7. Sandy es una heroína

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Me resultaba sorprendente lo movida que era la plaza antes de las ocho de la mañana

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Me resultaba sorprendente lo movida que era la plaza antes de las ocho de la mañana. No sé si era algo típico en los pueblos, o si era así en todas partes pero yo me lo perdía por dormir siempre hasta tarde.

El sol de esa hora de la mañana no era tan picante, sin embargo, tras caminar más de una hora e ir recolectando comida que debíamos cargar entre las tres, estábamos cansadas y por mi parte, con ganas de tirarme en el suelo y que nadie se me acercara.

Sandy sugirió entrar a una heladería grande, colorida y fresca por la que pasamos cuando nos disponíamos ya a buscar un taxi. Era también distribuidora de lácteos en general, lo que explicaba que estuviera abierta tan temprano.

El lugar era espacioso; conté por encima ocho mesas, tres de ellas ocupadas. Tomamos la que quedaba cerca del ventilador en la pared y Sandy se ofreció a ir a comprar, así que Lili y yo nos quedamos en la mesa.

Lili sacó de su bolso un gancho y luego elevó los brazos para recoger su cabello por completo. Sus mejillas, usualmente de un tono canela suave, estaban teñidas con manchas rojas de calor, su frente húmeda, sus labios pálidos. Me pregunté si al tacto estaba tan caliente como parecía.

—Estás colorada —mencioné, casual.

—El sol me calienta mucho —replicó, luego me miró a los ojos y ladeó la sonrisa—. Y las mujeres bellas como tú también.

Solté una carcajada al tiempo que también recogía mi cabello para sentir frescura en la nuca.

—¿Cómo es que puedes pasar de hablar del clima a la coquetería en media frase?

Sus ojos marrones me contemplaron.

—Es inevitable cuando alguien me gusta.

Amaba y a la vez odiaba su manera directa de ser. Lo amaba porque era como si diera los pasos que yo no daba, tomara la iniciativa que yo nunca tomaría... y lo odiaba por la misma razón.

Sandy regresó a la mesa con tres copas altas de batido helado, las compró todas del mismo sabor —galleta y crema— y nos dio una a cada una. Las tres emitimos un jadeo de placer ante el primer sorbo frío en la garganta caliente.

—Es muy barato —dijo Sandy, fascinada—. Compré las tres por lo que vale una en la ciudad. Me encanta, vendré cada día por una. —Sandy se quitó sus lentes de sol y los dejó sobre la mesa, luego pasó sus decenas de trenzas largas y delgadas sobre uno solo de sus hombros. Su piel de un color chocolate claro, brillaba. Bebió otro sorbo, y luego miró a Lili—. ¿Y cómo ha sido dormir con Kim?

Hice todo un esfuerzo para no abrir de más los ojos, para fingir que no me sobresaltaba escuchar una pregunta así pues, ¿por qué lo haría? Miré a Lili con indiferencia, ella tomó otro poco del batido antes de responder, también sin preocupación alguna:

—Fascinante, casi ni me entero que está a mi lado.

—¿No quieres cambiar conmigo? —añadió, encorvándose de hombros un poco—. Mau es de esas personas que se mueven mucho al dormir y cuando menos lo pienso, tengo su mano en mi cara o su trasero empujándome.

En el armario de Kim •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora