PRÓLOGO

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Mi padre siempre me ha dicho que mi don desde que mi madre me parió era: cagarla. Ojo, a veces iba haciendo todo perfecto, al margen, como es debido y luego... bueno, y luego la cagaba.

Dentro de todos mis desastres podemos premiar a "El día que arrojé una cámara por el balcón y le cayó en la cabeza a un señor canoso con cara cuadrada". Gran error Jade, gran error. No sabía que ese señor canoso con cara cuadrada iba a ser mi profesor de fotografía el día siguiente. O quizás  "La vez en la que salí con un chico y le dije que me gustaba su hermano" que, en mi defensa, fue porque él olía a pez muerto recién salido del agua y no sabía cómo desprenderme de aquello.

En fin, cagarla es parte de mi encanto. Y como buena persona que la caga puedo admitir que cometo errores diariamente, pero ya no como hace unos meses, lo juro. Hace unos meses era otra cosa, había superado la mayor juntada de cagadas de mi vida. Fue una tras otra. Tantas que a veces me miraba al espejo y me decía a mí misma: Jade, ¿acaso no serás la doña del cago? 

Bueno basta. Me pongo seria. Ahora nos remontamos al gran desemboque de los errores cometidos en esos fabulosos y nostálgicos meses: 

Definitivamente el primero fue cuando me metí con mi mejor amigo en un curso de fotografía creyendo que simplemente sería eso: un curso de fotografía. Adivinen qué, no lo era. 

El segundo podría ser que me creí la mentira de la promotora. Me había afirmado que el curso se iba a realizar en un bosque alejado de la ciudad, tranquilo e inspirador. Créanme que tampoco lo era, ella mentía, o quizás no del todo: solo se le había olvidado el pequeño detalle de que venía con un psicópata suelto de regalo.

Y el tercer error, pero no menos importante, fue que nunca fui con la idea de que tendría que compartir mi cabaña con un pelinegro que de vez en cuando —o quizás siempre— tiene problemas de ego y de superioridad.

Ahora bien, a pesar de que suene como una loca, puedo asegurar que no cambiaría nada de todo eso. Porque los errores me hicieron ser mi yo actual. Porque a pesar de toda esa mierda, gracias a esos errores hay una historia que contar. Y esa historia empieza hace unos meses atrás cuando le arrojé la cámara a ese señor canoso con cara cuadrada.

Jadecita, eso sonó muy Disney.

Alex me obligó a ponerlo.

Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now