Epílogo

1.5K 104 35
                                    


HEVE:

El viento me sopla en la cara cuando bajo del auto. Abro el baúl y tomo una caja antes de rebuscar la llave en mi cartera. Este condominio ha sido inaugurado hace poco, y fue de mucha suerte haber conseguido un piso a un precio mínimo. Había estado tan indecisa, y espero que esta haya sido una buena elección.

Dentro del campus parece todo una película. Los árboles, las personas, las veredas. Todo parece como en aquellos sueños de niña que desea ser universitaria. Solo espero que la vida universitaria no me tome como su conejillo de indias.

Subimos hasta el cuarto piso, y me acerco a la puerta que contiene la chapa que indica mi llave.

»E:2«

Abro la puerta y una sonrisa se estira en mi cara. Claro que es lo que esperaba. Hay espacio de sobra, pero no exagerado. Eso si, las paredes están vacías, haciendo que ese color beige sea mareante. Pero no es nada que no se pueda llenar con fotos y dibujos.

Mentalmente, comienzo a acomodar todas mis cosas, esa es la parte fácil. La difícil será traer todas esas cosas hasta el cuarto piso en un ascensor en el que caben dos personas.

—¿Te gusta? –pregunta mi madre.

—Es perfecto.

Comenzamos a traer mis cosas y cuando subo por última vez, Mamá me abraza hasta que ya no siento mi cuerpo. Y aunque sigue soltando algunas lágrimas, finalmente sus brazos me liberan.

—¿Te hace falta algo? Puedo salir a comprarlo…

—Mamá, por novena o décima vez, ya te he dicho que estoy bien. Si algo me falta, podré comprarlo.

En ese momento, la puerta se abre de par en par otra vez y veo a Paul entrando con una caja en sus brazos. Le sonrío y le indico donde dejarla.

—Esa ha sido la última. –informa mientras se sacude las manos.

—Gracias, cariño.

Mamá vuelve a mirarme y Paul la toma de la mano. Lleva un par de meses junto a él, me lo había ocultado cuando me veía llorar todo el tiempo, pero ahora lo sé y por fin puedo ver a mi madre feliz, porque felicidad era lo que más merecía. Mirándolos, sé que van por buen camino.

—Debo irme antes de que la ruta se cargue, prométeme llamar cada vez que me eches de menos, porque yo haré lo mismo. –dice, acercándose a mí.

Vuelve a abrazarme y río a carcajadas.

—Mamá, se saturará la línea. –digo, y ella me jura que eso no importa. —Vayan con cuidado.

Me despido de Paul y me entrega un llavero que ha comprado para mí, lo miro con horror al notar que es una pata de conejo.

—Es para la buena suerte.

—¿Si? –pregunto con la misma expresión, y él sonríe.

—Descuida, es de fibra sintética. Nada de animales muertos, conoces mis reglas.

Le sonrío abiertamente esta vez.

—Vale, gracias entonces.

Ellos se van y por fin me quedo sola en el piso, me pongo las manos sobre las caderas, buscando por dónde empezar a ordenar toda mi vida dentro de este pequeño departamento.

Busco mi celular en mi pequeño morral para que la música apure todo este aburrido proceso. Al tomarlo y encenderlo, abro el mensaje que aparece titilante en la casilla. Pero de inmediato mis manos se tensan y mi corazón comienza a latir con fuerza al leer lo que no es una oferta de la empresa de línea.

Número Privado: Hola, Heve. Solo quería hacerte saber que estoy bien. Y espero que tú también lo estés. Por favor, no respondas esto.
E.

Me paralizo.

Es la primera vez que recibo un mensaje suyo en cuatro meses, una respuesta.

Estoy bien…

Está bien. Él está bien. Donde quiera que esté, se encuentra bien. Pero la verdadera duda es… ¿Yo estoy bien ahora, sabiendo nuevamente de su existencia?

Mis ojos se llenan de lágrimas y debo contenerme con todas mis fuerzas para no abrir esa vieja herida que he intentado curar con el pasar de los meses. Le hago caso y elimino en mensaje, y a su vez, el número también se va a la papelera. Lo borro todo, y suspiro.

Si, yo también estoy bien.

Le envío un mensaje a Maggie, preguntándole si ya se ha acomodado con Zander en su nuevo piso a un par de manzanas de aquí y luego ella responde que saldremos esta noche para festejar este nuevo comienzo.

Sonriéndole a la pantalla, le mando mi confirmación.

Vuelvo a mi viejo plan, pongo la música en el móvil, enciendo un sahumerio y me concentro en desempacar mis cosas. Aunque ese pequeño y simple momento perdura en mi mente, por más que no quiera.

Esa fue la última vez que supe de Edmon Renaud…

Lado Peligroso Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz