14. Kim no está acostumbrada al... calor

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Soñé en colores rojo, negro, púrpura y con una sonrisa que se desdibujaba

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Soñé en colores rojo, negro, púrpura y con una sonrisa que se desdibujaba.

Fue uno de esos sueños que saben a recuerdo, pero que al despertar sencillamente se desvanecen, como hojas quemadas que terminan en cenizas. Y esas cenizas quedaron flotando en mi pecho cuando desperté, se convirtieron en inquietud y me persiguieron todo el día.

No supe de inmediato por qué esa pesadilla en específico me perturbaba... especialmente porque diez minutos después de levantarme del colchón, había olvidado por completo imágenes concretas.

—Te ves dispersa. —La voz de Sandy llegó de repente y me sobresalté un poco—. ¿En qué piensas?

Se sentó a mi lado, en el suelo frente a la casa de la tía de Alexa, un andén ancho que resultaba más refrescante a la sombra que el interior, donde además, Alexa hablaba con su tía de temas que no nos incluían.

—Nada especial.

Sandy me codeó, cuando la miré, me dedicó un gesto pícaro y confidente.

—Bueno, entonces, ¿en quién piensas?

—No me hagas esos ojos. Hago más en la vida que pensar en ella, ¿sabes?

Sin embargo, no pude evitar sonreír al traerla a mi mente. Era verdad que en ese momento Lili no era en quien pensaba, pero ya había llegado a mi mente y eso me cambiaba el humor por completo a mejor.

—Estamos de vacaciones, sin responsabilidades y tienes libertad de pensarla todo el día.

—Pero no lo hago.

—Mentirosa.

Mis mejillas ya estaban coloradas y Sandy tenía una expresión de triunfo que no le cabía en la cara. Terminé riendo y negué con la cabeza.

—Gracias por llevarnos ayer al lago. Fue muy bonito.

—Si no existo para ser Celestina de mis amigas, ¿para qué entonces?

Guardé silencio y esperé, casi con ansiedad, que Sandy hiciera la pregunta obvia: "¿Qué pasó con Lili ayer?". Sería algo que yo preguntaría de ser el caso contrario y la verdad es que aunque aún me resultaba extraño que una de mis amigas supiera sobre mis sentimientos, moría de ganas por contarle a alguien, quien fuera, que Lili me había besado.

El momento posterior al beso fue agridulce por las circunstancias, pero el beso en sí era de esos que producen tantas palabras en la cabeza, que a fuerza uno debe soltarlas a alguien o terminarán saliendo en burbujas de texto por las orejas.

Pero no pasó, Sandy no preguntó nada y lo encontré extraño.

—Gracias igual —repetí, esperando la pregunta.

Sandy, a cambio, pulió un gesto de inquietud que no presagiaba que sus siguientes palabras fueran buenas.

—Te voy a contar algo, pero no enloquezcas.

En el armario de Kim •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora