Capítulo 7.

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- Mamá –murmuraba Juliette –Mamá – Susurró en un tono ligeramente más elevado a su madre, quien se hallaba durmiendo en la cama. Helen entreabrió los ojos cerciorándose de que no había amanecido, volviéndolos a cerrar en décimas de segundo.

- ¿Qué ocurre? –cuestionó la mujer.

- Tengo miedo –repuso la niña agarrando fuertemente al osito de peluche que sostenía entre sus manos.

 - ¿De qué, si puede saberse?

- Está lloviendo y los truenos me atemorizan – Contestó la chica -¿Puedo dormir contigo, por favor? Papá no está y...

Un momento. ¿Jack no se encontraba en la cama? ¿No había regresado a casa en toda la noche? ¿Dónde habría descansado? ¿Se ubicaría con Emma?

- Sí... -respondió Helen pensativa – Claro, cariño.

¿Sería la tormenta que acaecía afuera tan intensa, que por mencionada causa su esposo no había tornado el viaje de vuelta a casa?

- "Una boda no es una tontería de mínimo valor, sino una alianza prometida que se ha de cumplir estrictamente. ¿Crees que Jack puede ser buen esposo? ¿Piensas que sabrá evitar los deslices?" –Unas palabras muy sabias, procedentes de su abuela cuando los pies sobre el suelo poseía. Palabras que debería haber considerado más detenidamente, para eludir tal amarga situación con la que convivía. ¿Y ahora? Solo se limitaba a arrepentirse y a maldecir aquel día en el que dio su "Si quiero". 

Cierto era que los momentos felices no fueron pocos. Pero más bien pareciera que aquello del amor fuere una especie de cupón, el cual, ya había sido agotado.

Una hora más tarde, había cesado de llover e inquieta, deslizó la vista hacia el reloj de la habitación: las 6 y media de la madrugada. El sonido del segundero se clavaba en sus oídos. Girándose hacia el lado opuesto vislumbró a su pequeña dormir tranquilamente. Esbozó una leve sonrisa.

El sonido de las llaves introduciéndose en la ranura le sobresaltaron, era él, quien sigilosamente se dirigió hacia su dormitorio, desajustándose la corbata.

- A buenas horas llegas –Comentó Helen.

- Ha llovido, la ciudad está inundada. ¿Te has asomado a la ventana? Mandé un mensaje y llamé mil veces, pero las líneas al igual que las calles, se hallan cortadas.  Quizá lo interpretes a modo de falsa excusa, quién sabe lo que estás pensando en este mismo instante, mas por tu expresión, juraría que mis palabras han sido suficientes como para cerrar tu boca y darte a entender que no eres presa de un engaño. ¿Me crees entonces, no?

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- Claro, Jack –Murmuraba Helen para sí misma en la celda, al recordar tal escena -Tus palabras siempre tan convincentes, tus actos... los cuales simplemente te delataban. Y yo,  callada y observadora, solo recibía puñales en la espalda. Obviamente, esa noche me mentiste. No te sentirías solitario, pues yo sé de una persona que alivió tus penas y fue tu cómplice durante el tiempo que estuviste recluido por la lluvia. - ¿Seguro que le fue imposible salir de la oficina? No, bien lo sabía Helen, pues "un pajarito" le advirtió de que en casa de Emma estuvo la mar de cómodo.

- Tchssss –Se escuchó en la cercanía. ¿Quién había sido? ¿Quién había chistado? – Mide tus palabras si quieres salir de aquí –Le advirtió una voz – Nos están vigilando.

Azarada, investigó su alrededor. No es que hubiese demasiado que explorar, solo una celda inmunda y un plato de comida sin apenas ser saboreado. ¿Y la voz?

- ¿Quién eres? ¿Dónde estás? –Cuestionó balbuceando.

- ¡Eh! No te asustes. Y no grites, que además te pueden oír – Respondió tajante –Solo soy una persona que se encuentra en una situación, digamos... similar. Mas yo lo acepto, es mi recompensa.

- ¿Recompensa? –inquirió Helen agarrando los barrotes de la mazmorra.

- ¿Quieres saber más? – Una risa profunda invadió la estancia – Pues lo siento, creo que la duda será un buen tormento.

- ¿Qué es esto? ¡Por favor! – Por más que planteaba sus preguntas no obtenía contestación alguna. Derrotada se arrodilló frente a la verja.

- ¿Sabes, querida amiga? Quizá la distancia sea un buen aliado, aunque disciernas todo lo contrario. Si es por tu hija, no te alarmes, está mucho mejor.

¿Mucho mejor? ¿Conocía a Juliette? ¿Sabía dónde se hallaba?

- ¿Qué sabes de Juliette?

-¿Es así cómo se llama tu pequeña? – Preguntó con cierto tono de interés.

- ¿Qué más da? Responde.

- A ver si adivinas quién dijo esto: "Solo sé que no sé nada" - ¿Qué pensaba aquella persona? ¿Que se trataba de un simple juego? –El tiempo comienza... ¡Ya! – Provocando unos sonidos a modo de manecilla con la boca, la preocupación le acechó -¿Desconoces la respuesta? ¡Qué lástima! Está bien, te ahorraré la intriga: La frase se atribuye a ... - ¿Por qué se había detenido?

- ¿H- Hola?  

- ¿Te habías asustado? –De nuevo esa risa tan escandalosa - ¿Qué? –Cuestionó - ¿Aguardabas a la respuesta? No, lo siento, técnicamente solo debo preguntar, no responder. La experiencia ya me ha aleccionado. Demasiado que te he desvelado el estado de tu hija. Podrías estar al menos un poco agradecida, ¿no?

- ¿Cuándo terminará todo esto?

- No te desesperes... no lo sabes tú y no lo sé yo. Quizá sean días, meses e incluso años. Tómatelo como unas vacaciones. ¡Que las disfrutes!


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