Capítulo 4

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Amaneció y todavía me encontraba en el bosque, y me temía que si permanecía mucho más allí podría resultar peligroso, ya que soy una simple humana para enfrentarme yo sola a la bestia, y además seguramente él se movería mejor en el que yo, una simple humana.

El tiempo apremiaba y todavía debía encontrar la salida al camino principal que me llevaría al pueblo más cercano.

Por lo menos dejo de llover y el sol secaría mis ropas húmedas, no estaría demás darme un baño, pero aunque encontrará un lago, no me convenía entretenerme demasiado, tendría que esperar, había cosas más urgentes.

Me moría de hambre, mientras caminaba iba mirando si encontraba algo comestible o no duraría mucho.

Anduve sin parar, sin encontrar nada comestible que llevarme a la boca, el calor comenzaba a ser insoportable, notaba la boca reseca y comenzaba a sentirme mareada, caí durante varias veces en el camino.

Decidí tumbarme un rato bajo la sombra de un árbol, apenas tenía fuerzas para continuar, solo un rato pensé, pero también pensé que si me dormía, tal vez no volvería a despertar, miré alrededor y creí ver a lo lejos un matorral con moras, traté de arrastrarme hasta allí, debía lograrlo si quería sobrevivir.

Cogí fuerzas de mis ganas de luchar, me levanté temblando, recogí unas cuantas y me las comí casi devorándolas.

Poco a poco iba cogiendo algo de fuerzas, me sentía con mejor ánimo.

Una vez me harté de comer, mi segunda urgencia era el agua, anduve un rato, estaba segura que debía haber un río cerca, según recordaba de viejos recuerdos.

Después de un rato largo andado me pareció escuchar la corriente de agua, siguiendo mi instinto, por fin divise el río, me acerque a la orilla y bebí hasta que sacie mi sed, me quite la ropa y me lancé al río, ahora poco importaba lo que pudiera pasar, lo urgente era lo urgente.

Pesadillas nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora