Capítulo 6.

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- Mamá, ¿papá y tú me queréis? –preguntaba Juliette sentada en el sofá de piel que residía en el salón, junto a su madre.

- ¡Claro! ¿Lo dudabas acaso? –inquirió Helen dibujando una sonrisa en su rostro.

- Cuando os escucho a papá y a ti discutir siempre mencionáis mi nombre –Contestó la pequeña. La madre se irguió para asir el mando del televisor y apagarlo. Seguidamente, acarició la mejilla de la niña. Aspirando a encontrar la respuesta adecuada, su pensamiento fue interrumpido por el sonido de unas llaves encajando en la cerradura de la puerta principal.

- Debe ser papá –anunció la madre. En efecto, así era.

Jack portaba un traje de chaqueta, una corbata, zapatos brillantes y un maletín que reflejaba importancia, sinónimo de comparecer tras una larga jornada de intenso trabajo. Se aproximó a Juliette y le besó en la frente. Observó fijamente durante un par de segundos a su esposa  y posteriormente se retiró.

Juliette lo había presenciado; esa imagen tan frívola, tan despectiva. Serenándose y ocultando toda su angustia, la mujer se puso en pie y le siguió escaleras arriba hacia los dormitorios. Allí se hallaba él, colocando su traje de chaqueta en la percha del armario, dispuesto a ser utilizado al día siguiente.

- Jack... -murmuró Helen sin adentrarse del todo a la habitación. Él ni siquiera le miró –Jack... esto no puede continuar así, eres consciente –El silencio era abrumador –Por favor, préstame atención si de verdad quieres a tu hija – Él levantó la mirada y la observó. Helen accedió cerrando la puerta con el fin de evitar que Juliette percibiese el motivo de la conversación –Juliette está sufriendo, ¿es que no lo ves?

-¡¿Y tú?! ¡Helen, no puedes continuar así! Cada movimiento, cada gesto, cada retraso desde la oficina... Ya comienzas a inventar otra de tus historias –Repuso él levantando la voz.

- ¿Qué nos ha pasado, Jack? –cuestionó Helen con ojos llorosos, estudiando una foto establecida en un marco de madera sobre la cómoda –Se nos veía tan felices... ¿Y ahora? ¿Es a esto a lo que nos deparaba el futuro? Solo callas. No me gustan los engaños, creo que ya me conoces. Y al igual que tú sabes cómo soy, yo advierto de qué forma eres tú. Es Emma, ¿verdad? Es tu secretaria, esa joven tan bonita. ¿Qué te da ella que no te dé yo? ¿No me consideras ya atractiva? Y entonces, ¿por qué nos casamos?  

- Ya empiezas –notificó él.

- No son boberías. Todos envejecemos, ¿sabes? Esa empleada tuya también lo hará algún día –Su mirada perdida, su tono suave de voz... Un corazón cubierto de espinas – Dime... ¿me consideras aún tu cónyuge o el anillo es solo un elemento decorativo? ¿Te lo quitas cuando estás con ella para que no advierta que eres un padre de familia? – Sonrió –Siempre fuiste mi locura, mi primer amor. Nunca hubiese imaginado vivir con esta congoja que me quema por dentro.  

- Emma no es culpable de absolutamente nada.

-¡¿Lo reconoces entonces?! ¡¿Admites haberme mentido?! Y no solo a mí, sino a nuestra hija. ¿Se lo confesarás a ella cuando crezca? – Helen lloraba y vociferaba. Él se limitaba a agachar la cabeza en señal de arrepentimiento –No muestras el mínimo afecto por nosotras. ¿Qué le contarás a la niña? ¿Le dirás que todo ha acabado? Nuestro matrimonio, nuestro pasado... ¿o seguirás fingiendo reuniones ficticias para disfrutar de un rato a solas con la secretaria y después procurar que yo confíe en ti y te demuestre cariño? – Con tal escándalo, no apreciaron que la puerta se había abierto. Desde el pasillo, conteniendo sus lágrimas, Juliette tomó una foto.

Esa misma foto era la que el doctor Simmons le hubo mostrado a Helen momentos previos, la misma de la que ella desconocía su existencia y que tanto le había sorprendido. Esa que inmortalizaría aquel instante por el resto de su vida.  


PALABRAS  OLVIDADAS //#PGP2016//Where stories live. Discover now