† SUSURROS EN LA OSCURIDAD †

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«¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada»

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«¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada»

                                                                                                   Oscar Wilde


El gélido viento invernal aullaba cantando su propia canción. Notas que a los oídos de Caden Greenwood se convertían en una marcha fúnebre. Miró al cielo, a pesar de su oscuridad, una luna menguante lo adornaba. No importaba en qué lugar estuviera, su corazón siempre lo llevaría de vuelta a Angelina, al lugar que pisaba cada día.

El hombre se mezcló con la noche, era demasiado inteligente y sigiloso como para pasar desapercibido ante las miradas de algún vagabundo que deambulara en la oscuridad nocturna, su espía iba con él. Unos instantes después, sintió un débil pulso de magia, no lo suficientemente fuerte como para ser detectado por cualquier mago, médium, entes o humano. Caden se deslizó tras él, asegurándose de que nadie lo observaba.

—Es aquí... Esta es la iglesia —le aseguró el hombre que lo acompañaba.

—Vigila —ordenó, y sin mirar atrás entró como un gato en las penumbras hasta el interior de la iglesia.

Cada paso acortaban la cercanía entre Caden y el sacerdote. Intuyó la presencia del representante de Dios en una de las salas de la amplia casa parroquial. Susurros salían de los labios del clérigo aferrado a su cruz, Caden lo contemplaba desde el exterior.

—Siempre que trato de frenar al demonio en mí, aparece un obstáculo que me insta a dejarlo salir —reflexionó mientras contemplaba en silencio al hombre que amenazaba con que las verdades que lo envolvían salieran la luz de una vez y definitivamente.

El sacerdote rezaba fervientemente, advertía que la oscuridad lo estaba siguiendo, después de la visita que le hizo a Liza Greenwood no se había sentido bien. El clérigo cerró los ojos y rezó con fervor, el viento frío se fue colando por la ventana, no quería abrir los ojos, aun así, sintió que ya no estaba solo en aquella habitación.

Caden se sentó a la mesa, impresionando al padre con una brillante sonrisa. Sus ojos se centraron en el sacerdote y la cara del hombre perdió el color. Era obvio ante sus ojos, que Caden ya estaba al tanto de todo lo que había hecho. Sacar a la luz secretos oscuros desencadenaba los peores demonios.

—Supongo que ya debe imaginar el motivo de mi presencia padre... antes de continuar quiero que me dé la bendición —el hombre estaba nervioso, sin saber qué decir o actuar. Se encomendó a Dios y con la mano derecha bendijo a Caden.

—Gracias, padre —Caden observó directamente a los ojos al atemorizado hombre.

—Por favor siéntese.

—Prefiero mantenerme de pie.

—¡Siéntese, le digo! —El sacerdote vio la ira emerger en los ojos de su verdugo y no tuvo más opción que hacer lo que le ordenaba.

Angelina: Liberación LIBRO IIIWhere stories live. Discover now