Capitulo 3

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Tres hombres y una mujer bajaron de las motos de alta velocidad. Los hombres parecían estar preparándose para debutar como banda, con el pelo teñido de rojo, amarillo y verde como los semáforos. La mujer iba vestida igual que la chica delincuente, con chaqueta y sujetador. Quizá el estilo era popular entre los delincuentes de la ciudad.

Todos habían aparecido de la nada; sin embargo, formando una fila en la parte trasera del bar clandestino, ninguno de ellos se atrevió a decir una palabra.

Tras algunas deliberaciones, la "banda semáforo" envió a la mujer a hablar en su nombre. Era el tipo de persona capaz de soportar el frío por amor a la moda, pero cuando se encontró con la mirada gélida del hombre que estaba junto a la puerta trasera, se vio superada. Temblorosa, habló titubeando.

. -Ese tipo estaba usando un extraño dispositivo de protección, perdimos su rastro...-

El hombre la miró fijamente en silencio, provocándole un estornudo tan fuerte que casi se le salen los pulmones del pecho. El niño, que por fin se había calmado hacía un momento, se sobresaltó al oír el fuerte estornudo, y enseguida volvió a llorar ruidosamente desde su lugar en el suelo. Sin embargo, una mirada del hombre que sostenía el cigarrillo bastó para asustar al chico y hacerle guardar un tembloroso silencio.

. -Llama a la policía. Deja de estar aquí y de avergonzarme, entra". El hombre sujetó con un brazo al niño cuyo llanto había detenido con un simple contacto visual, miró a la chica desaliñada de la esquina de la habitación y habló. -

. -Tú también. -

El grupo de jinetes le siguió uno a tras otro como si hubieran sido indultados tras cometer un delito. La chica se levantó y dudó un momento, pero el calor del bar la convenció rápidamente. Se tocó la herida del dorso de la mano, arrastrando consigo su equipaje.

El ambiente en el bar clandestino era bastante retro, de modo que incluso la decadencia parecía intencionada. El dulce aroma del ron llenaba el aire y la música jazz animaba el ambiente. El bar parecía estar cerrado en ese momento, ya que no había camareros. El único que estaba allí era el hombre que había abierto la puerta trasera, presumiblemente el dueño.

Es bastante engreído para ser el dueño de un bar tan pequeño... pensó la chica, insegura. Le pareció ver algo moverse en la estantería junto a la mesa, pero lo descartó como un truco de la luz, hasta que su mirada se encontró con unos ojos fríos. Se sobresaltó. En el estante había un lagarto verde oscuro.

. -No te preocupes, es demasiado holgazán para morder a nadie. - el dueño colocó al niño en un taburete de la barra frente a la chica. -¿Qué quieres tomar? -

. -Cerveza. - Contestó

El dueño la miró de arriba abajo. - ¿Cuántos años tienes? -

Ahora que estaba a la luz, la chica pudo verle bien la cara. Aunque los contornos de su rostro eran profundos, pudo ver que tenía sangre asiática. Aún le quedaba algo de barba en la mandíbula. Tenía las mangas remangadas hasta los codos y la camisa desabrochada, lo que dejaba al descubierto un pecho macizo y unos abdominales cincelados. Se dio cuenta de que la chica le miraba y se abrochó despreocupadamente algunos botones. Oculta bajo la camisa había una vieja y gruesa cicatriz a lo largo del cuello, que se extendía desde la nuez de Adán hasta el hombro, lo que le hacía parecer aún más peligroso. Entrecerró ligeramente los ojos a través del humo de su cigarrillo. Podría decirse que su aspecto era totalmente descuidado, pero a pesar de su aspecto desaliñado y de oso, sus ojos grises oscuros le conferían una presencia digna. Aquellos ojos eran insólitos, evocadores de un denso desfiladero neblinoso, solitario y melancólico.

Los ojos de la muchacha se cruzaron con los suyos e instintivamente apartó la mirada.

Respondió claramente. -Cincuenta. -

Can Ci Pin | The Defectives (Book‌ ‌1‌ ‌-‌ ‌Planet‌ ‌of‌ ‌Desolation‌ ‌)Where stories live. Discover now