—Lo romántico siempre fue lo tuyo, por suerte —bromeó él.

Estiré mi pie solo con la intención de pegarle una patada en broma, pero él la esquivó mirándome con orgullo.

—Vale, tienes razón, no me van mucho esas cosas, excepto las miradas. Me gusta jugar con ellas.

—Y con esos ojos que tienes...

Toqué mi pecho como si eso me hubiera llegado hasta el fondo de mi corazón repleto de ego y muchas mariposas.

—La verdad que sí, que ojazos cargo, hombre —terminé admitiendo.

Cris soltó una carcajada contagiosa, pero segundos después se detuvo en seco, me miró neutral y abrió su boca:

—¿Y en qué la cagaste?

Me senté rápidamente en el sofá, soné mis dedos y relamí mis labios para empezar a contar mi situación de aquel entonces.

—¿Recuerdas la profecía del tótem?

—Ajá.

—Vale, es simple. Sí se cumple y Jade siente algo por mí saldrá herida, por el contrario, si yo hago que ella se aleje de mi y me odie quizás no sufra. —Dejé a Cris mudo—. Bien pensado, ¿verdad?

Él negó con la cabeza, desesperado.

—¿Estás de broma? ¿Me estás grabando? ¿Hay alguna cámara oculta por algún lado o...?

—No —ese "No" sonó más bien con un tono de interrogación.

—No puedes... no, ¿cómo vas a hacerle eso? ¡Es obvio que está pillada por ti!

—¡Joder, no me digas eso! ¡Empeora la puta situación!

—¡Lo que empeorará la situación es lo que tú quieres hacer!

—¡Ella empeora la situación!

No sé en qué momento me levanté del sofá, pero les puedo asegurar que ya estaba caminando nervioso por toda la sala.

—No.

—¡¿No?!

—Tú fuiste el que se enamoró primero de ella.

—¡Yo no...! —el rostro de enojo de Cris me hizo entender que ya era absurdo seguir negándolo—. Vale, ya. Sí. Me tiene loco desde que la vi. Jodidamente loco.

Él esbozó una sonrisa, pero al instante vi reflejado en sus ojos algo de confusión.

—¿Y por qué le quieres hacer daño antes de que eso suceda?

Una vez más relajado, me dejé caer en el sofá y solté el aire que retenía.

—No lo sé, no sé que carajos estoy haciendo. Sentir algo tan fuerte me asusta. No me deja pensar —asimilé al fin.

—Todos tenemos miedo al experimentar  sentimientos fuertes, chico —me dijo sentándose a mi lado—. Es normal.

Negué con la cabeza.

—De hecho no creo que sea miedo —mentí. El dolor de cabeza comenzaba a hacerse notar, debía dejar de sobrepensar, pero hacerlo no estaba en mis planes—. Solo... finjo, Jade también lo hace, ambos fingimos, Cris. Creemos que el otro no nos importa cuando está claro que sí lo hace —me levanté precipitado del sofá otra vez y comencé a caminar de aquí para allá por la habitación, sin rumbo como siempre—. La puta tensión aumenta cuando estamos juntos. Nos miramos desde el otro lado de la habitación, pero ninguno es capaz de acercarse. Somos unos orgullosos de mierda.

—Liam, debes tranquiliz...

—Y pues sí, estoy más que asustado, ¿sabes? Estoy aterrorizado. No sé qué carajos me pasa. Las palabras se me hacen difíciles de decir. Esto no es para mí.

—No digas eso, hombre, solo debes aprender a...

—¿Aprender qué? ¿A dejar de mirarla como un crío de ocho años con brillito en los ojos? ¿A poder dormir sin mirarla fijo toda la noche sabiendo que ella está a mi lado? No puedo joder, esto de estar enamorado es muy complicado.

—Solo debes aprender a leerla.

Dejé de caminar en líneas rectas cuando dijo eso.

—¿Qué?

—Que aprendas a leerla.

—¿Cómo un libro?

—Como la persona que es.

—¿Y cómo se supone que debo hacer eso?

—Con comunicación, Liam —él se puso de pie y me tomó de los hombros—. Deja un poco tu ego y ábrete a ella. Pregúntale cómo se siente, qué la atormenta, cuáles son sus miedos, sus inseguridades, sus motivaciones, qué es lo que siente y luego tú... tú cuéntale qué es eso que llevas bien escondido; eso que a ti te atormenta.

Mis ojos se tornaron algo brillosos de más.

—Suena fácil decirlo, viejo.

Él me dio una palmada en mi hombro y yo no tuve mejor idea que concentrarme en alejarme hacia mi habitación como el buen cobarde que era.

—Liam —me llamó antes de que abriera la puerta.

—¿Sí? —le contesté al margen sin darme la vuelta.

—Si realmente la quieres dile la verdad.

Podría haberle contestado que sí, que la quería, que lo haría por ella, incluso mucho más que eso, pero no lo hice. Aún no estaba listo. No me sentía para nada listo, joder.

Pegué un portazo y me lancé a la cama dejando que mis pensamientos me ganaran.

***
Nota de la autora:

¡Hola, amores!

¿Qué les pareció la narración de Liam antes de que Jade vaya a buscarlo? ¿Alguna vez se sintieron como él?

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Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now