me cansé de la mirada de Samu, inquirí:

—¿Qué nos miras?

—Ustedes están juntas.

Lili abrió los ojos de sopetón, pero no se movió. Vi a Mau que nos dedicó una mirada seria desde el retrovisor mientras conducía. Nadie dijo nada. Samuel esperó, sin apuro alguno.

—Todos estamos juntos en el auto —dije al fin y esperaba que desde su lugar no pudiera ver mi sonrojo.

—No me refiero a eso y lo sabes. —Su sonrisa era amplia, satisfecha. Yo me pregunté si mis amigas lo verían con esa facilidad o si simplemente Samu era de esas personas que perciben las cosas diferente... o si alguien le había contado—. Por Dios, ¿desde cuándo?

Lili, con su cabeza aún en mi regazo, me miró desde abajo. Estaba seria, me daba total libertad de contar lo que yo quisiera. Luego miré a Mau por el espejo retrovisor y él negó levemente, como si quisiera decirme que él no dijo nada. Yo estaba nerviosa ante la atenta mirada de Samuel, notando que no estaba preguntando nada en sí, sino que estaba asegurando con toda certeza que Lili y yo estábamos juntas.

Y no juntas dentro del auto, precisamente.

Repasé rápidamente mi amistad con Samuel. Lo conocía de muchos años atrás y siempre me inspiró esa vibra de confianza ciega, como si él fuera el tipo de persona que si le dices "vamos a asesinar a alguien", él ya estaría alistando las armas. Además, conocía por encima su historial amoroso y en él había mujeres y hombres, así que sin duda juicios por su parte no habría. Samuel no era íntimo amigo mío, pero de tantos años de frecuentar por amigos en común, era normal que lo quisiera... y decidí confiar en él un poquito más de lo que pensé que era capaz.

Me quedé en silencio tanto tiempo que el pequeño espacio dentro del auto se tornó incómodo y espeso. Noté con el rabillo del ojo que Lili desviaba la mirada y suspiraba.

—No estamos juntas, somos amigas —dijo.

En su voz había un tinte de tristeza y en el gesto de Samu, incredulidad; creo que su sorpresa era más porque fue ella quien lo negó y no yo. Mau hacía todo lo posible por fingir que esa conversación no era con él, que su papel era solo el de conductor.

—Algo tienen... —replicó Samu—. Lo sé. Mi instinto no falla.

Lili fingió una risa para desestimar sus palabras, sin embargo, un impulso me llevó a enarcar una ceja y delatarme:

—Tienes razón. No falla.

Hubo más silencio aún. Nadie, ni siquiera yo, creía haberme escuchado bien. Lili se levantó, sentándose ahora a mi lado. Su susurro fue casi inaudible:

En el armario de Kim •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora